sábado, 30 de agosto de 2014

W a y n e W. D y e r C o n s t r u y e t u d e s t i n o




Sexto principio

Conéctate a la fuente divina con un amor incondicional
No hay, ni en la tierra ni en el cielo, mayor poder que del amor puro e incondicional. Este es el núcleo del sexto principio de la manifestación.
La naturaleza de la fuerza de Dios, esa inteligencia invisible que hay en todas las cosas, y que es el origen del mundo material y el centro del plano tanto espiritual como físico, podría definirse como amor puro e incondicional. Es aquello que hace que las cosas materiales ocupen su lugar y que impide que se colapsen en innumerables partículas. Esta fuerza de Dios es como un alma superior a la que siempre estamos conectados porque somos extensiones localizadas de ella.
Quizá te sientas infinitamente merecedor de atraer a tu vida la prosperidad material y espiritual, pero si no vives de acuerdo con el amor incondicional estarás interfiriendo en tu capacidad para manifestar en tu vida. Para estar divinamente alineado con esta energía infinita y universal, tienes que convertirte en amor incondicional.
Aunque parece fácil e incluso apropiado anunciar «Yo practico el amor incondicional», eso dista mucho de la realidad en el caso de la mayoría de los que estamos sobre este plano físico. El amor incondicional se nos escapa a la mayoría de nosotros, debido en buena medida a que tendemos a identificarlo con el afecto o sentimiento.
Mira Bai sabe que para encontrar al Uno Divino lo único indispensable es el amor.
LA ENERGÍA DEL AMOR DISUELVE LAS LIMITACIONES
Al decir que el amor emana del alma y de la divina conciencia de Dios, me refiero a algo que el yo inferior o el ego no pueden percibir. No hablo de tener «buenos sentimientos» hacia los demás, del amor romántico, de mostrar afecto y consideración por todo el mundo. Este amor incondicional sobre el que escribo aquí es una experiencia de la armonía de la vida. Es algo demasiado profundo para que podamos despertarlo con nuestros sentidos o nuestra mente.
La energía de amor incondicional es el poder que está detrás de la creación. Guía todas nuestras leyes naturales. Podemos imaginar este amor como una vibración que transmite las formas de pensamiento a una expresión material. En su naturaleza más elevada, el amor es la fuerza que reconocemos como la voluntad de Dios. Es la alquimia que asumimos para encontrarle sentido a la forma en que se materializan las cosas desde el mundo del espíritu.
Se trata de palabras muy importantes, y es esencial que las conozcas si quieres dejar de ser alguien que toma lo que la vida le presenta y participar en el acto de la creación junto con la energía universal del amor incondicional.
Te sugiero que te embarques en el experimento de practicar únicamente el amor incondicional durante varios días, quizá incluso durante una semana. Conviértelo en tu actividad principal, pero prométete a ti mismo que sólo permitirás que de tu conciencia emanen pensamientos amorosos incondicionales. Proclama tu compromiso de vivir el amor incondicional durante el período de tiempo que hayas decidido. Durante ese período de tiempo niégate a abrigar pensamientos críticos o juicios. En los momentos de tranquilidad, piensa sólo en paz y amor. Piensa y actúa en todas tus relaciones exclusivamente de forma amorosa.
Extiende los pensamientos y la energía amorosa cada vez que te encuentres con alguien o con algo. Conviértete en amor incondicional.
Esta práctica de convenirse en amor incondicional es un requisito indispensable para el proceso de la manifestación. Al verter amor en tu entorno inmediato y practicar la afabilidad en todos tus pensamientos, palabras y acciones, tu círculo inmediato de amigos empezará a responder de una forma completamente nueva. Además, este acto se hace muy rápidamente expansivo y puedes llegar a irradiar este amor hacia tu comunidad y a las personas sobre las que lees en los periódicos, incluidas aquellas que han sido clasificadas como terroristas, asesinos, artistas fraudulentos y similares.
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De la palabra incondicional, destaca el «in». Te desvinculas de todo y lo amas todo. No amas el acto hostil, sino el espíritu que se halla bloqueado en aquellos que causan daño y no son amorosos. Si puedes vivir de este modo y rechazar todos los pensamientos y acciones que no sean de naturaleza incondicionalmente amorosa, experimentarás la esencia de tu espíritu y sabrás cómo superar las limitaciones en tu propia vida.
