sábado, 29 de noviembre de 2014

Seres Espirituales frente a Seres no Espirituales: Los doce rasgos de la Espiritualidad. WAYNE DYER. Tus Zonas Mágicas.



SERES ESPIRITUALES FRENTE A SERES NO ESPIRITUALES:
LOS DOCE RASGOS DE LA ESPIRITUALIDAD

Utilizo los términos espiritual y no espiritual en el sentido de que un ser espiritual tiene un conocimiento consciente tanto de la dimensión física como de la invisible, mientras que el ser no espiritual sólo es consciente del reino de lo físico. Ninguna de estas dos categorías, en el sentido en que yo las utilizo, supone en modo alguno ateísmo u orientación religiosa. La persona no espiritual no es incorrecta ni mala sólo porque viva el mundo sólo de manera física.
Vienen a continuación los «doce rasgos de la espiritualidad» doce creencias y prácticas para que las cultives, al tiempo que desarrollas tu capacidad para hacer aparecer milagros en tu vida. Es totalmente imprescindible que te conviertas en un ser espiritual de acuerdo con estos rasgos si tu propósito en esta vida es la realidad mágica.


1. El ser no espiritual vive exclusivamente dentro del marco de los cinco sentidos, en la creencia de que si no puede ver, tocar, oler, r o gustar algo es que ese algo no existe. 
El ser espiritual sabe que, más allá de sus cinco sentidos físicos, hay otros sentidos con los que se puede experimentar el mundo de la forma.

A medida que trabajas para convertirte en un ser espiritual al mismo tiempo que un ser físico, empiezas a vivir de manera cada vez más consciente dentro del reino invisible del que he hablado en este capítulo. Empiezas a darte cuenta de que hay sentidos más allá de este mundo físico. Aun cuando no seas capaz de percibirlo a través de uno de los cinco sentidos, sabes que eres un alma con un cuerpo y que tu alma carece de límites y desafía al nacimiento y a la muerte. No se rige por ninguna de las reglas y normas que gobiernan el universo físico. Ser espiritual significa permitirse la posibilidad de ser multisensorial. Se abre, pues, todo un universo nuevo. Como dice Gary Zukav en The Seat of the Soul: «Las experiencias del hombre multisensorial son menos limitadas que las del hombre pentasensorial. Proporcionan más oportunidades para el crecimiento y el desarrollo y también más oportunidades para eludir dificultades innecesarias».

2. El ser no espiritual cree que estamos solos en el universo. El ser espiritual sabe que no está nunca solo.
Un ser espiritual se siente cómodo ante la idea de tener a su disposición en todo momento maestros, observadores y guía divina. Si creemos que somos almas con cuerpo y no cuerpos con alma, siempre podremos recurrir a la parte eterna e invisible de nuestro ser en busca de ayuda. Una vez esta creencia está bien asentada y es inconmovible, jamás se puede dudar de ella, sean cuales fueren los argumentos racionales que esgrimen aquellos que viven exclusivamente en el plano físico. Para algunos, esto se llama rezar con intensidad, para otros es Dios, es inteligencia o fuerza universal y omnipresente, y, para otros, es guía espiritual. Lo que importa no es el nombre que demos a este yo superior ni cómo éste se pronuncie ya que está más allá de toda definición, más allá de las etiquetas y del mismo lenguaje.

Para el ser no espiritual, todo esto es bazofia. Aparecemos sobre la Tierra, tenemos una sola vida que vivir y nadie tiene espíritus ni dentro ni fuera a los que recurrir. Para el seno espiritual es éste un universo puramente físico, y el propósito consiste en manipular y controlar el mundo físico de todas las maneras posibles. 

El ser espiritual ve eel mundo físico un campo donde crecer y aprender, con el propósito específico de servir y evolucionar hacia niveles s elevados de amor.

Los seres no espirituales aceptan la existencia de un ser supremo o Dios no como una fuerza universal que llevamos dentro, sino como un poder aparte, que un día tiene que pasarnos cuentas. Son seres más temerosos que amorosos.
No consideran que cuenten con ayuda o que posean un yo superior, a menos que conozcan el tipo de experiencia directa de una presencia divina de que nos hablan san Pablo o san Francisco de Asís.
Los seres espirituales saben, a través de la experiencia personal de haber estado en contacto con su propia guía divina, que no están solos y que pueden recurrir a esa guía para llegar a hacer milagros en sus vidas.

