Conéctate
a la fuente divina con un amor incondicional
No
hay, ni en la tierra ni en el cielo, mayor poder que del amor puro e
incondicional. Este es el núcleo del sexto principio de la
manifestación.
La
naturaleza de la fuerza de Dios, esa inteligencia invisible que hay
en todas las cosas, y que es el origen del mundo material y el centro
del plano tanto espiritual como físico, podría definirse como amor
puro e incondicional. Es aquello que hace que las cosas materiales
ocupen su lugar y que impide que se colapsen en innumerables
partículas. Esta fuerza de Dios es como un alma superior a la que
siempre estamos conectados porque somos extensiones localizadas de
ella.
Quizá
te sientas infinitamente merecedor de atraer a tu vida la prosperidad
material y espiritual, pero si no vives de acuerdo con el amor
incondicional estarás interfiriendo en tu capacidad para manifestar
en tu vida. Para estar divinamente alineado con esta energía
infinita y universal, tienes que convertirte en amor incondicional.
Aunque
parece fácil e incluso apropiado anunciar «Yo practico el amor
incondicional», eso dista mucho de la realidad en el caso de la
mayoría de los que estamos sobre este plano físico. El amor
incondicional se nos escapa a la mayoría de nosotros, debido en
buena medida a que tendemos a identificarlo con el afecto o
sentimiento.
Mira
Bai sabe que para encontrar al Uno Divino lo único indispensable es
el amor.
LA
ENERGÍA DEL AMOR DISUELVE LAS LIMITACIONES
Al
decir que el amor emana del alma y de la divina conciencia de Dios,
me refiero a algo que el yo inferior o el ego no pueden percibir. No
hablo de tener «buenos sentimientos» hacia los demás, del amor
romántico, de mostrar afecto y consideración por todo el mundo.
Este amor incondicional sobre el que escribo aquí es una experiencia
de la armonía de la vida. Es algo demasiado profundo para que
podamos despertarlo con nuestros sentidos o nuestra mente.
La
energía de amor incondicional es el poder que está detrás de la
creación. Guía todas nuestras leyes naturales. Podemos imaginar
este amor como una vibración que transmite las formas de pensamiento
a una expresión material. En su naturaleza más elevada, el amor es
la fuerza que reconocemos como la voluntad de Dios. Es la alquimia
que asumimos para encontrarle sentido a la forma en que se
materializan las cosas desde el mundo del espíritu.
Se
trata de palabras muy importantes, y es esencial que las conozcas si
quieres dejar de ser alguien que toma lo que la vida le presenta y
participar en el acto de la creación junto con la energía universal
del amor incondicional.
Te
sugiero que te embarques en el experimento de practicar únicamente
el amor incondicional durante varios días, quizá incluso durante
una semana. Conviértelo en tu actividad principal, pero prométete a
ti mismo que sólo permitirás que de tu conciencia emanen
pensamientos amorosos incondicionales. Proclama tu compromiso de
vivir el amor incondicional durante el período de tiempo que hayas
decidido. Durante ese período de tiempo niégate a abrigar
pensamientos críticos o juicios. En los momentos de tranquilidad,
piensa sólo en paz y amor. Piensa y actúa en todas tus relaciones
exclusivamente de forma amorosa.
Extiende
los pensamientos y la energía amorosa cada vez que te encuentres con
alguien o con algo. Conviértete en amor incondicional.
Esta
práctica de convenirse en amor incondicional es un requisito
indispensable para el proceso de la manifestación. Al verter amor en
tu entorno inmediato y practicar la afabilidad en todos tus
pensamientos, palabras y acciones, tu círculo inmediato de amigos
empezará a responder de una forma completamente nueva. Además, este
acto se hace muy rápidamente expansivo y puedes llegar a irradiar
este amor hacia tu comunidad y a las personas sobre las que lees en
los periódicos, incluidas aquellas que han sido clasificadas como
terroristas, asesinos, artistas fraudulentos y similares.
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De
la palabra incondicional, destaca el «in». Te desvinculas de todo y
lo amas todo. No amas el acto hostil, sino el espíritu que se halla
bloqueado en aquellos que causan daño y no son amorosos. Si puedes
vivir de este modo y rechazar todos los pensamientos y acciones que
no sean de naturaleza incondicionalmente amorosa, experimentarás la
esencia de tu espíritu y sabrás cómo superar las limitaciones en
tu propia vida.
