sábado, 5 de septiembre de 2015

SÉPTIMA CREENCIA: "DEBE HACERSE CASO OMISO DE LOS PEQUEÑOS TIRANOS". WAYNE W. DYER TU YO SAGRADO.


SÉPTIMA CREENCIA:
DEBE HACERSE CASO OMISO DE LOS PEQUEÑOS TIRANOS
Le han enseñado a creer que en el mundo hay alguna gente negativa de la que es mejor hacer caso omiso. Yo le sugiero lo contrario.
Cualquiera que entre en su vida, en calidad de lo que sea, es valioso. Los pequeños tiranos de su vida son criaturas tan divinas como quienes le proporcionan aliento y apoyo. Emerson expresó de la siguiente forma esta importante lección: “Todo el curso de las cosas fluye para enseñarnos fe”. Todo el curso. Esto significa todo lo que encuentre en su camino.

Tal vez la persona más significativa de mi vida, la persona que constituyó el más grande de los cambios para mí y mi propio desarrollo espiritual, es una que en todos los sentidos era un pequeño tirano. Ese hombre fue mi padre. Abandonó a su familia, fue condenado a prisión por delitos menores, y maltrató a su esposa.
A la edad de cuarenta y nueve años murió a consecuencia de un consumo excesivo de alcohol. No tengo ningún recuerdo de él. Mi conocimiento de su persona se basa en lo que oí y, más tarde, en lo que descubrí al investigar su vida.

No obstante, este hombre, un pequeño tirano y un convicto, fue el principal personaje que me condujo a mi transformación. Escribí sobre cómo perdoné a mi padre en el libro La fuerza de Creer (Publicado por Grijalbo, N. de T.) Aparté de mí el odio y la amargura que había llevado conmigo durante toda la vida. Un solo ato de perdón y desprendimiento abrió el camino de mi búsqueda espiritual, y de escribir y hablar de los milagros de los que trato aquí, y vivirlos. Aprendí qué tenía que aprender de todo. 

Cuando ahora caigo en ocasiones en alguno de los comportamientos que sé que destruyeron la vida de él, me recuerdo a mí mismo que ése no es mi sendero. Que ése no es el tipo de padre que deseo ser. Que no es el tipo de hombre que deseo ser. Es su ejemplo lo que me ayuda a regresar a la senda que sé que constituye mi destino espiritual. Es vedad que los caminos de Dios son inescrutables. 
Lo que juzgamos como desafortunado y negativo puede enseñarnos las más grandes lecciones. El tirano que hay en su vida y que le despierta sentimientos de miedo y pánico, podría no ser más que Dios disfrazado que le enseña a confiar en su propio juicio y aprender del comportamiento del pequeño déspota. El ladrón que le engaña para robarle el dinero podría suponer una lección divina que le enseña a desprenderse de las cosas y no apegarse a ellas. El traficante de drogas podría estar enseñándole las realidades de la adicción y de la vida sin sentido para que abandone ese confiar en las sustancias externas para tener momentos de euforia o éxtasis.

Todas las personas y quiero decir todas, están en su vida para enseñarle valiosas lecciones. No haga caso omiso de esas lecciones. Capte el mensaje y bendígales, y continúe su camino. Cuando usted hace caso omiso de ellas, o se limita a rechazarlas, usted no consigue entender la verdad que Emerson conocía: “Todo el curso de las cosas fluye para enseñarnos fe”.
Sugerencias para deshacerse del desdén hacia los pequeños tiranos: Dé las gracias por esos pequeños tiranos. Están ahí por una razón muy importante. Hacer caso omiso de ellos le garantiza que aparecerán más bajo otras formas a lo largo de su vida. Las plegarias de agradecimiento son maravillosas afirmaciones de esta verdad.
La experiencia de ser abandonado por el cónyuge puede enseñarle a ser independiente. Este tipo de situaciones pueden hacerle reconocer la presencia espiritual que hay dentro de usted. Tal vez aprenda la diferencia entre estar solo y sentirse solo, y decida amar a la persona con la que está solo. Los años de alcoholismo pueden enseñarnos que somos más valiosos y fuertes que cualquier sustancia.
Podríamos aprender a estarles agradecidos a esos maestros ebrios y considerarlos instructores enviados por Dios. Todos los maltratos pueden contener una poderosa lección. Podemos descubrir que somos más que un cuerpo. Nadie puede llegar hasta nuestro yo interior con sus golpes.
Haga una lista de todas las personas a las que ha apartado de su vida por ser malvadas o por considerarlas escoria. Escriba todo lo que su presencia le enseñó. ¿Ha aprendido a no repetir el comportamiento de la víctima? Reconsidere el valor de esa llamada escoria para su vida. No podría haber aprendido la lección sin esa persona. 

La prueba de esto es que obviamente necesitaba atraer a esa persona a su vida... ya que lo hizo.
Busque la plenitud de Dios en todas las cosas. Advierta que, de alguna forma insondable, la plenitud está operando a pesar de que no puede verla ni sentirla. Recuerde que el otro no es su cuerpo.
WAYNE W. DYER             TU YO SAGRADO 

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