3. El ser no espiritual se consagra al poder exterior. 
El ser espiritual se consagra a la adquisición de poder interior.
El poder exterior se halla en el dominio y en el control sobre el mundo físico. Es el poder de la guerra y del poderío militar, el poder de las leyes y de las organizaciones, el poder de los negocios y de los juegos de Bolsa.
Es el poder de controlar todo cuando es externo a uno mismo. El ser no espiritual se consagra a este poder exterior.
El ser espiritual, en cambio, se consagra a elevarse él y elevar a los demás a niveles cada vez más altos de conciencia y realización. El uso de la fuerza sobre otro no entra dentro de lo posible para este ser espiritual. No está interesado en acumular poder, sino en ayudar a otros a vivir en armonía y a experimentar la realidad mágica. Se trata de un poder del amor, de un poder que no juzga. No hay en este poder hostilidad ni ira. El fin está en capacitarse realmente para saber que se puede vivir en el mundo con otros que tengan diferentes puntos de vista y no tener necesidad de controlarlos o vencerlos para hacer de ellos sus víctimas. Un ser espiritual conoce el enorme poder que representa la capacidad de manipular el mundo físico con la mente. Una mente en paz, una mente centrada y no consagrada a hacer daño a los demás es más fuerte que ninguna fuerza física del universo. Toda la filosofía del aikido y de las artes marciales de Oriente se basa no en el poder exterior sobre el contrario, sino en convertirse en uno con esa energía externa a fin de eliminar la amenaza. Adquirir poder es el gozo interior de saber que la fuerza exterior no es necesaria para estar en armonía con uno mismo.

El ser no espiritual no conoce otro camino. Hay que estar constantemente preparado para la guerra. Aun cuando los líderes espirituales a los que a menudo rinden pleitesía se manifiesten en contra de ese empleo del poder, el ser no espiritual es incapaz de ver otra alternativa.

El auténtico poder consiste en rendirse a aquello que hay de amoroso, armonioso y bueno en nosotros y no permitir la presencia de enemigos en nuestra conciencia. Se trata de una concordancia con el alma, una concordancia que es nuestra razón misma para estar aquí.
Una vez no necesites ya dominar a los demás, adquirir más posesiones o controlar el entorno que te rodea habrás desplazado tu interés desde el poder exterior al poder interior. Verás que el tener poder interior no te reduce en modo alguno al servilismo ni a ser víctima de los demás. Muy al contrario. Verás que ni siquiera percibes a los demás como agresores potenciales. Rechazarás esas amenazas y, de hecho, ni siquiera las percibirás como tales. Además, la ausencia de la necesidad por tu parte de demostrar cuán grande es tu poder te dará la oportunidad de dar poder a otros.
Cuando llegues a la etapa de dar estarás en concordancia con tu propósito, y te hallarás en el punto desde el que puedes hacer milagros. No pedirás nada de los demás, no porque seas orgulloso u omnipotente, sino porque serás una luz para ti mismo. Así se comporta el ser espiritual, y sólo cuando renuncies a la necesidad de poder exterior y te pongas del lado de tu propósito anímico estarás preparado para la realidad mágica.

4. El ser no espiritual se siente separado y distinto e todos los demás, un ser para mismo. 
El ser espiritual sabe que está en relación con todos los demás y vive la vida como si cada persona con quien se encuentra compartiera con él la condición humana.

