La conciencia de una hormiga se limita a las sensaciones que experimenta
en su pequeño cuerpo. La conciencia de un elefante abarca por completo su
imponente figura: si diez personas tocaran diez partes diferentes del cuerpo
voluminoso animal, éste percibiría simultáneamente las sensaciones provenientes de
cada uno de esos puntos. La Conciencia Crística se extiende hasta los confines de
todas las regiones vibratorias.
La totalidad de la creación vibratoria es una exteriorización del Espíritu. El
Espíritu Omnipresente se halla escondido en la materia vibratoria, del mismo modo
que el aceite está oculto dentro de la aceituna. Al prensar el fruto, aparecen en la
superficie minúsculas gotas de aceite; de igual manera, el Espíritu, manifestado
individualmente en cada alma, emerge de la materia en forma gradual mediante el
proceso de evolución. El Espíritu se expresa en los minerales y las piedras preciosas
como belleza y fuerza química y magnética; en las plantas, como belleza y vitalidad; en los animales, como belleza, vida, poder, movimiento y conciencia; en el hombre,
como entendimiento y poder en expansión; y en el superhombre, el Espíritu retorna a
la Omnipresencia.
En cada fase evolutiva, por consiguiente, el espíritu se expresa en mayor
medida. El animal se ha liberado de la inercia de los minerales y de la fijeza de las
plantas, para experimentar, por medio del movimiento y de la conciencia de los
sentidos, una porción aún mayor de la creación de Dios. El hombre, gracias a su
capacidad de autoconciencia, puede además comprender los pensamientos de sus
semejantes y proyectar la mente sensorial – al menos mediante el poder de la
imaginación – hacia el espacio tachonado de estrellas.
El superhombre expande su energía vital y su conciencia desde el cuerpo
hasta abarcar el espacio entero, y siente como parte de su propio ser la presencia de
todos los universos del vasto cosmos, así como también cada minúsculo átomo de la
tierra. En el superhombre se recupera la omnipresencia perdida del Espíritu, que se
hallaba implícita en el alma como Espíritu individualizado.
La conciencia de Jesús traspasó los límites de su cuerpo hasta abarcar toda
la creación finita que se encuentre en la región vibratoria de lo manifestado: la esfera
del tiempo y espacio que incluye los universos planetarios, las estrellas, la Vía Láctea y
la familia de nuestro pequeño sistema solar, del cual forma parte la Tierra, donde el
cuerpo de Jesús era tan sólo una partícula. Jesús el hombre – un diminuto punto sobre
la Tierra – se convirtió en Jesús el Cristo, cuya conciencia, unida a la Conciencia era omnipresente.
Texto tomado de:
EL YOGA DE JESUS
De Paramahansa Yogananda
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