sábado, 13 de septiembre de 2014

CONVERSACIONES CON DIOS Una experiencia extraordinaria NEALE DONALD WALSCH





El mundo es tal como es porque no podría ser de ninguna otra manera y seguir existiendo en la esfera ordinaria de lo físico. Los terremotos y los huracanes, las inundaciones y los tornados, y todos los acontecimientos que llamáis desastres naturales no son sino movimientos de los elementos de una polaridad a la otra. El ciclo nacimiento - muerte forma también parte de este movimiento. Estos son los ritmos de la vida, y en la realidad ordinaria todo está sujeto a ellos, puesto que la propia vida es un ritmo. Es una onda, una vibración, una pulsación del mismo corazón de Todo Lo Que Es.
El malestar y la enfermedad son los contrarios de la salud y el bienestar, y se manifiestan en vuestra realidad a petición vuestra. No podéis caer enfermos si, a un determinado nivel, no lo provocáis vosotros mismos, y podéis estar bien de nuevo en un cierto momento simplemente decidiendo estarlo. Los estados de profunda frustración personal son respuestas que habéis elegido, y las calamidades mundiales son el resultado de la conciencia mundial.
Tu pregunta implica que yo decido tales acontecimientos, que ocurrirían por Mí voluntad y Mí deseo. Pero Yo no provoco estas cosas; simplemente os observo a vosotros hacerlo. Y no hago nada para detenerlas, porque obrar así sería coartar vuestra voluntad. Además, ello os privaría de la experiencia de Dios, que es la experiencia que vosotros y Yo hemos elegido juntos.
No condenes, pues, todo aquello que llamaríais malo en el mundo. En lugar de ello, pregúntate qué es lo que consideras malo y, en su caso, qué puedes hacer para cambiarlo.
Investiga en ello, preguntándote: “¿Qué parte de mí mismo quiero experimentar ahora en esta calamidad? ¿Qué aspecto del ser decido que surja a partir de ahora?”. Y ello, porque todo lo vivo existe como una herramienta de vuestra propia creación, y todos sus acontecimientos se presentan simplemente como oportunidades para que decidáis, y seáis, Quienes Sois.