Se trata de una tarea que tus condicionamientos no estimulará fácilmente. Pero puedes perseverar durante unos pocos días para saber cómo es el espíritu divino universal. Ese espíritu no juzga nada ni a nadie, no moraliza, no demuestra favoritismo, sino que simplemente existe como amor incondicional que irradia armonía y permite que todo y todos se desplieguen. Cada día se abre millones de flores y luego se cierran con la única ayuda del amor incondicional que fluye en todo y que se encuentra en el núcleo de la energía universal, infinita y eterna. Con este ejercicio estarás cultivando este aspecto de ti mismo.
Al practicar el amor incondicional, contempla y medita sobre el amor incondicional sagrado que también es el núcleo de ti mismo. Imagina un átomo de amor incondicional que se encuentre en el centro mismo de tu propia existencia. Siente su presencia en tu corazón y percibe cómo se abre e irradia hacia fuera. Este sentimiento impersonal, que no depende de nadie ni de nada, ni tan siquiera de un sistema de creencias, se transformará pronto en la sensación de que estás conectado con la energía infinita del amor incondicional que es Dios.
Con esta transformación, entrarás en el camino de la manifestación. Te conectarás, desembarazándote de todo juicio, cólera, moralización, prédica, odio, rencor y todas las demás herramientas del ego.
¿Qué cabe esperar por el hecho de practicar durante unos pocos días un amor total e incondicional? Si dedicas todas tus meditaciones al amor y pones amor en cada situación concreta y en cada persona con la que te encuentres y, más aún, si extiendes ese amor hacia todas las personas que habitan el planeta y a la infinitud del universo, sentirás que te conviertes en una persona diferente. Dormirás más profundamente. Te sentirás en paz casi en todo momento. Tus relaciones serán más profundamente espirituales. Y, lo que es más importante, empezarás a reconocer las «coincidencias» de tu vida con mayor regularidad. Tu amor incondicional empezará a producir entonces lo que deseas, sin que te des siquiera cuenta. Tus sueños serán más intensos y la conciencia de lo que buscas se hará más clara.
Lo que sugiero es que puedes amar más e incondicionalmente, sin esperar nada a cambio; como resultado de ello, desaparecerán las limitaciones que experimentas. Inténtalo al menos. Hay un fragmento muy citado del Nuevo Testamento que parece apropiado citar aquí. Creo que es uno de los pasajes más profundos que se hayan escrito jamás. Pertenece a Corintios 13, sobre el «amor».
Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha. El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca tu interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
El amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, cesarán las lenguas, desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño. Ahora no vemos sino un pobre reflejo en un espejo. Luego veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré plenamente, del mismo modo que soy plenamente conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es el amor.
En efecto, la mayor de todas es el amor. Hará que desaparezca lo imperfecto y te permitirá alcanzar la plenitud espiritual de participar en la creación de tu vida, basándote en el modelo del amor incondicional.
Soy consciente de lo difícil que es que nos dejemos guiar en todo momento por el amor incondicional.
Imagino que tu ego protestará, diciendo que esta idea es absurda porque eres humano, y los humanos tenemos deficiencias. A pesar de todo, te pido que realices este ejercicio durante unos pocos días o una semana. Sé que se convertirá en algo habitual en cuanto percibas la riqueza de vivir con esta nueva conciencia.

El amor incondicional es el misterio último que se esconde en la vida. Puede parecer sencillo, pero es tan poderoso que te liberará de la dominación de tu ego si le concedes aunque sólo sea un breve período de prueba en tu vida. Mientras no aprendamos a trascender el ego, seguiremos contribuyendo a la locura a la que asistimos en el mundo. Despegarse y convertirse en un observador incondicionalmente amoroso es la mejor forma de cultivar una relación sana y equilibrada entre el ego y el espíritu.
