Expansión
consciencial: la hoja y el árbol
Enlazando
con todo lo enunciado, la expansión consciencial no es otra cosa que
el proceso de cambio paulatino en el estado de consciencia de cada
persona y, consiguientemente, de su frecuencia vibracional, a lo
largo tanto de una misma vida física como de la cadena de
reencarnaciones. ¿Es posible esbozar de algún modo, con carácter
general, las fases o pasos que sigue ese proceso?. La verdad es que
no, pues la casuística es muy amplia y diversa, y los contenidos y
características del proceso y de los posibles cambios
conscienciales, trascienden el marco mental e intelectual. No
obstante, a modo de rudimentario acercamiento, se puede utilizar como
símil el caso o ejemplo de la hoja y el árbol.
Imaginemos
por un momento, que somos una hoja en un gran árbol: vivimos junto a
otras hojas en una ramita que pende, junto a otras ramitas, de una
rama mayor que está sujeta a su vez, junto con otras ramas, de uno
de los troncos en los que se ha abierto el tronco común del árbol.
De manera figurada e inevitablemente insuficiente, podemos
representar metafóricamente así sucesivos aumentos del grado de
consciencia, cada uno de los cuales se plasmará en estados de
consciencia con los que viviremos sus correspondientes experiencias:
a)
Soy una hoja; y cuanto me rodea, existe para hacerme feliz (grado
consciencial muy bajo o egóico).
b)
Soy
una hoja en una ramita con otras hojas: aspiro a mi felicidad y a la
de las demás hojas de la ramita (grado consciencial bajo o de
sistema “ramita” -familia-).
c)
Soy una hoja en una ramita con otras hojas, que pende -junto con
otras ramitas que tienen otras hojas- de una rama mayor: deseo mi
felicidad y la de todas las hojas que están en la rama (grado
consciencial medio/bajo o de sistema “rama” -comunidad próxima-).
d)
Soy una hoja en una ramita con otras hojas, que pende -junto con
otras ramitas que tienen otras hojas- de una rama mayor que -junto
con otras ramas con sus respectivas ramitas y hojas- surge de un
tronco: quiero ser feliz y que conmigo lo sean todas las hojas,
ramitas y ramas que salen del tronco (grado consciencial medio o de
sistema “tronco” –sociedad-).
e)
Soy una hoja en una ramita con otras hojas, que pende -junto con
otras ramitas que tienen otras hojas- de una rama mayor que -junto
con otras ramas con sus respectivas ramitas y hojas- surge de un
tronco que -junto a otros troncos con sus ramas, ramitas y hojas-
sale del tronco común: ligo mi felicidad a la de todas las hojas,
ramitas, ramas y troncos que tienen una base compartida (grado
consciencial medio/alto o de sistema “global” -planeta-).
f)
Soy una hoja en una ramita con otras hojas, que pende -junto con
otras ramitas que tienen otras hojas- de una rama mayor que -junto
con otras ramas con sus respectivas ramitas y hojas- surge de un
tronco que -junto a otros troncos con sus ramas, ramitas y hojas-
sale del tronco común de un árbol en el que, como hoja, me integro:
mi existencia trasciende de mí como hoja, y uno mi felicidad a la
del árbol en su conjunto, con todos sus componentes (grado
consciencial alto).
g)
No soy una hoja, sino el árbol que se manifiesta y experimenta a sí
mismo como hoja (grado consciencial muy alto).
h)
Soy el árbol y la vida que le da vida y lo unifica: cualquier suceso
que en el árbol acontezca, por ejemplo: un pájaro que se pose en
cualquier rama u hoja, me ocurre a mí y lo siento en mí porque soy
el árbol y la savia (“energía”, Amor y Vida) que lo vivifica
(grado consciencial pleno).
En
este último escenario, el proceso de expansión consciencial lleva a
sentir experienciar el Yo Soy el que Soy, sin ruptura o separación
alguna. Lo que, en lugar de desmerecer mi esencia y existencia, las
engrandece: no soy una hoja del árbol, sino el árbol mismo, de cuya
vida y esencia participo y en la que me integro. No soy un trazo
suelto en un cuadro, sino todo el cuadro en sí; no soy una ola en el
mar, sino el mar como tal; no soy una ínfima porción de la
Creación, sino la Creación misma.
Es
más, cada incremento de mi grado de consciencia contribuye al
aumento de la consciencia de la suma de la que formo parte (la
ramita, la rama o el tronco) y, a través de ello, de la Unidad (el
árbol). Y cuando elevo la consciencia a su grado más alto, mi toma
de consciencia explosiona la consciencia de la Unidad, por lo que,
siendo Creación, también soy Creador. Se acabó, así, la visión
fragmentada que tanto gusta al ego y es propia de la
tridimensionalidad. Tú, yo, el de allí y el de acá somos Uno y
somos Dios.
Este
estado de consciencia y la frecuencia que lleva asociado generan en
nuestro interior un agudo sentimiento de integración y
enamoramiento: nos sentimos completamente enamorados de la Unidad
Divina, del Ser Uno. Los primeros Padres de la Iglesia llamaron a
esto <<Endiosamiento>>, señalado por San Basilio como
meta máxima que “conlleva el don de la gracia, alegría
interminable, permanencia en Dios”. Lo que fue retomado y
enaltecido siglos más tardes por San Juan de la Cruz con su célebre
“…Amada (alma) en Amado (Dios) transformada”. Y es que como
escribió, a petición de Ana de Peñalosa en 1584, en el contexto de
las Declaraciones a su Llama de
Amor,
Vida y Consciencia
Emilio
Carrillo
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