Cuando una persona se siente separada de todos los demás se vuelve egocéntrica y mucho menos preocupada por los problemas ajenos. Quizá se compadezca de las personas que mueren de hambre en otra parte del mundo, pero en su vida cotidiana reaccionará así: «No es problema mío». La personalidad separada, el ser no espiritual, está consagrada básicamente a sus propios problemas y a menudo siente que los demás se interponen en su camino o intentan conseguir lo que él desea, por lo que debe «reducir» al otro antes de que lo reduzcan a él. 
El ser espiritual sabe que estamos todos relacionados y es capaz de ver la plenitud de Dios en cada persona con la que establece contacto. Este sentimiento de conexión elimina gran parte del conflicto interior que experimenta el ser no espiritual, que juzga constantemente a los demás, los clasifica según su aspecto físico y su conducta y luego busca cómo hallar el modo de ignorarlos o aprovecharse de ellos para su propio beneficio. El hecho de estar relacionados elimina la necesidad de conflicto y confrontación. El saber que la misma fuerza invisible que fluye por su interior fluye a través de todos los demás permite al ser espiritual atenerse realmente a una conducta recta. El ser espiritual piensa: «El modo en que trato a los demás es esencialmente el modo en que me trato a mi mismo, y viceversa». El significado de «Ama a tu prójimo como a mismo» está claro para el ser espiritual, mientras que es considerado como una tontería por el ser no espiritual. No es posible el juicio negativo cuando nos sentimos relacionados con todos los demás. El ser espiritual sabe que con sus juicios no puede definir a los demás, sino sólo definirse a mismo en tanto que persona que juzga.
La investigación en el campo de la cuántica subatómica revela la existencia de una conexión invisible entre todas las partículas y todos los miembros de una especie determinada. Esta unidad se está demostrando en notables descubrimientos científicos. Los hallazgos muestran que la distancia física, lo que consideramos espacio vacío, no impide una conexión por parte de fuerzas invisibles. Evidentemente, existen conexiones invisibles entre nuestros pensamientos y nuestras acciones. No negamos este hecho, aun cuando esa conexión sea impermeable a nuestros sentidos. El ser no espiritual no puede realizar este salto, pero el ser espiritual sabe que esa fuerza invisible lo pone en relación con todos los demás y, por lo tanto, trata a todos los demás como si fueran parte de sí mismo. Es una cuestión de conocimiento. El ser no espiritual sabe y actúa como si fuera una isla, separado y distinto de los demás, sin relación con ellos. El ser espiritual conoce la ver- dad que hay en estas famosas líneas de John Donne:
Ningún ser humano es una isla, cerrada en sí misma, sino que todo hombre es una parte del continente, un pedazo de la tierra firme; si un terrón de tierra es arrastrado por el mar, Europa se ve disminuida, igual que si se tratara de un promontorio, igual que si se tratara de la mansión de tus amigos o de tu propia mansión; la muerte de todo hombre me disminuye, porque yo tengo que ver con la humanidad; no preguntes, pues, nunca por quién doblan las campanas: doblan por ti.
No es posible una mejor descripción del ser espiritual, que se ocupa desde luego de la humanidad y vive su vida cada día de acuerdo con ello. Dicho llanamente, los milagros y la realidad mágica no están al alcance de aquellos que se creen islas en el mar de la humanidad.

5. El ser no espiritual cree exclusiva mente en una interpretación de la vida basada en causas y efectos
El ser espiritual sabe que hay un poder superior que actúa en el universo, más allá de una simple relación de causa y efecto.
El ser no espiritual vive exclusivamente en el mundo físico, donde rigen causa y efecto. Si planta una semilla (causa), verá el resultado (efecto). Si tiene hambre, buscará alimento. Si está airado, se desfogará. Se trata realmente de un modo de pensar y comportarse racional y lógico, ya que la tercera ley del movimiento (por cada acción hay una reacción igual y opuesta) está siempre en funcionamiento en el universo físico.

El ser espiritual va más allá de la física de Newton y vive en un reino totalmente distinto. Sabe que los pensamientos salen de la nada y que, en nuestro estado onírico (una tercera parte del total de nuestra vida física), donde nos hallamos en un estado de pensamiento puro, causa y efecto no desempeñan ningún papel.
En el estado onírico podemos tener cuarenta años en un momento determinado y doce al momento siguiente, podemos subir a un coche y volar por encima de nuestro hogar de la infancia. Thoreau resumió muy bien esa experiencia con esta provocativa observación: «Yo no sé distinguir entre la vigilia y el sueño. ¿Acaso no vivimos siempre la vida que imaginamos vivir?».

Así, el ser espiritual sabe que los pensamientos no están sujetos a las leyes de la física clásica y que con nuestros pensamientos creamos la realidad. Cuando se vive puramente de acuerdo con las leyes de causa y efecto, no se puede esperar crear milagros, porque los milagros y la realidad mágica están s allá de la lógica de la física. Los milagros tienen su origen en el poder de nuestra mente y, de este modo, causa y efecto son sustituidos por una creencia en los efectos resultantes de lo que llamamos nada o vacío.
Nuestros pensamientos y creencias son milagros en sí mismos, y las únicas herramientas que tenemos para procesar este mundo físico. Desafían la lógica de causa y efecto, ya que nuestros pensamientos no parecen proceder de ninguna parte; así pues, nuestra capacidad para hacer milagros tiene también su origen en ese lugar divino de la nada. Cuando se necesita una explicación de causa y efecto, se es incapaz de entrar en el mundo de la realidad mágica. Nuestros pensamientos , al igual que todos los sonidos que proferimos, proceden del vacío silencioso, y nuestra capacidad para hacer milagros es un poder que tiene su origen en el espacio vacío y silencioso de nuestro auténtico ser.