Se
trata de una tarea que tus condicionamientos no estimulará
fácilmente. Pero puedes perseverar durante unos pocos días para
saber cómo es el espíritu divino universal. Ese espíritu no juzga
nada ni a nadie, no moraliza, no demuestra favoritismo, sino que
simplemente existe como amor incondicional que irradia armonía y
permite que todo y todos se desplieguen. Cada día se abre millones
de flores y luego se cierran con la única ayuda del amor
incondicional que fluye en todo y que se encuentra en el núcleo de
la energía universal, infinita y eterna. Con este ejercicio estarás
cultivando este aspecto de ti mismo.
Al
practicar el amor incondicional, contempla y medita sobre el amor
incondicional sagrado que también es el núcleo de ti mismo. Imagina
un átomo de amor incondicional que se encuentre en el centro mismo
de tu propia existencia. Siente su presencia en tu corazón y percibe
cómo se abre e irradia hacia fuera. Este sentimiento impersonal, que
no depende de nadie ni de nada, ni tan siquiera de un sistema de
creencias, se transformará pronto en la sensación de que estás
conectado con la energía infinita del amor incondicional que es
Dios.
Con
esta transformación, entrarás en el camino de la manifestación. Te
conectarás, desembarazándote de todo juicio, cólera, moralización,
prédica, odio, rencor y todas las demás herramientas del ego.
¿Qué
cabe esperar por el hecho de practicar durante unos pocos días un
amor total e incondicional? Si dedicas todas tus meditaciones al amor
y pones amor en cada situación concreta y en cada persona con la que
te encuentres y, más aún, si extiendes ese amor hacia todas las
personas que habitan el planeta y a la infinitud del universo,
sentirás que te conviertes en una persona diferente. Dormirás más
profundamente. Te sentirás en paz casi en todo momento. Tus
relaciones serán más profundamente espirituales. Y, lo que es más
importante, empezarás a reconocer las «coincidencias» de tu vida
con mayor regularidad. Tu amor incondicional empezará a producir
entonces lo que deseas, sin que te des siquiera cuenta. Tus sueños
serán más intensos y la conciencia de lo que buscas se hará más
clara.
Lo
que sugiero es que puedes amar más e incondicionalmente, sin esperar
nada a cambio; como resultado de ello, desaparecerán las
limitaciones que experimentas. Inténtalo al menos. Hay un fragmento
muy citado del Nuevo Testamento que parece apropiado citar aquí.
Creo que es uno de los pasajes más profundos que se hayan escrito
jamás. Pertenece a Corintios 13, sobre el «amor».
Y
aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Aunque
hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
amor soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera
el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la
ciencia; aunque tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si
no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me
aprovecha. El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, no es
jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca tu interés, no se
irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se
alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera.
Todo lo soporta.
El
amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, cesarán las
lenguas, desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia
y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá
lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como
niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas
de niño. Ahora no vemos sino un pobre reflejo en un espejo. Luego
veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces
conoceré plenamente, del mismo modo que soy plenamente conocido.
Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la
mayor de todas ellas es el amor.
En
efecto, la mayor de todas es el amor. Hará que desaparezca lo
imperfecto y te permitirá alcanzar la plenitud espiritual de
participar en la creación de tu vida, basándote en el modelo del
amor incondicional.
Soy
consciente de lo difícil que es que nos dejemos guiar en todo
momento por el amor incondicional.
Imagino
que tu ego protestará, diciendo que esta idea es absurda porque eres
humano, y los humanos tenemos deficiencias. A pesar de todo, te pido
que realices este ejercicio durante unos pocos días o una semana. Sé
que se convertirá en algo habitual en cuanto percibas la riqueza de
vivir con esta nueva conciencia.
El
amor incondicional es el misterio último que se esconde en la vida.
Puede parecer sencillo, pero es tan poderoso que te liberará de la
dominación de tu ego si le concedes aunque sólo sea un breve
período de prueba en tu vida. Mientras no aprendamos a trascender el
ego, seguiremos contribuyendo a la locura a la que asistimos en el
mundo. Despegarse y convertirse en un observador incondicionalmente
amoroso es la mejor forma de cultivar una relación sana y
equilibrada entre el ego y el espíritu.