Esto es así para cualquier alma; no sois, por tanto, víctimas en el universo, sino únicamente creadores. Todos los Maestros que han caminado por este planeta lo han sabido. Y ello porque, no importa que Maestro se mencione, ninguno se veía así mismo como víctima; aunque muchos fueron realmente crucificados.
Cada alma es un Maestro, aunque algunas no recuerden sus orígenes o su herencia. Cada uno crea, en cada momento, la situación y circunstancias apropiadas para su objetivo más elevado y su proceso de recuerdo más rápido.
No juzgues, pues, el camino kármico que recorre otra persona. No envidies su éxito, no compadezcas su fracaso, puesto que no sabes qué es éxito y que fracaso en los cálculos del alma. No llames a algo calamidad, ni feliz acontecimiento, hasta que decidas, o compruebes, como es utilizado; ya que ¿es una calamidad la muerte de uno si con ello salva las vidas de miles? ¿Y es una vida un feliz acontecimiento cuando ésta sólo ha provocado dolor? Sin embargo, aunque no juzgues, mantén siempre tu propio criterio, y deja que los demás sigan el suyo.
Esto no significa que debas ignorar una petición de ayuda, ni la tendencia de tu alma a procurar cambiar una circunstancia o condición determinada. Significa que has de evitar las etiquetas y los juicios hagas lo que hagas. Para cada circunstancia hay un don, y en cada experiencia se oculta un tesoro.
Había una vez un alma que sabía que ella era la luz. Era un alma nueva, y, por lo tanto, ansiosa por experimentar. “Soy la luz - decía -. Soy la luz.” Pero todo lo que supiera al respecto y todo lo que dijera al respecto no podían sustituir a la experiencia. Y en la esfera de la que surgió esta alma no había sino la luz. Todas las almas eran grandiosas, todas las almas eran magníficas, y todas las almas brillaban con el brillo imponente de Mi propia luz. Así, la pequeña alma en cuestión era como una vela en el sol. En medio de la más grandiosa luz – de la que formaba parte -, no podía verse a sí misma, ni experimentarse a sí misma como Quien y Lo Que Realmente Era.
Sucedía que esta alma anhelaba una y otra vez conocerse a sí misma. Y tan grande era su anhelo, que un día le dije:
-¿Sabes, pequeña, qué deberías hacer para satisfacer este anhelo tuyo?
-¿Qué Dios Mío? ¡Quiero hacer algo! - me dijo la pequeña alma.
-Debes separarte del resto de nosotros - respondí -, y luego debes surgir por ti misma de la oscuridad.
-¿Qué es la oscuridad, oh, Santo? - pregunto la pequeña alma.
-Lo que tu no eres – le respondí, y el alma lo entendió.
Y eso hizo el alma, apartándose del Todo, e incluso yendo hacia otra esfera. En esta esfera el alma tenía la facultad de incorporar a su experiencia todo género de oscuridad. Y así lo hizo.
Pero en medio de toda aquella oscuridad, gritó:
-¡Padre, Padre! ¿Por qué me has abandonado?
Igual que vosotros en vuestros momentos más negros. Pero Yo nunca os he abandonado, sino que estoy siempre a vuestra disposición, dispuesto a recordaros Quienes Sois Realmente; dispuesto, siempre dispuesto, a recibiros en casa.
Así pues, sé la luz en la oscuridad, y no la maldigas.
Y no olvides Quién Eres mientras dura tu rodeo por el camino de lo que no eres. Pero alaba la creación, aunque trates de cambiarla.
Y sabe que lo que hagas en los momentos de más dura prueba puede ser tu mayor triunfo, ya que la experiencia que creas es una afirmación de Quién Eres, y de Quién Quieres Ser.
Te he explicado esta historia – la parábola de la pequeña alma y el sol – a fin de que puedas entender mejor porqué el mundo es como es, y cómo puede cambiar en un instante en el momento en que cada uno recuerde la divina verdad de su más alta realidad.
Ahora bien, hay quienes dicen que la vida es una escuela, y que todo lo que uno observa y experimenta en su vida es para que aprenda. Ya he hablado de ello antes; pero nuevamente digo:


No habéis venido a esta vida a aprender nada; sólo tenéis que manifestar lo que ya sabéis. Al manifestarlo, lo realizaréis y os crearéis a vosotros mismos de nuevo, a través de vuestra experiencia. Así pues, justificad la vida y dotadla de objetivo. Hacedla sagrada.