EL PROCESO DE LA OBSERVACIÓN DESVINCULADA
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Uno de los grandes ejercicios de meditación que aprendí hace muchos años supone imaginar que uno se eleva fuera de su propio cuerpo y flota en el espacio hasta llegar tan lejos que puede observar todo el planeta. Si lo haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin tu presencia en ella. Será una tarea difícil para tu ego. A continuación, empieza a observar el planeta sin emitir ningún juicio, negándote a calificar nada de bueno o malo, correcto o incorrecto. Proponte simplemente observar, permitir y enviar amor incondicional. Probablemente, te resultará más fácil enviar amor incondicional cuando no estés ahí para interferir. Es decir, puedes amar incondicionalmente cuando consigas apartar a tu ego del camino. Esta técnica te ayudará a proyectar amor incondicional.
Si todo tú te conviertes en amor incondicional, no participarás en las preocupaciones del ego. Al funcionar desde esta perspectiva, practicas la desvinculación en un estado de afabilidad, lo que te convierte en un testigo compasivo hacia todos y todo aquello con lo que entres en contacto. Es algo mágico poder irradiar esta clase de amor fuera de tu persona. En eso consiste la resolución de ese gran misterio que es cómo conectarse y conocer a Dios. Es decir, no de saber lo que es Dios, sino de conocer a Dios.
El proceso de convertirse en un observador desvinculado se produce en el silencio de la contemplación o la meditación. Busca tiempo para estar a solas, rodeado de serenidad y entra en este lugar interior de amor. Es en el silencio donde conocerás verdaderamente la energía divina del amor incondicional.
La mayoría de los occidentales tenemos grandes dificultades para soportar prolongados períodos de silencio. Se suelen llenar esos momentos con música, conversación, radio, televisión y cualquier otra cosa que se pueda utilizar para evitar el silencio. La nuestra es una cultura ruidosa.
Al intentar meditar y limitarme a observar el silencio, escucho aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras, teléfonos portátiles, sierras y las numerosas máquinas que remueven la tierra y la arena, que abren zanjas, limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas tienen fuentes de potencia que contaminan el mundo con su ruido atroz. Se necesita práctica para aprender a trascender esos sonidos, abstraerse y dejar fuera toda esa contaminación sonora. El ruidoso mundo seguirá filtrándose hasta tus momentos de tranquilidad, a menos que puedas alejarte lo suficiente de él para entrar en contacto con la naturaleza y evitarlo.
Nuestra preocupación por el sonido satisface la necesidad del ego de escapar de la serenidad y el amor incondicional de la inteligencia divina que es Dios. Pero puedes convertirte en un observador desvinculado si decides limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu yo superior se haga cargo de todo. Conviértete en un observador incondicionalmente amoroso, no te limites a ser alguien que se deja guiar siempre por su ego.
Despréndete de tu inclinación a juzgar y moralizar, y tómate personalmente todo aquello que observes. Conviértete, simplemente, en alguien que observa. Te encontrarás entonces alineado con Dios, permitiendo que todo se solace en tu bienaventurado amor, en lugar de permitir que el ego insista frenéticamente en que existe una forma superior. Ser piadoso significa expresar el amor que hay en uno mismo. Es mucho más que estar simplemente cerca de él. Tienes que formar una unidad con el ser universal de Dios.
QUÉ SIGNIFICA ESTAR EN LA UNICIDAD
Lo que hemos dado en llamar «la voluntad de Dios» no es más que una invención del hombre para conseguir control sobre los demás. Si estás convencido de que existe una voluntad de Dios separada de la tuya, te verás controlado y dominado por quienes afirman conocer la voluntad de Dios. Si adoptas este sistema de creencias caerás en la trampa de «tu voluntad contra mi voluntad». Querrás hacer ciertas cosas, pero «la voluntad de Dios» te dictará otras.
Expresar amor incondicional y participar en la creación de la propia vida sólo es posible cuando se sabe que Dios no está separado de ti. Tú y Dios sois uno. En el Nuevo Testamento, Jesús les dice a las multitudes: «Yo he dicho: dioses sois», y más tarde: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel queme ha enviado» (Juan, 10, 34; 12, 44).
Estar en un estado de unicidad significa saber que el amor incondicional que tiene Dios por toda la creación es también el amor incondicional que puede haber en ti si así lo decides. Tu libre albedrío es la libertad para abrazar cualquier pensamiento que desees. Ese libre albedrío es el don que te ha dado Dios. Utilízalo con un espíritu de amor sobre el que no se imponga ninguna condición.