EL
PROCESO DE LA OBSERVACIÓN DESVINCULADA
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Uno
de los grandes ejercicios de meditación que aprendí hace muchos
años supone imaginar que uno se eleva fuera de su propio cuerpo y
flota en el espacio hasta llegar tan lejos que puede observar todo el
planeta. Si lo haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin tu
presencia en ella. Será una tarea difícil para tu ego. A
continuación, empieza a observar el planeta sin emitir ningún
juicio, negándote a calificar nada de bueno o malo, correcto o
incorrecto. Proponte simplemente observar, permitir y enviar amor
incondicional. Probablemente, te resultará más fácil enviar amor
incondicional cuando no estés ahí para interferir. Es decir, puedes
amar incondicionalmente cuando consigas apartar a tu ego del camino.
Esta técnica te ayudará a proyectar amor incondicional.
Si
todo tú te conviertes en amor incondicional, no participarás en las
preocupaciones del ego. Al funcionar desde esta perspectiva,
practicas la desvinculación en un estado de afabilidad, lo que te
convierte en un testigo compasivo hacia todos y todo aquello con lo
que entres en contacto. Es algo mágico poder irradiar esta clase de
amor fuera de tu persona. En eso consiste la resolución de ese gran
misterio que es cómo conectarse y conocer a Dios. Es decir, no de
saber lo que es Dios, sino de conocer a Dios.
El
proceso de convertirse en un observador desvinculado se produce en el
silencio de la contemplación o la meditación. Busca tiempo para
estar a solas, rodeado de serenidad y entra en este lugar interior de
amor. Es en el silencio donde conocerás verdaderamente la energía
divina del amor incondicional.
La
mayoría de los occidentales tenemos grandes dificultades para
soportar prolongados períodos de silencio. Se suelen llenar esos
momentos con música, conversación, radio, televisión y cualquier
otra cosa que se pueda utilizar para evitar el silencio. La nuestra
es una cultura ruidosa.
Al
intentar meditar y limitarme a observar el silencio, escucho
aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras, teléfonos portátiles,
sierras y las numerosas máquinas que remueven la tierra y la arena,
que abren zanjas, limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas
tienen fuentes de potencia que contaminan el mundo con su ruido
atroz. Se necesita práctica para aprender a trascender esos sonidos,
abstraerse y dejar fuera toda esa contaminación sonora. El ruidoso
mundo seguirá filtrándose hasta tus momentos de tranquilidad, a
menos que puedas alejarte lo suficiente de él para entrar en
contacto con la naturaleza y evitarlo.
Nuestra
preocupación por el sonido satisface la necesidad del ego de escapar
de la serenidad y el amor incondicional de la inteligencia divina que
es Dios. Pero puedes convertirte en un observador desvinculado si
decides limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu yo superior se haga
cargo de todo. Conviértete en un observador incondicionalmente
amoroso, no te limites a ser alguien que se deja guiar siempre por su
ego.
Despréndete
de tu inclinación a juzgar y moralizar, y tómate personalmente todo
aquello que observes. Conviértete, simplemente, en alguien que
observa. Te encontrarás entonces alineado con Dios, permitiendo que
todo se solace en tu bienaventurado amor, en lugar de permitir que el
ego insista frenéticamente en que existe una forma superior. Ser
piadoso significa expresar el amor que hay en uno mismo. Es mucho más
que estar simplemente cerca de él. Tienes que formar una unidad con
el ser universal de Dios.
QUÉ
SIGNIFICA ESTAR EN LA UNICIDAD
Lo
que hemos dado en llamar «la voluntad de Dios» no es más que una
invención del hombre para conseguir control sobre los demás. Si
estás convencido de que existe una voluntad de Dios separada de la
tuya, te verás controlado y dominado por quienes afirman conocer la
voluntad de Dios. Si adoptas este sistema de creencias caerás en la
trampa de «tu voluntad contra mi voluntad». Querrás hacer ciertas
cosas, pero «la voluntad de Dios» te dictará otras.
Expresar
amor incondicional y participar en la creación de la propia vida
sólo es posible cuando se sabe que Dios no está separado de ti. Tú
y Dios sois uno. En el Nuevo Testamento, Jesús les dice a las
multitudes: «Yo he dicho: dioses sois», y más tarde: «El que cree
en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me
ve a mí, ve a aquel queme ha enviado» (Juan, 10, 34; 12, 44).