¿Estas diciendo que todo lo malo que nos sucede lo hemos elegido nosotros? ¿Significa eso que incluso las calamidades y los desastres son, a un cierto nivel, creados por nosotros a fin de que podamos “experimentar lo contrario de Quienes Somos”? Y, si es así, ¿no hay una manera menos dolorosa - menos dolorosa para nosotros mismos y para los demás – de crearnos las oportunidades de experimentarnos a nosotros mismos?
Me haces varias preguntas, y todas interesantes. Vamos a verlas una por una.
No, no todo lo que os ocurre y que llamáis malo sucede por vuestra propia elección. No en el sentido consciente al que tú aludes. Pero todo ello es vuestra creación.
Estáis siempre en proceso de creación. En cada momento. En cada minuto. Cada día. Más tarde nos ocuparemos de cómo podéis crear. Por ahora, simplemente cree lo que te digo: sois una gran máquina de creación, y estáis produciendo cada nueva manifestación literalmente a la misma velocidad con la que pensáis.
Eventos, sucesos, acontecimientos, condiciones, circunstancias: todo ello son creaciones de la conciencia. La conciencia individual es bastante poderosa. Puedes imaginar qué género de energía creadora se desata cada vez que dos o más se reúnen en Mi nombre. ¿Y la conciencia colectiva? ¡Esta es tan poderosa que puede crear acontecimientos y circunstancias de importancia mundial y consecuencias planetarias!
No sería correcto decir – al menos no en el sentido que tú le das - que elegís dichas consecuencias. No las elegís más de lo que pueda elegirlo Yo. Como yo, las observáis. Y decidís Quienes Sois en función de ellas.
Sin embargo, no hay víctimas en el mundo; ni malvados. Ni tampoco sois víctimas de las decisiones de los demás. En un determinado nivel, habéis creado todo aquello que decís que aborrecéis; y, al haberlo creado, lo habéis elegido.
Se trata de un nivel avanzado de pensamiento; un nivel al que, antes o después, acceden todos los Maestros, ya que sólo cuando son capaces de aceptar la responsabilidad de todo pueden adquirir la capacidad de cambiar una parte.
En la medida en que alberguéis la noción de que hay algo o alguien ajeno que “os hace algo” a vosotros, perderéis la capacidad de actuar por vosotros mismos. Sólo cuando digáis “yo hago esto” podréis hallar la fuerza necesaria para cambiarlo.
Es mucho más fácil cambiar lo que se hace uno mismo que cambiar lo que hace otro.
El primer paso a la hora de cambiar algo es saber y aceptar que habéis elegido que eso sea lo que es. Si no podéis aceptar esto a un nivel personal, aceptadlo mediante la interpretación de que Nosotros somos Uno. Tratad, pues, de crear un cambio no porque algo sea malo, sino porque ha dejado de constituir una adecuada afirmación de Quienes Sois.
Sólo hay una razón para hacer algo; que eso sea una afirmación ante el universo de Quiénes Sois.
Tomada en este sentido, la vida se convierte en auto-creadora. Utilizáis la vida para crearos a vosotros mismos como siendo Quienes Sois, y Quienes Siempre Habéis Querido Ser. Hay también una sola razón para dejar de hacer algo: que eso haya dejado de ser una afirmación de Quienes Queréis Ser; que ya no sea vuestro reflejo, que ya no os represente (es decir, que ya no os re-presente...).
Si queréis ser adecuadamente re-presentados, debéis procurar cambiar cualquier aspecto de vuestra vida que no encaje en el retrato de vosotros mismos que deseáis proyectar en la eternidad.
En el más amplio sentido, todo lo “malo” que sucede es por vuestra elección. El error no esta en elegirlo, sino en calificarlo de “malo”. Al calificarlo así, os calificáis de malos a vosotros mismos, ya que se trata de una creación vuestra.

No podéis aceptar esta etiqueta, no tanto porque os calificáis de malos como porque negáis vuestras propias creaciones. Esta es la falta de honradez intelectual y espiritual que os permite aceptar un mundo cuyas condiciones son como son. Si aceptarais – e incluso percibierais, con un profundo sentimiento interior – vuestra responsabilidad personal respecto al mundo, éste sería un lugar muy diferente. Esto, desde luego, sería así si todo el mundo se sintiera responsable. Que eso sea tan manifiestamente obvio es lo que lo hace tan absolutamente penoso, y tan patéticamente irónico.
Las calamidades y desastres naturales del mundo - sus tornados y huracanes, sus volcanes e inundaciones; sus desórdenes físicos – no son específicamente una creación vuestra. Pero sí lo es el grado en que dichos sucesos afectan a vuestra vida.
Ocurren acontecimientos en el universo que ni siquiera con un esfuerzo de imaginación se podría afirmar que son instigados o creados por uno.
Dichos eventos los crea la consciencia combinada del hombre. Todo el mundo, co-creando conjuntamente, produce dichas experiencias. Lo que hace cada uno de nosotros, individualmente, es moverse a través de dichas experiencias, decidiendo qué significado tienen para él – si tienen alguno -; decidiendo Quienes y Que sois en relación con ellas.
Así, creáis colectiva e individualmente la vida y los momentos que experimentáis, para el propósito del alma de evolucionar.