El amor que tiene Dios por ti es incondicional. En ese amor que te concede el creador divino no hay restricción o censura alguna. Dispones de la más completa libertad para hacer lo que quieras, pues tu voluntad y la voluntad de Dios son una misma cosa. Tienes libertad para elegir tus pensamientos dentro de este gran esquema de amor incondicional.
Si tú y el amor de Dios por ti sois una misma cosa, formas parte de una unidad incondicional. Si impones restricciones a ese amor, o si lo basas en tus juicios y aversiones, lo conviertes en un amor condicionado y te alejas de la posibilidad de participar en el acto de la creación con Dios. Entras entonces en conflicto con la esencia divina que es Dios, debido a la imposición de condiciones sobre tu capacidad para amar.
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Supongamos que Dios decidiera retirar su amor incondicional, tanto por ti como por el mundo e impusiera en vez de eso ciertas condiciones. En esa clase de mundo, la gente tendría que funcionar sin la libertad de pensamiento y de expresión. Todo el cosmos se colapsaría en un instante.
La vida fluye con la libertad del amor incondicional. Esa es la esencia misma de la vida. Ninguna divinidad exige que uno piense de una determinada manera si no quiere verse maldecido o destruido. En nuestro mundo, tenemos libertad incondicional para que nuestros pensamientos sean lo que queramos que sean. Esa es la manera que tiene Dios de expresar su amor por ti, es el don que te ha concedido el creador, expresado a través de tu individualidad. Elimina esa libertad y dejarás de ser humano. Se pierde la propia humanidad cuando se pierde el amor incondicional que nos permite pensar lo que queramos.
Supongamos que puedes funcionar de la misma forma incondicionalmente amorosa, mediante el simple procedimiento de no emitir juicios. ¿Qué ocurre si no tienes odio y sólo extiendes hacia los demás la libertad para elegir? Experimentarás lo que se denomina «unicidad». Tu voluntad y la voluntad de Dios no entrarán en conflicto.
Los conflictos que experimentas proceden del ego. Tu ego es la idea que tienes de ti mismo como separado de Dios y de todas las creaciones de Dios. El ego necesita que le recuerden su superioridad sobre los demás. Así es como se crea el conflicto. Pero no tienes por qué participar en esta estupidez. Tu yo superior sólo desea paz y es amor incondicional.


Utiliza este amor para el propósito de la cocreación. Cada momento que creas al irradiar pensamientos incondicionalmente amorosos es un reflejo del mismo amor que fue el responsable de tu creación. Crear (o manifestar) es el acto de extraer amor incondicional desde dentro de uno mismo, para darle una forma que llamamos el mundo de lo concreto. En este sentido, pues, el amor incondicional puede concebirse como el poder para participar en el acto de la cocreación.
EL AMOR INCONDICIONAL COMO PODER
De aquellos que parecen poseer el don de atraer a sus vidas toda clase de cosas buenas, se dice que tienen un poder un tanto misterioso. La habilidad para alcanzar un estado superior del ser, donde no parece existir casi ninguna dilación entre la creación de una forma de pensamiento y la «materialización» de esta, puede verse en términos de amor incondicional y de una ausencia de exigencia o juicio sobre el mundo.
Sé que ese es un poder que está al alcance de todos nosotros cuando empezamos a adoptar los principios básicos de la manifestación espiritual. Lo que sucede es que normalmente no reconocemos la magnitud de ese poder que tenemos en virtud de nuestra capacidad para crear pensamientos y atraer, a partir de ellos, la abundancia del universo. Al pensar racionalmente en él, pensamos inmediatamente en el conflicto entre tener libre albedrío y tener un destino, un conflicto que, a menudo, soslaya la necesidad de pensar y vivir en base al amor incondicional. Nuestro cerebro izquierdo racional nos dice: «Si ya está determinado, no tengo libre albedrío y, por tanto, cualquier cosa que piense ha sido predeterminada, de modo que estoy condenado».
Echemos un rápido vistazo a la cuestión del destino, puesto que se halla incluida en el título del libro, y situémosla en un contexto diferente. El destino no está predeterminado. Tu destino lo determinas tú enteramente.