6. El ser no espiritual está motivado por el logro, el rendimiento y las adquisiciones.
El ser espiritual está motivado por la ética, la serenidad y la calidad de vida.
Para el ser no espiritual, lo importante es aprender con el fin de subir en el escalafón, avanzar y adquirir posesiones. El propósito del deporte es la competición. El éxito se mide por etiquetas externas como la posición, el rango, las cuentas corrientes y las recompensas. Estas cosas, que forman parte importante de nuestra cultura y no son desde luego de despreciar, no constituyen sin embargo el eje en torno al cual se mueve la vida del ser espiritual.

Para el ser espiritual, el éxito se alcanza poniéndose del lado del propio propósito, que no se mide por el rendimiento ni por las adquisiciones. El ser espiritual sabe que estas cosas externas entran en su vida en cantidades suficientes y que llegan como consecuencia de una vida con propósito. El ser espiritual sabe que vivir con un propósito supone servir con amor. La madre Teresa, que ha pasado muchos años de su vida cuidando de los más desposeídos de entre nosotros en los arrabales de Calcuta, definía así el propósito en For the Love of God:
El fruto del amor es el servicio, que es compasión activa. La religión no tiene nada que ver con la compasión, lo que importa es nuestro amor a Dios, ya que hemos sido todos creados con el único propósito de amar y ser amados.
La realidad interior y exterior del ser espiritual se experimenta de este o parecido modo. No es necesario convertirse en un santo que cuida de los desheredados para ser espiritual. Lo único que hay que saber es que en la vida hay mucho más que el logro, el rendimiento y las adquisiciones y que la auténtica medida de una vida no estará en lo que se haya acumulado, sino en lo que se haya dado a los demás. El ser espiritual sabe que apareció aquí sin nada material y que se irá del mismo modo. Lo único que puede hacer por tanto es dar de lo que tiene en este instante metafísico que llamamos su vida, su paréntesis en la eternidad. Si bien el ser espiritual puede alcanzar y rendir a altos niveles e incluso adquirir muchas posesiones, el principio organizador que guía su vida no es el de esta motivación. En el centro de su ser está el vivir de una manera ética, moral y serena, en concordancia con un propósito espiritual. No se puede conocer la realidad mágica cuando el objetivo es conseguir más para sí mismo, especialmente si ello es a costa de los demás. Cuando experimentes una sensación de serenidad y calidad en tu vida y sepas que es tu mente la que ha creado ese estado, sabrás también que de ese estado mental surge la magia capaz de hacer milagros.

7. El ser no espiritual no tiene un lugar en su conciencia para la práctica de la meditación.
El ser espiritual no puede imaginar la vida sin ella.

Para el ser no espiritual, la idea de mirarse tranquilamente hacia dentro y estar sentado solo durante un periodo de tiempo -repitiendo un mantra, vaciando la mente y buscando respuestas en concordancia con el yo superior- bordea la locura. Para esta persona, las respuestas se buscan trabajando duro, luchando, perseverando, fijándose metas, alcanzando esas metas para luego fijarse otras y compitiendo en un mundo salvaje.
El ser espiritual conoce el enorme poder de la práctica de la meditación. Sabe que la meditación le vuelve más alerta y le capacita para pensar con mayor claridad. Conoce el efecto muy especial que tiene la meditación en el alivio del estrés y de la tensión. Las personas espirituales saben, porque han estado allí y lo han experimentado de primera mano, que se puede obtener guía divina alcanzando la paz y la tranquilidad y pidiendo respuestas. Saben que son multidimensionales y que es posible utilizar la mente invisible a niveles cada vez más elevados a través de la meditación, o como sea que llamemos a la práctica de quedarse solo y vaciar la mente de los frenéticos pensamientos que ocupan gran parte de la vida cotidiana. Saben que, meditando profundamente, se puede abandonar el cuerpo y entrar en una esfera de magia que constituye un estado tan beatífico como el que pueda proporcionar temporalmente cualquier droga.
El gran científico francés Pascal nos proporciona esta visión: «Todas las desdichas del hombre derivan del hecho de que no es capaz de estar sentado tranquilamente, solo, en una habitación».
Uno de los grandes gozos que proporciona el convertirse en un ser espiritual es el aprender la existencia de este nuevo mundo de los fenómenos. Te sentirás, en efecto, más ligero, mas dichoso y también, irónicamente, más productivo que nunca. El ser no espiritual percibe como una huida de la realidad lo que, para el ser espiritual, es una introducción a toda una nueva realidad, una realidad que incluye una apertura en la vida que llevará a los milagros. (En el capítulo 3 se ofrece s información acerca de la meditación, así como algunas técnicas útiles.)