Estar
en un estado de unicidad significa saber que el amor incondicional
que tiene Dios por toda la creación es también el amor
incondicional que puede haber en ti si así lo decides. Tu libre
albedrío es la libertad para abrazar cualquier pensamiento que
desees. Ese libre albedrío es el don que te ha dado Dios. Utilízalo
con un espíritu de amor sobre el que no se imponga ninguna
condición.
El
amor que tiene Dios por ti es incondicional. En ese amor que te
concede el creador divino no hay restricción o censura alguna.
Dispones de la más completa libertad para hacer lo que quieras, pues
tu voluntad y la voluntad de Dios son una misma cosa. Tienes libertad
para elegir tus pensamientos dentro de este gran esquema de amor
incondicional.
Si
tú y el amor de Dios por ti sois una misma cosa, formas parte de una
unidad incondicional. Si impones restricciones a ese amor, o si lo
basas en tus juicios y aversiones, lo conviertes en un amor
condicionado y te alejas de la posibilidad de participar en el acto
de la creación con Dios. Entras entonces en conflicto con la esencia
divina que es Dios, debido a la imposición de condiciones sobre tu
capacidad para amar.
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Supongamos
que Dios decidiera retirar su amor incondicional, tanto por ti como
por el mundo e impusiera en vez de eso ciertas condiciones. En esa
clase de mundo, la gente tendría que funcionar sin la libertad de
pensamiento y de expresión. Todo el cosmos se colapsaría en un
instante.
La
vida fluye con la libertad del amor incondicional. Esa es la esencia
misma de la vida. Ninguna divinidad exige que uno piense de una
determinada manera si no quiere verse maldecido o destruido. En
nuestro mundo, tenemos libertad incondicional para que nuestros
pensamientos sean lo que queramos que sean. Esa es la manera que
tiene Dios de expresar su amor por ti, es el don que te ha concedido
el creador, expresado a través de tu individualidad. Elimina esa
libertad y dejarás de ser humano. Se pierde la propia humanidad
cuando se pierde el amor incondicional que nos permite pensar lo que
queramos.
Supongamos
que puedes funcionar de la misma forma incondicionalmente amorosa,
mediante el simple procedimiento de no emitir juicios. ¿Qué ocurre
si no tienes odio y sólo extiendes hacia los demás la libertad para
elegir? Experimentarás lo que se denomina «unicidad». Tu voluntad
y la voluntad de Dios no entrarán en conflicto.
Los
conflictos que experimentas proceden del ego. Tu ego es la idea que
tienes de ti mismo como separado de Dios y de todas las creaciones de
Dios. El ego necesita que le recuerden su superioridad sobre los
demás. Así es como se crea el conflicto. Pero no tienes por qué
participar en esta estupidez. Tu yo superior sólo desea paz y es
amor incondicional.
Utiliza
este amor para el propósito de la cocreación. Cada momento que
creas al irradiar pensamientos incondicionalmente amorosos es un
reflejo del mismo amor que fue el responsable de tu creación. Crear
(o manifestar) es el acto de extraer amor incondicional desde dentro
de uno mismo, para darle una forma que llamamos el mundo de lo
concreto. En este sentido, pues, el amor incondicional puede
concebirse como el poder para participar en el acto de la cocreación.
EL
AMOR INCONDICIONAL COMO PODER
De
aquellos que parecen poseer el don de atraer a sus vidas toda clase
de cosas buenas, se dice que tienen un poder un tanto misterioso. La
habilidad para alcanzar un estado superior del ser, donde no parece
existir casi ninguna dilación entre la creación de una forma de
pensamiento y la «materialización» de esta, puede verse en
términos de amor incondicional y de una ausencia de exigencia o
juicio sobre el mundo.
Sé
que ese es un poder que está al alcance de todos nosotros cuando
empezamos a adoptar los principios básicos de la manifestación
espiritual. Lo que sucede es que normalmente no reconocemos la
magnitud de ese poder que tenemos en virtud de nuestra capacidad para
crear pensamientos y atraer, a partir de ellos, la abundancia del
universo. Al pensar racionalmente en él, pensamos inmediatamente en
el conflicto entre tener libre albedrío y tener un destino, un
conflicto que, a menudo, soslaya la necesidad de pensar y vivir en
base al amor incondicional. Nuestro cerebro izquierdo racional nos
dice: «Si ya está determinado, no tengo libre albedrío y, por
tanto, cualquier cosa que piense ha sido predeterminada, de modo que
estoy condenado».