Cada momento de tu ahora existencial es el resultado de tu pensamiento previo. La idea de que todo ha sido ya dispuesto con antelación es una alucinación. Cada uno puede hacer y manifestar su propio destino.
Tu libre albedrío es el don del amor incondicional. Creas tu propio destino con ese libre albedrío, y cuando te aventuras fuera del camino del amor incondicional, vives simplemente en una ilusión. La idea de que estás separado de la voluntad de Dios te sitúa en una postura servil, de tal modo que Dios se convierte en algo contra lo que tienes que luchar o que debes temer. Evidentemente, si eso fuera cierto, Dios no podría ser al mismo tiempo todo amor.
Una vez que ha arraigado esa ilusión, te conviertes en una víctima de la vida, en lugar de participar activamente en su creación. Pierdes entonces tu capacidad para extender el amor incondicional que es la esencia de tu ser y, en lugar de eso, proyectas tu ego condicionado. En otras palabras, abandonas tu capacidad para estar en unión con la fuerza de Dios que te ha creado, y también pierdes el poder para manifestar o cocrear la vida que deseas. La vida está en conflicto con tu poder superior.
Empiezas a temer este poder superior y a actuar de forma servil. Te desencanta tu incapacidad para atraer cosas positivas y te sientes débil e impotente. Has perdido la alegría y el éxtasis que acompañan a una vida de amor incondicional.
CONOCER LA ALEGRÍA DEL AMOR INCONDICIONAL
Lo más importante es que al cultivar el amor incondicional te liberarás del odio y la violencia. Y sin esos pensamientos te será fácil descubrir en ti la presencia de la alegría y de la paz. Esta es una reacción automática al amor incondicional, porque estás en armonía con la fuente creativa.
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Uno de los conceptos que seguramente tendrás que rectificar en tu camino hacia el amor incondicional es la equivocada creencia de que la alegría corresponde al ego, y el sufrimiento al espíritu. La verdad se encuentra precisamente en invertir esta suposición y alcanzar la fuente de la alegría espiritual. Dicho de una forma sencilla: desde el punto de vista del ego, experimentar alegría supone siempre conseguir lo que deseamos, mientras que la espiritualidad se asocia con la meditación, la generosidad y los buenos sentimientos por los demás. El camino que debes seguir para encontrar la verdadera alegría y bendición en tu vida consiste en afirmar el espíritu y en subordinar el ego.
Decirse a uno mismo que el ego es una ilusión proporciona una poderosa herramienta para la manifestación. El ego te identifica como un cuerpo fundamentalmente físico, separado de Dios, necesitado de constantes caricias que alimenten su egoísmo. Al decir simplemente que eso es una ilusión y que no existe en realidad, esas ideas se ven sustituidas por el amor incondicional; la alegría que experimentas entonces supone la negación de lo falso y la afirmación de la verdad de tu ser.
Eres absolutamente libre cuando no te consume tu engreimiento. Eres libre cuando ya no necesitas que todo aquel con el que te encuentres te halague, te mime y te dé su aprobación. Eres libre cuando ya no te sientes ofendido por las acciones de los demás. La libertad te permite extender tu mundo interior hacia el mundo exterior, y eso es amor.
Se experimenta una gran felicidad al sentirse libre. Piensa en aquellos momentos de tu vida en que te hayas sentido más libre, en aquellas ocasiones en que no te hayas sentido presionado, en que hayas podido caminar tranquilamente por la naturaleza, o en las que nadie te haya acosado con determinados plazos, ocasiones en las que te hayas encontrado solo y en comunión con Dios. Si has establecido la conexión con tu vida interior, esos serán sin duda los momentos más gozosos. Cuando uno experimenta esta especie de gozosa libertad, se siente inspirado y, naturalmente, eso significa que está «en espíritu».


En mi vida, los momentos de mayor creatividad se producen cuando me permito ser libre. Esta libertad produce una gran alegría dentro de mí, que se manifiesta en forma de nuevas ideas para expandir mi trabajo y ser más resuelto, para ser mejor escritor, profesor, padre y esposo, para compartir este amor que siento con todos aquellos que se molesten en conocerlo.