8. Para el ser no espiritual el concepto de intuición puede reducirse a una corazonada o a un pensamiento azaroso que, ocasional y accidentalmente, le viene a la cabeza. 
Para el ser espiritual, la intuición es mucho más que una corazonada. La ve como una guía o como la palabra de Dios, y nunca se toma a la ligera o pasa por alto esta percepción interior.
Sabes por propia experiencia que cuando haces caso omiso de tus acicates intuitivos acabas lamentándolo o teniendo que aprender a las duras. Para la persona no espiritual, la intuición es totalmente impredecible y se produce al azar, con ocurrencias puramente fortuitas. A menudo la rehúye o desdeña en favor de un comportamiento habitual. El ser espiritual se esfuerza por ser cada día más consciente de su intuición. Presta atención a los mensajes invisibles y sabe en el fondo de su ser que hay en ellos algo que es mucho más que una simple coincidencia.
Los seres espirituales tienen conciencia del mundo no físico y no se reducen exclusiva mente a un universo limitado al funcionamiento de sus cinco sentidos. De ahí que todos los pensamientos, por invisibles que sean, constituyan algo a lo que hay que prestar atención. Pero la intuición es mucho más que un pensamiento acerca de algo, la intuición es casi como si recibiera un suave empujoncito que nos lleva a comportarnos de determinada manera o a eludir algo que puede ser peligroso o insano. Aunque inexplicable, la intuición es realmente un factor en nuestras vidas.
Para la persona no espiritual, la intuición es simplemente una corazonada, no algo a estudiar o a lo que hay que prestar s atención. La persona no espiritual piensa: «Esto pasará. Lo que ocurre es que mi cabeza funciona a veces a tontas y a locas». 
Para la persona espiritual, estas expresiones intuitivas interiores son casi como sostener un diálogo con Dios.
Yo veo en mis intuiciones, tengan éstas relación con lo que sea, a Dios que me habla. Presto atención cuando «siento algo» con intensidad, y siempre sigo esa inclinación interior. Hubo un tiempo en mi vida en que no le hacía caso, pero ahora he cambiado de actitud, y estos sentimientos intuitivos siempre, siempre, me guían en la dirección del crecimiento y el propósito. A veces mi intuición me dice adónde debo ir a escribir, voy allí y la escritura surge siempre de manera espontánea y fluida. Cuando no he hecho caso de mi intuición, he tenido que luchar como un condenado y he echado la culpa al «bloqueo del escritor». He llegado al punto en que no sólo confío en esa guía cuando quiero escribir, sino que me apoyo en ella en prácticamente todas las áreas de mi vida. He llegado a tener una relación privada con mi intuición: desde lo que debo comer hasta el tema sobre el que debo escribir, pasando por la relación con mi esposa y con los otros miembros de mi familia. Medito sobre ella, confío en ella, la estudio y procuro ser s consciente de ella. Cuando no le hago caso lo pago, y luego me repito a mí mismo la lección para que la próxima vez no se me olvide confiar en esa voz interior.
Imagino que si puedo hablar con Dios y llamar a esto rezar, en la creencia de una presencia divina tan universal, no es ninguna locura que Dios hable conmigo. Todas las personas espirituales de las que tengo noticia comparten un sentimiento similar. La intuición es una guía llena de amor, y esas personas son lo bastante prudentes como para no despreciarla.