Me has preguntado sino hay una manera menos dolorosa de pasar por este proceso, y la respuesta es que sí; pero nada en tu experiencia externa habrá cambiado. La manera de reducir el dolor que asocias con las experiencias y acontecimientos de la tierra - tanto tuyos como de los demás – es cambiar el modo de percibirlos.
No puedes cambiar el acontecimiento externo (puesto que ha sido creado por muchos de vosotros, y vuestras conciencias no se han desarrollado lo bastante como para alterar individualmente lo que ha sido creado colectivamente), de modo que debes cambiar la experiencia interna. Esta es la llave maestra de la vida.
Nada es doloroso en y por sí mismo. El dolor es el resultado de un pensamiento equivocado. Es un error en el pensar.
Un Maestro puede hacer desaparecer el mayor dolor; de este modo, el Maestro sana.
El dolor resulta de un juicio que te has formado sobre algo. Elimina el juicio, y el dolor desaparecerá.
A menudo, el juicio se basa en la experiencia previa. Vuestra idea sobre algo se deriva de una idea anterior sobre aquello. A su vez, vuestra idea anterior resulta de otra aún anterior a ella, u ésta de otra, y así sucesivamente; hasta llegar, recorriendo todo el camino hacia atrás - como en la sala de los espejos -, a lo que Yo llamo el primer pensamiento.
Todo pensamiento es creador, y ningún pensamiento es más poderoso que el pensamiento original. He ahí por que a veces se le llama también pecado original.
El pecado original consiste en que vuestro primer pensamiento sobre algo sea un error. Este error se mezcla muchas veces con un segundo o tercer pensamiento. La tarea del Espíritu Santo consiste en inspirarnos nuevos conocimientos que puedan liberaros de vuestros errores.
¿Estas diciendo que no debo sentirme mal al pensar en los niños que mueren de hambre en África, la violencia y la injusticia en América, o el terremoto que mata a centenares de personas en Brasil? 

En el mundo de Dios no existe los “debo” ni los “no debo”. Haz lo que quieras hacer. Haz aquello que constituya tu reflejo, aquello que te represente como una versión más magnífica de Ti mismo. Si quieres sentirte mal, siéntete mal.
Pero no juzgues, ni condenes, puesto que no sabes por qué ocurren las cosas, ni con qué fin.
Y recuerda esto: aquello que condenes te condenará, y un día serás aquello que juzgas.
Trata, más bien, de cambiar – o ayudar a quienes lo están cambiando - aquello que ha dejado de reflejar vuestro más alto sentido de Quienes Sois.
No obstante, bendícelo todo, pues todo es creación de Dios, a través de la vida, que constituye la más alta creación.
¿Podríamos detenernos aquí un instante para que pueda recobrar el aliento? ¿He oído bien? ¿Dices que en el mundo de Dios no existen los “debo” ni los “no debo”?
Exacto.
¿Cómo puede ser? Si no existen en Tu mundo, ¿dónde existirían entonces?
¿Qué dónde...?
Repito la pregunta. ¿Dónde existirían los “debo” y “no debo”, si no es en Tu mundo?
En vuestra imaginación.
Sin embargo, quienes me enseñaron todo lo que sé acerca de lo correcto y lo equivocado, lo que hay que hacer o dejar de hacer, lo que se debe o no se debe hacer, me dijeron que todas aquellas reglas se fundamentaban enTi: en Dios.