La alegría, la libertad y el amor incondicional son inseparables; fluyen cada uno a partir de la experiencia del otro. Sentir gozo supone no aferrarse a nada y no tener restricciones. Ese es también el sentimiento que produce la libertad, y es el resultado de abrazar el amor incondicional de la energía divina que está en el centro de tu ser.
La auténtica alegría no es, simplemente, el placer del momento. Esos placeres del ego son fugaces y transitorios. Siempre se necesita más para satisfacerlos, como en el caso de la droga, y esa satisfacción es en buena medida una ilusión. No pretendo decir con eso que todos los placeres del cuerpo sean perniciosos, sino simplemente temporales.
Esto no quiere decir que no podamos disfrutar de un masaje, de una deliciosa comida, de un acto de amor físico y de todos los placeres del cuerpo. Pero deberíamos saber que la verdadera alegría no está en el placer físico. Está en la mente, que procesa continuamente la información que recibe y te permite experimentar el placer; el cuerpo es simplemente neutral, como lo son todas las cosas. Es la mente la que lo hace real, y no a la inversa.
El cuerpo no nos hace ser más reales, del mismo modo que no puede curar la mente. El cuerpo, en y por sí mismo, no nos proporciona felicidad. Es en la mente donde se origina la curación del cuerpo, y es también en la mente donde se origina la felicidad. Tu propósito consiste en alinear tu mente con el amor incondicional que es la fuente divina de todas las cosas materiales, incluido tu propio cuerpo. Junto con ese amor, aparecerán en tu vida la felicidad y el poder.
Cuando una gota de agua se separa del océano se convierte en una pequeña partícula impotente, débil e incapaz de mantenerse por sí misma. Pero cuando se alinea con la fuente de la que se origina, el propio océano, es mucho más poderosa de lo que jamás podría ser una gota individual. Lo mismo sucede contigo. Por ti mismo, separado de tu fuente divina, eres un ego encerrado en una piel, que vive la ilusión de ser importante y poderoso.
Pero realineado, puedes conocer la alegría que procede de esta asociación. Y aquello con lo que te alineas es amor puro e incondicional, y la aceptación de todo lo que es. Abandona tu temor.
EL AMOR INCONDICIONAL COMO UNA AUSENCIA DE TEMOR
Todos los temores proceden de la idea de que estamos solos y nos hallamos separados de la única fuente divina, a la que damos muchos nombres, incluido el de Dios o Espíritu Santo. Al adoptar una postura de amor incondicional, abandonas automáticamente todo temor. En ausencia de temor y en presencia del amor incondicional, encontrarás la solución al misterio de la manifestación. Una vez que sabes verdaderamente que no estás separado o solo, el temor se ve sustituido por el amor incondicional y obtienes así acceso al Espíritu Santo.
Los temores se originan en el ego, que envía mensajes constantes diciéndote que eres un ser incompleto y que necesitas más, que tienes que ganar para ser mejor en comparación con los demás. Con tu presión
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incesante, el ego te mantiene en un estado constante de turbación y angustia. Aquí es donde nacen y se alimentan todos los temores, dentro de ti mismo.
Para aceptar el amor incondicional como una premisa para tu vida, tendrás que convencer a tu ego que no hay necesidad de demostrar nada, y que lo único que deseas y esperas ya está ahí. El ego, además, necesita que se le enseñe que estás conectado con una fuente creativa que es mucho más poderosa que él mismo.
Puedes liberarte entonces de su continua necesidad de destacar, vayas adonde vayas, y puedes enviar hacia el exterior la energía del amor incondicional con tus pensamientos, confiando en que todo está en orden. No hay demandas, ni presiones, sino sólo un sencillo conocimiento, acompañado por una actitud incondicionalmente amorosa. Con esta clase de declaración, el temor queda eliminado de tu vida y se ve sustituido por el amor.
Recuerda la cita bíblica: «El amor perfecto repudia todo temor».
El temor y el amor son incapaces de residir simultáneamente dentro de una misma persona. Si tienes miedo, has arrojado el amor lejos de ti. Si experimentas un amor perfecto, algo que está al alcance de tu libre albedrío, has arrojado fuera de ti todo temor.