9. El ser no espiritual odia el mal y está decidido a erradicar lo que cree malo. 
El ser espiritual sabe que todo aquello que odia y combate le debilita y que todo lo que defiende, todo lo que apoya, le da fuerza.
El ser no espiritual está siempre luchando; se pone del lado de los instrumentos de poder en una guerra contra aquello que cree maligno. Esta persona sabe lo que odia, y lo que percibe como males provoca en ella un gran torbellino interior. Gran parte de su energía, tanto mental como física, está consagrada a lo que percibe como malo o malsano.
Los seres espirituales no organizan sus vidas para el combate. No están contra el hambre, están en favor de dar de comer a la gente y ocuparse de que todo el mundo tenga satisfechas sus necesidades alimentarlas. Trabajan en aquello de lo que están en favor en lugar de combatir aquello de lo que están en contra. Luchar contra el hambre sólo debilita al que combate y le provoca ira y frustración, mientras que trabajar para que la población esté bien alimentada da poder a la persona. Los seres espirituales no están contra la guerra, sino por la paz, y dedican sus energías a trabajar para la paz. No hacen la guerra a las drogas o a la pobreza, porque las guerras requieren guerreros y combatientes y no es así como se solucionan los problemas. Los seres espirituales están en favor de una juventud bien educada, que sepa cómo estar eufórica, vital y alegre sin necesidad de recurrir a sustancias externas. Trabajan en esta dirección, la de ayudar a los jóvenes a conocer el poder de sus propias mente y cuerpo. No luchan contra nada.

Cuando combates el mal utilizando los métodos del odio y la violencia pasas a formar parte del odio y la violencia del mal, por muy justa que creas tu posición. Si toda la gente del mundo que está contra el terrorismo y la guerra cambiara de perspectiva y pasara a apoyar la paz y trabajar para ella, el terrorismo y la guerra se verían eliminados. Por cada dólar que gastamos en la paz gastamos dos mil en la guerra. En el conjunto del planeta, gastamos aproximadamente veinticinco millones de dólares cada minuto en la industria bélica y en aumentar nuestra capacidad para matar, mientras que, en ese mismo minuto (y cada minuto de cada día), cuarenta niños aproximadamente mueren de hambre. Es como si cada diez minutos se estrellara un Boeing 747 cargado de niños y matara a todos los pasajeros. ¿Cuánto cuesta dar de comer a cuarenta niños? ¿Quién va a dar marcha atrás a estas significativas estadísticas? ¿Los habitantes espirituales de nuestro planeta? ¿O los no espirituales? Por muy convencidos que estemos de que estas cosas son irreversibles, contribuimos al problema en tanto optamos por ser combatientes en lugar de personas que saben lo que defienden y cuál es su propósito aquí en la Tierra, en este breve periodo de tiempo, y trabajan para dar oportunidades aun viendo que son muchos los que hacen otra cosa.
De algún modo, las prioridades están claras. Los seres espirituales no se ponen del lado del odio. Se consagran con fe a lo que defienden y trasladan esto a la acción. Los seres espirituales mantienen sus ideas de amor y armonía frente a cosas que les gustaría ver cambiar. Todo aquello que combatimos nos debilita. Todo aquello que defendemos nos da fuerza. A fin de poder hacer aparecer milagros, debes concentrarte totalmente en aquello que defiendes. La realidad mágica se producirá en tu vida cuando hayas eliminado el odio que pueda haber en ella, incluso el odio que sientas contra el odio.

10. La persona no espiritual no tienen ningún sentido de responsabilidad en relación con el universo, y no ha desarrollado por lo tanto una veneración por la vida. 
El ser espiritual siente por la vida una veneración que alcanza a la esencia de todos los seres.
Como dice Zukav, el ser no espiritual cree «que nosotros somos conscientes y el universo no». Cree que su existencia terminará con esta vida y que no es responsable ante el universo. El ser no espiritual se ha vuelto arrogante.
El ser espiritual se comporta sin perder de vista el Dios que existe en toda forma de vida, y tiene un sentimiento de responsabilidad frente al universo. Respeta con fervor esta vida y el hecho de poseer una mente con la cual puede procesar el universo físico. Ese temor reverencial le lleva a mirar hacia fuera, a la vida y al entorno, con un sentido de apreciación y veneración, a comprometerse con la vida misma a un nivel más profundo que el del simple mundo material. Para el ser espiritual, debemos acercarnos a los ciclos de la vida como representantes del infinito, con una deferencia que honre realmente la vida. Es el suyo un enfoque delicado y amable hacia todo cuanto existe en nuestro mundo, un reconocimiento de que la Tierra misma y el universo s allá de ella poseen una conciencia, de que nuestra vida, de alguna manera invisible, está relacionada con toda la vida actual y pasada. La inteligencia invisible que impregna toda forma es parte de nosotros y, así, sentir veneración por toda forma de vida es saber que hay un alma en todo. Esa alma merece ser honrada.
La persona espiritual es consciente de la necesidad de no tomar de la Tierra más de lo necesario y de restituirlo de algún modo al universo para aquellos que habitarán el planeta después de ella. La capacidad de hacer milagros surge de una fuerte veneración por toda forma de vida, incluida la nuestra, y por ello, para conocer la realidad mágica, hay que aprender a pensar y actuar de un modo congruente con nuestro ser espiritual y reverente.