Entonces, quienes te enseñaron estaban equivocados. Yo nunca he establecido qué es lo “correcto”> o lo “equivocado”, que “hay que hacer” o qué “no hay que hacer”. Obrar así equivaldría a despojaros completamente de nuestro mayor don: la posibilidad de hacer lo que os plazca, y experimentar los resultados de ello; la oportunidad de crearos a vosotros mismos de nuevo a imagen y semejanza de Quienes Realmente Sois; el espacio para producir una realidad de vosotros mismos cada vez mayor, basada en vuestra idea más magnífica de aquello de lo que sois capaces.
Afirmar que algo – un pensamiento, palabra u obra – es “equivocado” sería tanto como deciros que no lo pusierais en práctica. Deciros que no lo pusierais en práctica sería lo mismo que prohibíroslo. Prohibiroslo sería tanto como limitaros. Y limitaros equivaldría a negar la realidad de Quienes Realmente Sois, así como la posibilidad de que creéis y experimentéis esa verdad.
Hay quienes dicen que os he dado el libre albedrío, pero luego estos mismos afirman que, si no Me obedecéis, os enviaré al infierno. ¿Qué clase de libre albedrío es ese? ¿No constituye eso una burla hacia Dios: negar todo tipo de relación auténtica entre nosotros?
Bueno, aquí entramos en otro terreno del que también quería que habláramos, y es todo ese asunto del cielo y el infierno. Por lo que puedo deducir, no existe nada parecido al infierno.
El infierno existe pero no es como vosotros pensáis, y no lo habéis experimentado por las razones que te he dado.
¿Qué es el infierno?
Es la experiencia del peor resultado posible de vuestras elecciones, decisiones y creaciones. Es la consecuencia natural de cualquier pensamiento que Me niegue, o niegue Quienes Sois en relación a Mí.
Es el dolor que sufrís a causa de un pensamiento equivocado. Pero el término “pensamiento equivocado” tampoco es apropiado, ya que no existe nada que sea equivocado.
El infierno es lo opuesto a la alegría. Es la insatisfacción. Es saber Quienes y Que Sois, y fracasar a la hora de experimentarlo. Es ser menos. Eso es el infierno, y no hay ninguno mayor para vuestra alma.
Pero el infierno no existe como ese lugar que habéis imaginado, donde os quemáis en un fuego eterno, o como una forma de tormento perpetuo. ¿Qué podría pretender Yo con eso?
Incluso si Yo sostuviera la idea, extraordinariamente malvada, de que no os “merecíais” el cielo, ¿por qué habría de tener la necesidad de buscar algún tipo de venganza, o castigo, por vuestra falta? ¿No sería para Mí mucho más sencillo simplemente deshacerme de vosotros? ¿Qué vengativa parte de Mí necesitaría someteros a un sufrimiento eterno de un tipo y una intensidad más allá de cualquier descripción?
Si me contestas que la necesidad de justicia, ¿no sería suficientemente justo la simple negación de la comunión Conmigo en el cielo? ¿Hace falta también infligir un dolor sin fin?
Te digo que después de la muerte no hay ninguna experiencia semejante a la que habéis elaborado en vuestras teologías, basadas en el temor.