Echemos
un rápido vistazo a la cuestión del destino, puesto que se halla
incluida en el título del libro, y situémosla en un contexto
diferente. El destino no está predeterminado. Tu destino lo
determinas tú enteramente.
Cada
momento de tu ahora existencial es el resultado de tu pensamiento
previo. La idea de que todo ha sido ya dispuesto con antelación es
una alucinación. Cada uno puede hacer y manifestar su propio
destino.
Tu
libre albedrío es el don del amor incondicional. Creas tu propio
destino con ese libre albedrío, y cuando te aventuras fuera del
camino del amor incondicional, vives simplemente en una ilusión. La
idea de que estás separado de la voluntad de Dios te sitúa en una
postura servil, de tal modo que Dios se convierte en algo contra lo
que tienes que luchar o que debes temer. Evidentemente, si eso fuera
cierto, Dios no podría ser al mismo tiempo todo amor.
Una
vez que ha arraigado esa ilusión, te conviertes en una víctima de
la vida, en lugar de participar activamente en su creación. Pierdes
entonces tu capacidad para extender el amor incondicional que es la
esencia de tu ser y, en lugar de eso, proyectas tu ego condicionado.
En otras palabras, abandonas tu capacidad para estar en unión con la
fuerza de Dios que te ha creado, y también pierdes el poder para
manifestar o cocrear la vida que deseas. La vida está en conflicto
con tu poder superior.
Empiezas
a temer este poder superior y a actuar de forma servil. Te desencanta
tu incapacidad para atraer cosas positivas y te sientes débil e
impotente. Has perdido la alegría y el éxtasis que acompañan a una
vida de amor incondicional.
CONOCER
LA ALEGRÍA DEL AMOR INCONDICIONAL
Lo
más importante es que al cultivar el amor incondicional te liberarás
del odio y la violencia. Y sin esos pensamientos te será fácil
descubrir en ti la presencia de la alegría y de la paz. Esta es una
reacción automática al amor incondicional, porque estás en armonía
con la fuente creativa.
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Uno
de los conceptos que seguramente tendrás que rectificar en tu camino
hacia el amor incondicional es la equivocada creencia de que la
alegría corresponde al ego, y el sufrimiento al espíritu. La verdad
se encuentra precisamente en invertir esta suposición y alcanzar la
fuente de la alegría espiritual. Dicho de una forma sencilla: desde
el punto de vista del ego, experimentar alegría supone siempre
conseguir lo que deseamos, mientras que la espiritualidad se asocia
con la meditación, la generosidad y los buenos sentimientos por los
demás. El camino que debes seguir para encontrar la verdadera
alegría y bendición en tu vida consiste en afirmar el espíritu y
en subordinar el ego.
Decirse
a uno mismo que el ego es una ilusión proporciona una poderosa
herramienta para la manifestación. El ego te identifica como un
cuerpo fundamentalmente físico, separado de Dios, necesitado de
constantes caricias que alimenten su egoísmo. Al decir simplemente
que eso es una ilusión y que no existe en realidad, esas ideas se
ven sustituidas por el amor incondicional; la alegría que
experimentas entonces supone la negación de lo falso y la afirmación
de la verdad de tu ser.
Eres
absolutamente libre cuando no te consume tu engreimiento. Eres libre
cuando ya no necesitas que todo aquel con el que te encuentres te
halague, te mime y te dé su aprobación. Eres libre cuando ya no te
sientes ofendido por las acciones de los demás. La libertad te
permite extender tu mundo interior hacia el mundo exterior, y eso es
amor.
Se
experimenta una gran felicidad al sentirse libre. Piensa en aquellos
momentos de tu vida en que te hayas sentido más libre, en aquellas
ocasiones en que no te hayas sentido presionado, en que hayas podido
caminar tranquilamente por la naturaleza, o en las que nadie te haya
acosado con determinados plazos, ocasiones en las que te hayas
encontrado solo y en comunión con Dios. Si has establecido la
conexión con tu vida interior, esos serán sin duda los momentos más
gozosos. Cuando uno experimenta esta especie de gozosa libertad, se
siente inspirado y, naturalmente, eso significa que está «en
espíritu».
En
mi vida, los momentos de mayor creatividad se producen cuando me
permito ser libre. Esta libertad produce una gran alegría dentro de
mí, que se manifiesta en forma de nuevas ideas para expandir mi
trabajo y ser más resuelto, para ser mejor escritor, profesor, padre
y esposo, para compartir este amor que siento con todos aquellos que
se molesten en conocerlo.
