3ªREVELACIÓN: Una cuestión de energía
La tercera revelación describe un nuevo concepto del mundo físico. Los seres humanos aprenderán a lo que anteriormente era un tipo de energía invisible.
Tras la caída de la concepción medieval del mundo, los occidentales se dieron cuenta de pronto de que vivían en un universo totalmente desconocido. Al intentar comprender la naturaleza de este universo supieron que de un modo u otro había que separar los hechos de la superstición. A este respecto los científicos asumieron una actitud particular conocida como escepticismo científico, que exige básicamente el soporte de una evidencia sólida para cada nuevo aserto sobre cómo funciona el mundo.
Antes de creer en lo que fuere, querían tener la evidencia de que podía ser visto y tocado con las manos. Toda idea que no pudiera demostrarse con medios físicos era sistemáticamente rechazada.
Esta actitud rindió excelentes servicios con los fenómenos más obvios de la naturaleza, con objetos tales como rocas, cuerpos y árboles, objetos que cualquiera puede percibir, no importa lo escéptico que sea. Rápidamente ampliaron su campo de trabajo y pusieron nombre a cada porción del mundo físico, intentando siempre descubrir por qué el universo operaba siempre como lo hacía. Finalmente establecieron que todo cuando ocurre en la naturaleza lo hace de acuerdo con alguna ley natural, que cada acontecimiento tiene una causa física directa y comprensible. Decidieron, al igual que los demás, dominar el sitio donde se encontraban (del mismo modo que otras personas de su época). La idea fue crear una comprensión del universo que hiciese que el mundo pareciera seguro y manejable, y la actitud escéptica los mantendría centrados sobre problemas concretos que harían su existencia aparentemente más tranquila y llevadera.
Con esa actitud, la ciencia erradicó del mundo todo cuanto era problemático y esotérico. Concluyeron –fieles a los pensamientos de Isaac Newton- que el universo operaba siempre de una manera predecible, como una enorme máquina, porque durante mucho tiempo esto fue lo único que de él pudo demostrarse. Las cosas que ocurrían simultáneamente a otros acontecimientos, pero que no tenían con estas relación casual, se consideró que eran debidas exclusivamente al azar.
Más tarde se produjeron dos investigaciones que volvieron a abrir sus ojos a los misterios del universo. En las últimas décadas se ha descrito copiosamente a propósito de la revolución en las ciencias físicas, pero en realidad los cambios provienen de dos grandes hallazgos: los de la mecánica cuántica y los de Albert Einstein.
La labor que llenó toda la vida de Einstein fue mostrarnos que lo que percibimos como materia dura es en su mayor parte un espacio vacío por cuyo interior circula una forma de energía. Esto nos incluye a nosotros. Y lo que la física cuántica ha venido a demostrar es que cuando miramos estas formas de energía a niveles cada vez más pequeños, vemos resultados asombrosos. Los experimentos revelan que cuando se separan diminutas porciones de esta energía, las que llaman partículas elementales, y se trata de observar como operan, el acto de la observación por sí mismo altera los resultados; es como si sobre aquellas partículas influyera lo que espera o piensa el experimentador. Es cierto incluso si las partículas deben aparecer en lugares a los que no es posible que lleguen, dadas las leyes del universo tal y como la conocemos: dos
lugares distintos en el mismo momento, adelante o atrás en el tiempo.
La tercera revelación concluye que el ingrediente básico del universo va pareciéndose más cada día a una energía pura que es maleable a la intención y las expectativas humanas de una manera que desafía el viejo modelo mecanicista del mismo universo, como si nuestras propias expectativas, nuestra esperanza, provocasen
que nuestra energía fluyese hacia el mundo y afectase a otros sistemas de energía.
La percepción humana de esta energía se inicia por una acusada sensibilidad por la belleza. La concepción de la belleza constituirá una especie de barómetro que indica a cada uno de nosotros lo cerca que está de percibir esta energía. Las cosas que cada uno percibe como bellas pueden ser diferentes unas de otras, pero las verdaderas características que atribuimos a los objetos bellos son similares… mayor presencia, mayor nitidez de forma, exhibe más viveza de color, algo que destaca, algo que brilla, algo casi iridiscente comparado con la opacidad de otros objetos menos atractivos, ahí está la clave para percibir la energía, buscando y percibiendo la belleza del entorno.
LAS NUEVE REVELACIONES
JAMES REDFIELD
LAS NUEVE REVELACIONES (Español)
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