Pero sí existe la experiencia del alma tan infeliz, tan incompleta, tan inferior al todo, tan separada de la inmensa alegría de Dios, que para vuestra alma eso sería el infierno. Pero deja que te diga que Yo no os envío ahí, ni tampoco soy la causa de que esa experiencia os aflija. Sois vosotros, vosotros mismos, quienes creáis esa experiencia, cada vez y en cada ocasión que alejáis vuestro Yo de vuestro pensamiento más alto sobre vosotros. Sois vosotros, vosotros mismos, quienes creáis la experiencia cada vez que rechazáis a vuestro Yo; cada vez que negáis Quienes y Que Sois Realmente.
Pero ni siquiera esta experiencia es eterna. No puede serlo, puesto que no forma parte de Mi plan que permanezcáis separados de Mí para siempre. En realidad, una cosa así es una imposibilidad: para que algo así sucediera, no sólo vosotros habríais de negar Quienes Sois; también habría de hacerlo Yo. Y eso no lo haré nunca. Y mientras uno de nosotros mantenga la verdad acerca de vosotros, dicha verdad prevalecerá finalmente.
Pero si no hay infierno, ¿significa eso que puedo hacer lo que quiera, actuar como desee, realizar cualquier acción, sin temor a un castigo?
¿Necesitas el temor para poder ser, hacer y tener aquello que es intrínsecamente justo? ¿Necesitas sentirte amenazado para ser “bueno”? ¿Y qué es “ser bueno”? ¿Quién tiene la última palabra respecto a eso? ¿Quién establece las pautas? ¿ ¿Quién hace las normas?
Déjame que te diga algo: cada uno de vosotros es quien hace sus propias normas. Cada uno de vosotros establece las pautas. Y cada uno de vosotros decide si lo que ha hecho es bueno, si lo que hace es bueno; ya que cada uno de vosotros es el único que ha decidido Quién y Qué Es Realmente, y Quién Quiere Ser. Y cada uno de vosotros es el único que puede establecer si lo que hace es bueno.
Ningún otro os juzgará nunca, ya que ¿por qué, y cómo, podría Dios juzgar Su propia creación y decir que es mala? Si Yo quisiera que fuerais perfectos y obrarais siempre de manera perfecta, os habría dejado en el estado de total perfección del que procedéis. El fin último del proceso era que os descubrierais a vosotros mismos, que os crearais a Vosotros mismos, tal como realmente sois, y como realmente deseáis ser. Pero no podíais serlo a menos que tuvierais también la posibilidad de ser otra cosa distinta.
¿Debo, entonces, castigaros por realizar una elección que Yo Mismo he puesto ha vuestro alcance? Y si Yo no quisiera que dispusierais de esa segunda posibilidad, ¿para qué habría de crear otra que no fuera la primera?
Esta es la pregunta que debéis haceros antes de atribuirme el papel de un Dios que condena.
La respuesta directa a tu pregunta es que sí: puedes hacer lo que quieras sin temor al castigo. Sin embargo, puede resultarte útil ser consciente de las consecuencias.
Las consecuencias son los resultados naturales. No tienen nada que ver con los castigos. Son simplemente resultados: lo que resulta de la aplicación natural de las leyes naturales; lo que ocurre – de manera totalmente predecible - como consecuencia de lo que ha ocurrido.
Toda la vida física funciona según las leyes naturales. Cuando recordéis estas leyes, y las apliquéis, lograréis dominar la vida a nivel físico.
Lo que a vosotros os parece un castigo – o aquello a lo que llamaríais el mal, o la mala fortuna -, no es sino una ley natural manifestándose por sí misma.
Entonces si conociera estas leyes, y las obedeciera, nunca más volvería a tener un momento de turbación. ¿Es eso lo que me estas diciendo?
Nunca te experimentarías a Ti mismo en un estado de eso que llamas “turbación”. No considerarías ninguna situación de la vida como un problema. No afrontarías ninguna situación con inquietud. Pondrías fin a cualquier clase de preocupación, duda o temor. Vivirías tal como imagináis que vivían Adán y Eva: no como espíritus desencarnados en el reino de lo absoluto, sino como espíritus encarnados en el reino de lo relativo. Pero gozarías de toda la libertad, de toda la alegría, de toda la paz y de toda la sabiduría, el conocimiento y la fuerza del Espíritu que eres. Serías un ser plenamente realizado.
Este es el objetivo de vuestra alma. Este es su propósito: realizarse plenamente ella misma a través del cuerpo; llegar a ser la encarnación de todo lo que realmente es.
Este es Mi plan para vosotros. Este es mi ideal: lo que Yo debo llegar a realizar por medio de vosotros. Es así, convirtiendo el concepto en experiencia, como Yo puedo conocerme a Mí mismo experimentalmente.


Las leyes del Universo son leyes que Yo he establecido. Son leyes perfectas, que crean una función perfecta de lo físico.
¿Has visto alguna vez algo más perfecto que un copo de nieve? Su complejidad, su dibujo, su simetría, su identidad consigo mismo y su originalidad respecto a todos los demás: todo es un misterio. Os asombráis ante el milagro de esta imponente manifestación de la naturaleza. Pero si puedo hacer esto con un simple copo de nieve, ¿qué crees que puedo hacer – que he hecho - con el universo?
Aunque vierais su simetría, la perfección de su diseño - desde el cuerpo más grande a la partícula más pequeña -, no seríais capaces de mantener esta verdad en vuestra propia realidad. Ni siquiera ahora, que empezáis a vislumbrar algo de él, podéis imaginar o entender sus interrelaciones. Pero podéis saber que existen dichas interrelaciones: mucho más complejas y mucho más extraordinarias de lo que vuestra comprensión actual puede abarcar. Vuestro Shakespeare lo expresó maravillosamente: “¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!”
Extracto del libro “Conversaciones con Dios”
Neale Donald Walsch

LA PEQUEÑA ALMA Y EL SOL









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