La
alegría, la libertad y el amor incondicional son inseparables;
fluyen cada uno a partir de la experiencia del otro. Sentir gozo
supone no aferrarse a nada y no tener restricciones. Ese es también
el sentimiento que produce la libertad, y es el resultado de abrazar
el amor incondicional de la energía divina que está en el centro de
tu ser.
La
auténtica alegría no es, simplemente, el placer del momento. Esos
placeres del ego son fugaces y transitorios. Siempre se necesita más
para satisfacerlos, como en el caso de la droga, y esa satisfacción
es en buena medida una ilusión. No pretendo decir con eso que todos
los placeres del cuerpo sean perniciosos, sino simplemente
temporales.
Esto
no quiere decir que no podamos disfrutar de un masaje, de una
deliciosa comida, de un acto de amor físico y de todos los placeres
del cuerpo. Pero deberíamos saber que la verdadera alegría no está
en el placer físico. Está en la mente, que procesa continuamente la
información que recibe y te permite experimentar el placer; el
cuerpo es simplemente neutral, como lo son todas las cosas. Es la
mente la que lo hace real, y no a la inversa.
El
cuerpo no nos hace ser más reales, del mismo modo que no puede curar
la mente. El cuerpo, en y por sí mismo, no nos proporciona
felicidad. Es en la mente donde se origina la curación del cuerpo, y
es también en la mente donde se origina la felicidad. Tu propósito
consiste en alinear tu mente con el amor incondicional que es la
fuente divina de todas las cosas materiales, incluido tu propio
cuerpo. Junto con ese amor, aparecerán en tu vida la felicidad y el
poder.
Cuando
una gota de agua se separa del océano se convierte en una pequeña
partícula impotente, débil e incapaz de mantenerse por sí misma.
Pero cuando se alinea con la fuente de la que se origina, el propio
océano, es mucho más poderosa de lo que jamás podría ser una gota
individual. Lo mismo sucede contigo. Por ti mismo, separado de tu
fuente divina, eres un ego encerrado en una piel, que vive la ilusión
de ser importante y poderoso.
Pero
realineado, puedes conocer la alegría que procede de esta
asociación. Y aquello con lo que te alineas es amor puro e
incondicional, y la aceptación de todo lo que es. Abandona tu temor.
EL
AMOR INCONDICIONAL COMO UNA AUSENCIA DE TEMOR
Todos
los temores proceden de la idea de que estamos solos y nos hallamos
separados de la única fuente divina, a la que damos muchos nombres,
incluido el de Dios o Espíritu Santo. Al adoptar una postura de amor
incondicional, abandonas automáticamente todo temor. En ausencia de
temor y en presencia del amor incondicional, encontrarás la solución
al misterio de la manifestación. Una vez que sabes verdaderamente
que no estás separado o solo, el temor se ve sustituido por el amor
incondicional y obtienes así acceso al Espíritu Santo.
Los
temores se originan en el ego, que envía mensajes constantes
diciéndote que eres un ser incompleto y que necesitas más, que
tienes que ganar para ser mejor en comparación con los demás. Con
tu presión
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incesante,
el ego te mantiene en un estado constante de turbación y angustia.
Aquí es donde nacen y se alimentan todos los temores, dentro de ti
mismo.
Para
aceptar el amor incondicional como una premisa para tu vida, tendrás
que convencer a tu ego que no hay necesidad de demostrar nada, y que
lo único que deseas y esperas ya está ahí. El ego, además,
necesita que se le enseñe que estás conectado con una fuente
creativa que es mucho más poderosa que él mismo.
Puedes
liberarte entonces de su continua necesidad de destacar, vayas adonde
vayas, y puedes enviar hacia el exterior la energía del amor
incondicional con tus pensamientos, confiando en que todo está en
orden. No hay demandas, ni presiones, sino sólo un sencillo
conocimiento, acompañado por una actitud incondicionalmente amorosa.
Con esta clase de declaración, el temor queda eliminado de tu vida y
se ve sustituido por el amor.
Recuerda
la cita bíblica: «El amor perfecto repudia todo temor».
El
temor y el amor son incapaces de residir simultáneamente dentro de
una misma persona. Si tienes miedo, has arrojado el amor lejos de ti.
Si experimentas un amor perfecto, algo que está al alcance de tu
libre albedrío, has arrojado fuera de ti todo temor.