11. El ser no espiritual se encuentra lleno de resabios, hostilidad y necesidad de venganza.
En el corazón del ser espiritual no hay espacio Para estos impedimentos a los milagros y a la realidad mágica.
El ser espiritual sabe que todos los maestros espirituales han hablado de la importancia del perdón. He aquí algunos ejemplos sacados de nuestras principales enseñanzas religiosas:
Judaísmo: lo más hermoso que puede hacer un hombre es olvidar el mal.
Cristianismo: Pedro se acercó entonces a él y dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendrá que pecar mi hermano contra mí, y yo perdonarlo? ¿Acaso siete veces?». Y Jesús le dijo: «Te digo que no siete veces, sino setenta veces siete».
Islam: perdona al criado setenta veces al día.
Sijismo: allí donde hay perdón está presente Dios.
Taoismo: recompensa el agravio con bondad.
Budísmo: el odio Jamás disminuye por el odio, sólo disminuye por el amor: he aquí una ley eterna.

Para el ser espiritual, es esencial ser capaz de «actuar de acuerdo con las palabras». No podemos profesar una fe determinada y luego comportarnos de manera incongruente con sus enseñanzas. El perdón es un acto del corazón. (Todo un capítulo de La fuerza de creer está dedicado a esta cuestión.)
Si llenas tu yo interior e invisible de amargura y deseo de venganza hacia los demás, no quedará en él espacio para la armonía y el amor necesarios para experimentar la realidad mágica en tu vida. De una postura de odio hacia los demás saldrá más odio y falta de armonía. Es evidente que no se pueden manifestar milagros en ningún área de la vida cuando se está inmerso en una negatividad tan grande como son el odio y el deseo de venganza hacia una persona o una cosa. Perdonar a los demás es el componente esencial de una de las oraciones más citadas de la religión cristiana: «Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». El ser espiritual sabe que esto no son simplemente palabras vacías para recitar en un ritual antes de acostarse. Constituyen, en efecto, un ingrediente necesario para convertirse en un ser espiritual.

12. El ser no espiritual cree que hay limitaciones reales y, aunque pueda haber pruebas de la existencia de los milagros, las ven como acontecimientos fortuitos que viven algunos afortunados. El ser espiritual cree en los milagros y en su propia capacidad única para ser guiado con amor y conocer un mundo de realidad mágica.
El ser espiritual sabe que los milagros son muy reales, Cree que las fuerzas que han creado milagros para otros siguen presentes en el universo y se pueden utilizar. 
El ser no espiritual tiene una visión totalmente distinta de los milagros. Los considera como accidentes y, por lo tanto, no tiene ninguna fe en su propia capacidad para participar en el proceso de hacer milagros.


Estos doce rasgos de la espiritualidad requieren muy poco por tu parte. No son difíciles de entender ni requieren una preparación o adoctrinamiento largos por tu parte. Pueden alcanzarse en este mismo instante en que estás leyendo.
El proceso que lleva a la conversión en un ser espiritual tiene lugar en ese yo invisible del que he hablado.

Independientemente de cómo hubieras elegido ser hasta el momento, trabajar para convertirte en un ser espiritual puede ser ahora tu elección concreta. No necesitas adoptar unos principios religiosos específicos ni sufrir una transformación religiosa; sólo tienes que decidir: «Así es como me gustaría vivir el resto de mi vida». Con esta forma de compromiso interior estarás en el camino.

Sin embargo, es muy importante que sepas que la realidad mágica es totalmente inalcanzable para aquellos que eligen la vida no espiritual. La capacidad de hacer que sucedan milagros es básicamente resultado del lado en el que te alinees, del modo en que decidas utilizar tu mente y de la fe que tengas en tu capacidad para utilizarla de modo que ello incida en el mundo físico.
Tu zonas Mágicas.
Wayne Dyer