SÉPTIMA
CREENCIA:
DEBE
HACERSE CASO OMISO DE LOS PEQUEÑOS TIRANOS
Le
han enseñado a creer que en el mundo hay alguna gente negativa de la
que es mejor hacer caso omiso. Yo le sugiero lo contrario.
Cualquiera
que entre en su vida, en calidad de lo que sea, es valioso. Los
pequeños tiranos de su vida son criaturas tan divinas como quienes
le proporcionan aliento y apoyo. Emerson expresó de la siguiente
forma esta importante lección: “Todo el curso de las cosas fluye
para enseñarnos fe”. Todo el curso. Esto significa todo lo que
encuentre en su camino.
Tal
vez la persona más significativa de mi vida, la persona que
constituyó el más grande de los cambios para mí y mi propio
desarrollo espiritual, es una que en todos los sentidos era un
pequeño tirano. Ese hombre fue mi padre. Abandonó a su familia, fue
condenado a prisión por delitos menores, y maltrató a su esposa.
A
la edad de cuarenta y nueve años murió a consecuencia de un consumo
excesivo de alcohol. No tengo ningún recuerdo de él. Mi
conocimiento de su persona se basa en lo que oí y, más tarde, en lo
que descubrí al investigar su vida.
No
obstante, este hombre, un pequeño tirano y un convicto, fue el
principal personaje que me condujo a mi transformación. Escribí
sobre cómo perdoné a mi padre en el libro La fuerza de Creer
(Publicado por Grijalbo, N. de T.) Aparté de mí el odio y la
amargura que había llevado conmigo durante toda la vida. Un solo ato
de perdón y desprendimiento abrió el camino de mi búsqueda
espiritual, y de escribir y hablar de los milagros de los que trato
aquí, y vivirlos. Aprendí qué tenía que aprender de todo.
Cuando
ahora caigo en ocasiones en alguno de los comportamientos que sé que
destruyeron la vida de él, me recuerdo a mí mismo que ése no es mi
sendero. Que ése no es el tipo de padre que deseo ser. Que no es el
tipo de hombre que deseo ser. Es su ejemplo lo que me ayuda a
regresar a la senda que sé que constituye mi destino espiritual. Es
vedad que los caminos de Dios son inescrutables.
Lo que juzgamos como
desafortunado y negativo puede enseñarnos las más grandes
lecciones. El tirano que hay en su vida y que le despierta
sentimientos de miedo y pánico, podría no ser más que Dios
disfrazado que le enseña a confiar en su propio juicio y aprender
del comportamiento del pequeño déspota. El ladrón que le engaña
para robarle el dinero podría suponer una lección divina que le
enseña a desprenderse de las cosas y no apegarse a ellas. El
traficante de drogas podría estar enseñándole las realidades de la
adicción y de la vida sin sentido para que abandone ese confiar en
las sustancias externas para tener momentos de euforia o éxtasis.
Todas
las personas y quiero decir todas, están en su vida para enseñarle
valiosas lecciones. No haga caso omiso de esas lecciones. Capte el
mensaje y bendígales, y continúe su camino. Cuando usted hace caso
omiso de ellas, o se limita a rechazarlas, usted no consigue entender
la verdad que Emerson conocía: “Todo el curso de las cosas fluye
para enseñarnos fe”.
Sugerencias
para deshacerse del desdén hacia los pequeños tiranos: Dé las
gracias por esos pequeños tiranos. Están ahí por una razón muy
importante. Hacer caso omiso de ellos le garantiza que aparecerán
más bajo otras formas a lo largo de su vida. Las plegarias de
agradecimiento son maravillosas afirmaciones de esta verdad.
La
experiencia de ser abandonado por el cónyuge puede enseñarle a ser
independiente. Este tipo de situaciones pueden hacerle reconocer la
presencia espiritual que hay dentro de usted. Tal vez aprenda la
diferencia entre estar solo y sentirse solo, y decida amar a la
persona con la que está solo. Los años de alcoholismo pueden
enseñarnos que somos más valiosos y fuertes que cualquier
sustancia.
Podríamos aprender a estarles agradecidos a esos maestros
ebrios y considerarlos instructores enviados por Dios. Todos los
maltratos pueden contener una poderosa lección. Podemos descubrir
que somos más que un cuerpo. Nadie puede llegar hasta nuestro yo
interior con sus golpes.
Haga
una lista de todas las personas a las que ha apartado de su vida por
ser malvadas o por considerarlas escoria. Escriba todo lo que su
presencia le enseñó. ¿Ha aprendido a no repetir el comportamiento
de la víctima? Reconsidere el valor de esa llamada escoria para su
vida. No podría haber aprendido la lección sin esa persona.
La
prueba de esto es que obviamente necesitaba atraer a esa persona a su
vida... ya que lo hizo.
Busque
la plenitud de Dios en todas las cosas. Advierta que, de alguna forma
insondable, la plenitud está operando a pesar de que no puede verla
ni sentirla. Recuerde que el otro no es su cuerpo.
WAYNE
W. DYER TU
YO SAGRADO
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