El
principio de amor incondicional es un requisito previo para la
manifestación de tu propio destino, y es algo muy difícil de poner
en práctica de modo permanente. Sin embargo, puedes iniciar este
proceso trabajando en él paso a paso, empezando ahora mismo. A
continuación se indican algunas sugerencias para vivir e irradiar
amor incondicional.
ALGUNAS
FORMAS DE PONER EN PRÁCTICA EL AMOR INCONDICIONAL
·
Ten muy en cuenta, sobre todo, que el amor transforma. Cada acto de
amor libera energía bloqueada en tu cuerpo. El amor incondicional
cura el cuerpo y la mente. Recuérdate esta verdad hasta que se
convierta en tu propia realidad. El amor es una frecuencia con la que
puedes sintonizarte, del mismo modo que sintonizas una frecuencia en
la radio.
·
El polo opuesto del amor es el temor. El temor es una corriente de
energía que recorre literalmente tu cuerpo y que se produce cuando
te sientes desgajado de la fuente de amor incondicional. Cada vez que
experimentes temor, pregúntate: «¿Qué está ocurriendo para que
haya sustituido en este momento el amor por el temor?». Esta especie
de monólogo contigo mismo te permitirá ser consciente de que
vuelves a sentir miedo porque has perdido tu alineación con el amor.
En
esos momentos de clarividencia, has de expulsar de tu cuerpo la
energía del temor, abrazando el amor incondicional. Cuando sientes
miedo, no te quepa la menor duda, la angustia por fracasar, por no
recibir aprobación, por tu aspecto, tus titulaciones, o lo que sea,
se deben a la ausencia de amor incondicional. Cuando experimentes
temor, busca su fuente y verás cómo se disipa casi
instantáneamente.
·
Recuerda que el amor se manifiesta en tus pensamientos y en tus actos
de unicidad. Cuanto más unido te sientas a la fuente divina, tanto
más actuarás de formas amorosas con respecto a los demás.
·
Adquiere el hábito íntimo y regular de meditar. Cada vez que
inspires, siente cómo absorbes amor incondicional. Cada vez que
espires, expulsa los pensamientos de temor. Este ejercicio individual
puede ser la tabla de salvación te conduzca al amor incondicional y
al mundo de la manifestación.
Cuando
salgas a dar un paseo, utiliza tu respiración para absorber la
esencia del amor y sentirla fluir por todo tu cuerpo. Utiliza la
respiración como un medio de inhalar amor de la fuente divina, y de
exhalar temor al expulsar el aire. Te sentirás relajado y
experimentarás más alegría y libertad.
·
Elije un día para practicar este ejercicio con alguna otra persona.
Poneros el objetivo de pensar, actuar e irradiar nada más que amor
incondicional durante veinticuatro horas, incluidos los sueños. Para
vosotros, cada momento de ese día sólo estará infundido de amor.
Esto
significa que en cuanto aparezca un pensamiento moralizante o alguna
clase de juicio, lo expulsarás inmediatamente de tu interior y lo
sustituirás por otro de amor incondicional. Si esto funciona,
intenta ver si puedes alargarlo uno o dos días más. Cuanto más
dure el ejercicio, tanto más espectaculares serán los cambios.
Empezarás
a observar entonces que surgen acontecimientos sincrónicos, y
tendrás la sensación de que Dios se ocupa especialmente de ti.
Observarás un aumento de energía, un cambio interesante en tus
sueños, que se hacen más intensos y espirituales; te verás a ti
mismo atrayendo cosas que antes parecían fuera de tu alcance;
experimentarás con toda seguridad una mayor alegría,
bienaventuranza y también una mayor riqueza en tu relación con los
demás.
·
Toma la decisión de presentarle a Dios tus mayores desafíos en el
ámbito del amor incondicional. Diríjelos
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simplemente
hacia Dios, acompañándolos con una petición como: «No he podido
aportar amor en mi vida en estos ámbitos, y solicito la guía divina
para lograrlo. Sigo albergando rencor y odio hacia estas personas, y
os pido que me mostréis el camino hacia el amor incondicional».
Al
reconocer que te sientes impotente, admites que tus condicionamientos
y las experiencias de tu vida no te han proporcionado las
herramientas para irradiar amor en esos ámbitos. Pero también
reconoces que existe una energía superior, y le pides a esa fuerza
superior que te guíe. Al hacer esto, demuestras que confías en la
fuerza de Dios, y admites que no puedes superar tu ego.