El principio de amor incondicional es un requisito previo para la manifestación de tu propio destino, y es algo muy difícil de poner en práctica de modo permanente. Sin embargo, puedes iniciar este proceso trabajando en él paso a paso, empezando ahora mismo. A continuación se indican algunas sugerencias para vivir e irradiar amor incondicional.
ALGUNAS FORMAS DE PONER EN PRÁCTICA EL AMOR INCONDICIONAL
· Ten muy en cuenta, sobre todo, que el amor transforma. Cada acto de amor libera energía bloqueada en tu cuerpo. El amor incondicional cura el cuerpo y la mente. Recuérdate esta verdad hasta que se convierta en tu propia realidad. El amor es una frecuencia con la que puedes sintonizarte, del mismo modo que sintonizas una frecuencia en la radio.
· El polo opuesto del amor es el temor. El temor es una corriente de energía que recorre literalmente tu cuerpo y que se produce cuando te sientes desgajado de la fuente de amor incondicional. Cada vez que experimentes temor, pregúntate: «¿Qué está ocurriendo para que haya sustituido en este momento el amor por el temor?». Esta especie de monólogo contigo mismo te permitirá ser consciente de que vuelves a sentir miedo porque has perdido tu alineación con el amor.
En esos momentos de clarividencia, has de expulsar de tu cuerpo la energía del temor, abrazando el amor incondicional. Cuando sientes miedo, no te quepa la menor duda, la angustia por fracasar, por no recibir aprobación, por tu aspecto, tus titulaciones, o lo que sea, se deben a la ausencia de amor incondicional. Cuando experimentes temor, busca su fuente y verás cómo se disipa casi instantáneamente.
· Recuerda que el amor se manifiesta en tus pensamientos y en tus actos de unicidad. Cuanto más unido te sientas a la fuente divina, tanto más actuarás de formas amorosas con respecto a los demás.
· Adquiere el hábito íntimo y regular de meditar. Cada vez que inspires, siente cómo absorbes amor incondicional. Cada vez que espires, expulsa los pensamientos de temor. Este ejercicio individual puede ser la tabla de salvación te conduzca al amor incondicional y al mundo de la manifestación.
Cuando salgas a dar un paseo, utiliza tu respiración para absorber la esencia del amor y sentirla fluir por todo tu cuerpo. Utiliza la respiración como un medio de inhalar amor de la fuente divina, y de exhalar temor al expulsar el aire. Te sentirás relajado y experimentarás más alegría y libertad.
· Elije un día para practicar este ejercicio con alguna otra persona. Poneros el objetivo de pensar, actuar e irradiar nada más que amor incondicional durante veinticuatro horas, incluidos los sueños. Para vosotros, cada momento de ese día sólo estará infundido de amor.


Esto significa que en cuanto aparezca un pensamiento moralizante o alguna clase de juicio, lo expulsarás inmediatamente de tu interior y lo sustituirás por otro de amor incondicional. Si esto funciona, intenta ver si puedes alargarlo uno o dos días más. Cuanto más dure el ejercicio, tanto más espectaculares serán los cambios.
Empezarás a observar entonces que surgen acontecimientos sincrónicos, y tendrás la sensación de que Dios se ocupa especialmente de ti. Observarás un aumento de energía, un cambio interesante en tus sueños, que se hacen más intensos y espirituales; te verás a ti mismo atrayendo cosas que antes parecían fuera de tu alcance; experimentarás con toda seguridad una mayor alegría, bienaventuranza y también una mayor riqueza en tu relación con los demás.
· Toma la decisión de presentarle a Dios tus mayores desafíos en el ámbito del amor incondicional. Diríjelos
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simplemente hacia Dios, acompañándolos con una petición como: «No he podido aportar amor en mi vida en estos ámbitos, y solicito la guía divina para lograrlo. Sigo albergando rencor y odio hacia estas personas, y os pido que me mostréis el camino hacia el amor incondicional».
Al reconocer que te sientes impotente, admites que tus condicionamientos y las experiencias de tu vida no te han proporcionado las herramientas para irradiar amor en esos ámbitos. Pero también reconoces que existe una energía superior, y le pides a esa fuerza superior que te guíe. Al hacer esto, demuestras que confías en la fuerza de Dios, y admites que no puedes superar tu ego.
