sábado, 16 de enero de 2016

"Recibes lo que deseas para los demás" El Poder de la Intención Wayne W. Dyer


Recibes lo que deseas para los demás
Cuando examinas los atributos de la intención universal al tiempo que te comprometes a ser esos atributos empiezas a comprender la importancia de lo que deseas para los demás. Si les deseas la paz, tú la recibirás. Si les deseas que sean queridos, tú serás el objeto del amor. Si sólo ves belleza y valía en los demás, recibirás otro tanto. Te desprenderás de lo que tienes en el corazón y atraerás aquello de lo que te desprendes. Es algo muy importante. El impacto que tienes sobre los demás, ya sean desconocidos, miembros de la familia, compañeros de trabajo o vecinos, es prueba de la fortaleza de tu conexión con la fuerza de la intención. Piensa en tus relaciones, si son sagradas o profanas.

Las relaciones sagradas facilitan la fuerza de la intención en un alto nivel de energía para todas las personas implicadas, mientras que las relaciones profanas lo mantienen en los niveles más bajos y más lentos. Conocerás tu potencial para la grandeza cuando empieces a ver la perfección en todas las relaciones. Cuando reconozcas lo sagrado en los demás, empezarás a tratarlos como expresiones divinas de la fuerza de la intención y no querrás nada de ellos. La ironía está en que se convierten en colaboradores de la creación al manifestar todos tus deseos. No quieras ni exijas nada de ellos, no tengas expectativas para ellos, y te devolverán esa bondad. Exígeles, empéñate en que te complazcan, considéralos inferiores, siervos, y recibirás lo mismo. Es tu deber tener clara conciencia de lo que realmente quieres para los demás y saber sí mantienes una relación sagrada o profana con todas las personas a las que tratas.
La relación sagrada. Una verdad que he llegado a reconocer durante mis años de desarrollo es que resulta imposible conocer la propia perfección si no se es capaz de ver y honrar esa misma perfección en los demás. La capacidad de verte como expresión temporal de la intención y de verte en toda la humanidad es una característica de la relación sagrada, es la capacidad para celebrar y honrar cuanto existe en todos los demás, el lugar en el que todos somos uno.
En una relación profana te consideras separado dé los demás, tienes la sensación de que fundamentalmente te resultan útiles para satisfacer los deseos del ego, y que las personas están ahí para ayudarte a conseguir lo que falta en tu vida. En cualquier clase de relación, esta actitud de separación y potencial manipulación crea una barrera entre la fuerza de la intención y tú. Los signos de las relaciones profanas son muy claros: las personas se ponen a la defensiva, tienen miedo, son hostiles y no desean tu compañía.
Al cambiar las pautas de pensamiento para elevar tus vibraciones energéticas y reducir las exigencias del ego, empezarás a desarrollar una relación reverente o sagrada con los demás. Entonces cada persona se percibe como una totalidad. Cuando puedes aceptar las diferencias en los demás y considerarlas interesantes o agradables, estás debilitando tu identidad con el ego. 
La relación sagrada es una forma de cor responder te con la Fuerza de la Creación universal y de sentirte alegre y en paz. Cualquier relación —o incluso un encuentro— desde la perspectiva sagrada supone reunirse con un aspecto querido de nuestra persona y descubrir una estimulante conexión con la fuerza de la intención.
Hace poco le pregunté a un dependiente muy atareado que estaba tras el mostrador del marisco de un supermercado si sabía dónde podía encontrar salmón ahumado. Me vi conectado con él a pesar de la irritación que manifestaba su conducta. Un hombre que estaba a mi lado oyó lo que preguntaba y vio el agobio reflejado en la cara del dependiente. Aquel desconocido me sonrió y se fue a otra sección del supermercado; volvió con un paquete de salmón ahumado y me lo dio. ¡Me trajo lo que yo estaba buscando! ¿Coincidencia? No lo creo. Cuando me siento conectado con los demás e irradio la energía de la relación sagrada, la gente reacciona bondadosamente y se toma molestias para ayudarme con mis propósitos.
Otro ejemplo de lo mismo. Un día me trasladaron de una compañía aérea a otra debido a un problema mecánico que acabó en la cancelación del vuelo. En la primera compañía, que está en mi ciudad natal, los empleados me conocen y se desviven por ayudarme. He practicado una relación sagrada con todos los que trabajan en el mostrador, en la facturación de equipajes, en el avión, etcétera.
Aquel día me mandaron al otro extremo del aeropuerto con siete cajas de libros y cintas que había que facturar como equipaje. Mientras Maya, mi ayudante, y yo nos arrastramos como pudimos hasta el mostrador de la otra compañía aérea con un carro cargado de equipaje y siete pesadas cajas, la representante anunció que su compañía no permitía que se facturasen más de dos bultos como equipaje y que tendría que dejar en tierra tres cajas. Podía facturar dos bultos por mí y otros dos por Maya. «Son las normas»
Es en estas situaciones cuando una relación sagrada con un desconocido tiene mayor potencial de ayudarte con tus intenciones que una relación profana. En lugar de responder a la representante con la intención de que ella era una empleada cuyo trabajo consistía en cubrir mis necesidades, decidí unirme a ella donde los dos somos uno. Le dije que no me molestaba aquella norma y me imaginé cómo se sentiría, teniendo que ocuparse de tantas personas que no estaban previstas para aquel vuelo. Me sentí conectado y expresé mis sentimientos de angustia ante el reto de qué hacer con aquellas tres cajas de más, que mi compañía aérea había accedido a transportar.
La invité a una conferencia que iba a dar el mes siguiente. Toda nuestra conversación e interacción se guío por mi propósito de que aquella relación siguiera siendo sagrada.
La energía de esta interacción cambió, pasando de débil a fuerte. Establecimos vínculos, reconocimos nuestro propio ser en el otro, y facturó todas mis cajas con una sonrisa. No he olvidado lo que me dijo al darme las tarjetas de embarque: «Cuando lo vi venir con el carro lleno de cajas, estaba decidida a que no las metiera en el avión, pero tras unos momentos con usted, si lo hubiera tenido que hacer, yo misma habría llevado las cajas al avión. Encantada de conocerlo. Gracias por lo que hace, y espero que en futuras ocasiones tenga en cuenta nuestra compañía».
Son dos sencillos ejemplos de lo que ocurre cuando pasas conscientemente de las relaciones profanas a experimentar tu conexión medíante la fuerza de la intención.
Te recomiendo que establezcas una relación sagrada con tu Fuente, la comunidad mundial, tus vecinos, conocidos, familiares, el reino animal, nuestro planeta y tú mismo. Al igual que en los ejemplos del hombre que me trajo el salmón ahumado que estaba buscando y la empleada de las líneas
aéreas que me ayudó a hacer realidad mi propósito, tú disfrutarás de la fuerza de la intención por mediación de las relaciones sagradas. En eso consisten las relaciones.

El Poder de la Intención
Wayne W. Dyer

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