·
En los momentos de oración no tengas miedo de solicitar ayuda. Si
quieres eliminar el temor y el odio y vivir con un espíritu de paz,
se te proporcionará ayuda. No impongas ninguna clase de condición
respecto al modo en que quieres recibir esa ayuda. Limítate a
solicitarla con honestidad y, cuando aparezca, da las gracias.
·
Reconoce la relación entre manifestar el deseo de tu corazón y el
amor incondicional. El amor incondicional es la energía del
universo, es lo que Dios es y, en consecuencia, también lo que eres
tú. Sin este amor, pierdes la conexión con los procesos creativos.
No
puedes atraer hacia ti aquello con lo que ya estás conectado si has
saboteado la conexión. La presencia del amor incondicional está en
todas las cosas que deseas atraer, así como en ti mismo. Manténla
honestamente y conservarás la capacidad para «saber que eres un
dios». Piérdela y habrás perdido tu divinidad. Así de simple.
Recuerda
todo esto cuando te preguntes por qué no se materializan tus deseos
en tu vida. Invariablemente, la respuesta tendrá que ver con la
ausencia de amor incondicional en algún lugar de tu mundo interior.
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No necesitas engañarte a ti mismo con el amor incondicional. Si no
amas la personalidad de otra persona, sé honesto, puedes seguir
amando la esencia, la verdad de todo aquel que vive en este planeta y
más allá. Observa cómo se desdobla cada cual, incluso cuando su
comportamiento entre conflicto con lo que tu sabes que es divino y
santo. Ten la seguridad de que están dominados por sus egos, que han
expulsado de sus comportamientos todo rastro de su esencia divina. A
pesar de eso, debes enviar amor a la esencia que se encuentra tras
sus acciones.
Cuanta
mayor capacidad tengas para ver más allá de la personalidad y del
comportamiento individual, tanta más luz aportarás al planeta. Tu
mundo se va a ver transformado a través de un cambio en la
conciencia, y en esa nueva conciencia el amor va a triunfar sobre las
pasiones del ego. Envía amor aunque te desagrade lo que ves y es
posible que cambie incluso delante de tus propios ojos.
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¡Haz que tu palabra sea ley! Mantén la armonía dentro de ti mismo
y experimentarás amor prácticamente en todas las situaciones.
Cumple lo que digas con amor. Eso te proporcionará un equilibrio que
brilla por su ausencia en aquellos que viven sumidos en los
sentimientos de culpa y autorreproche. Cuanto más practiques «Mi
palabra es ley. Tengo que mantenerla», tanto más equilibrada será
tu vida.
El
universo funciona sobre un equilibrio y la energía que lo mantiene
equilibrado es el amor. Al declararte a ti mismo como una persona que
mantiene su palabra, te alineas con la esencia amorosa del mundo.
He
sido testigo del amor incondicional en acción, en la historia de
Kaye O'Bara, que ha cuidado de su hija comatosa durante veintisiete
años. Conté esta historia, junto con mi esposa Marcelene, en un
breve libro inspirador titulado Una promesa es una promesa, y te
animo a familiarizarse con esta saga verdaderamente asombrosa de amor
incondicional en acción. Sentirás la inspiración al leer esta
notable historia, y sabrás que estás ayudándolas también, puesto
que todos los derechos de autor de este libro les son entregados a
estas dos almas divinas.
Concluye
aquí el sexto principio de la manifestación. El amor incondicional
es un elemento fundamental de tu proceso de formación de imágenes
mentales. No permitas que ningún pensamiento negativo, impulsado por
el ego, penetre en el reino interior del amor.
Si
pones en práctica este principio abrirás tus ojos a una verdad que
escapa a la mayoría de la gente. Es el amor incondicional lo que
permite que entremos realmente en contacto con la energía divina que
está en todas las cosas. En tu mano está seguir este camino. Se te
ha dado la posibilidad de expresar tu libre albedrío. Ese es el don
que te ha concedido Dios.
Al
expresar amor, te alineas con el mismo amor que se te ha garantizado
con el don de tu libre albedrío. Al expresar odio, cólera, envidia
y violencia, te alías con tu ego, y te niegas la maravillosa
posibilidad de participar en la creación de tu vida junto con la
fuente divina de energía a la que llamamos Dios.
W
a y n e W. D y e r C o n s t r u y e t u d e s t i n o
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