· En los momentos de oración no tengas miedo de solicitar ayuda. Si quieres eliminar el temor y el odio y vivir con un espíritu de paz, se te proporcionará ayuda. No impongas ninguna clase de condición respecto al modo en que quieres recibir esa ayuda. Limítate a solicitarla con honestidad y, cuando aparezca, da las gracias.
· Reconoce la relación entre manifestar el deseo de tu corazón y el amor incondicional. El amor incondicional es la energía del universo, es lo que Dios es y, en consecuencia, también lo que eres tú. Sin este amor, pierdes la conexión con los procesos creativos.
No puedes atraer hacia ti aquello con lo que ya estás conectado si has saboteado la conexión. La presencia del amor incondicional está en todas las cosas que deseas atraer, así como en ti mismo. Manténla honestamente y conservarás la capacidad para «saber que eres un dios». Piérdela y habrás perdido tu divinidad. Así de simple.
Recuerda todo esto cuando te preguntes por qué no se materializan tus deseos en tu vida. Invariablemente, la respuesta tendrá que ver con la ausencia de amor incondicional en algún lugar de tu mundo interior.
· No necesitas engañarte a ti mismo con el amor incondicional. Si no amas la personalidad de otra persona, sé honesto, puedes seguir amando la esencia, la verdad de todo aquel que vive en este planeta y más allá. Observa cómo se desdobla cada cual, incluso cuando su comportamiento entre conflicto con lo que tu sabes que es divino y santo. Ten la seguridad de que están dominados por sus egos, que han expulsado de sus comportamientos todo rastro de su esencia divina. A pesar de eso, debes enviar amor a la esencia que se encuentra tras sus acciones.
Cuanta mayor capacidad tengas para ver más allá de la personalidad y del comportamiento individual, tanta más luz aportarás al planeta. Tu mundo se va a ver transformado a través de un cambio en la conciencia, y en esa nueva conciencia el amor va a triunfar sobre las pasiones del ego. Envía amor aunque te desagrade lo que ves y es posible que cambie incluso delante de tus propios ojos.
· ¡Haz que tu palabra sea ley! Mantén la armonía dentro de ti mismo y experimentarás amor prácticamente en todas las situaciones. Cumple lo que digas con amor. Eso te proporcionará un equilibrio que brilla por su ausencia en aquellos que viven sumidos en los sentimientos de culpa y autorreproche. Cuanto más practiques «Mi palabra es ley. Tengo que mantenerla», tanto más equilibrada será tu vida.
El universo funciona sobre un equilibrio y la energía que lo mantiene equilibrado es el amor. Al declararte a ti mismo como una persona que mantiene su palabra, te alineas con la esencia amorosa del mundo.
He sido testigo del amor incondicional en acción, en la historia de Kaye O'Bara, que ha cuidado de su hija comatosa durante veintisiete años. Conté esta historia, junto con mi esposa Marcelene, en un breve libro inspirador titulado Una promesa es una promesa, y te animo a familiarizarse con esta saga verdaderamente asombrosa de amor incondicional en acción. Sentirás la inspiración al leer esta notable historia, y sabrás que estás ayudándolas también, puesto que todos los derechos de autor de este libro les son entregados a estas dos almas divinas.
Concluye aquí el sexto principio de la manifestación. El amor incondicional es un elemento fundamental de tu proceso de formación de imágenes mentales. No permitas que ningún pensamiento negativo, impulsado por el ego, penetre en el reino interior del amor.
Si pones en práctica este principio abrirás tus ojos a una verdad que escapa a la mayoría de la gente. Es el amor incondicional lo que permite que entremos realmente en contacto con la energía divina que está en todas las cosas. En tu mano está seguir este camino. Se te ha dado la posibilidad de expresar tu libre albedrío. Ese es el don que te ha concedido Dios.
Al expresar amor, te alineas con el mismo amor que se te ha garantizado con el don de tu libre albedrío. Al expresar odio, cólera, envidia y violencia, te alías con tu ego, y te niegas la maravillosa posibilidad de participar en la creación de tu vida junto con la fuente divina de energía a la que llamamos Dios.
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