DESCIFRANDO LA ALEGRÍA
Nunca
nos hemos detenido a pensar para qué sirve o para qué existe la
alegría. Conocemos al dedillo sus titulares, pero no hemos captado
el significado profundo que la caracteriza. y no me refiero a
racionalizar
la increíble vivencia que ella ofrece, sino a establecer un mayor
contacto para disfrutarla en abundancia. La alegría es la emoción
primaria más importante, no solamente por los efectos
benéficos
que produce, sino porque muchas de sus características parecen ser
típicamente humanas.
Es
posible que se trate de una emoción biológica mitad hombre y mitad
bestia, un ascenso en la escala evolutiva y un desprendimiento
progresista respecto al simple placer sensorial: la primera en su
género. La alegría integra lo primitivo, pero lo supera.
El
origen evolutivo de la alegría parece estar en la sonrisa y en el
efecto agradable que produce el intercambio de la misma entre
madre-hijo. Los bebés responden espontáneamente con alegría ante
la sonrisa porque les da seguridad y bienestar. Con el paso del
tiempo, la expresión facial adquiere una mayor complejidad y aparece
la risa, y si la persona es de buenas, el humor. Mientras la risa es
la explosión cruda, en vivo y en directo de la activación
subterránea de la alegría, el humor la involucra de una manera más
sutil y ponderada. Tal como decía Gibrán: "El sentido del
humor es el sentido de la proporción".
La
alegría saca a relucir lo mejor de nosotros. Ella destapa la parte
buena e indica el camino que deberíamos estar transitando si la
humanidad no hubiera desviado su rumbo. La alegría es un destello
espiritual,
un señalamiento, y un delicioso jalón de orejas que el universo nos
hace para que no olvidemos quiénes somos: "Obsérvate. Ésta es
tu verdadera humanidad. Ésto es lo que eres. Tenlo presente".
Las
investigaciones sobre el tema muestran que los sujetos alegres sufren
cambios realmente dramáticos, tanto en su fisiología como en sus
esquemas psicológicos.
Durante unos momentos, a veces horas, y casi
nunca días, se activa un singular poder y vigor, que no es la fuerza
de la ira, sino la del amor y la sabiduría. Una forma de iluminación
primitiva que potencia lo mejor de cada uno y nos reestructura y
equilibra internamente. La mente y el cuerpo comienzan a trabajar
coordinadamente y toda la energía disponible del organismo comienza
a fluir de una manera suave y continua. Cuando las personas están
alegres, incrementan la confianza en sí mismos (auto-eficacia), ven
la vida como magnífica y significante (sentido de vida), sienten que
son más amables y queribles (amor), desarrollan
una mayor capacidad de apreciar y saborear el mundo (hedonismo), se
vuelven más buenas y bondadosas (compasión) y adquieren una
consciencia de unidad, similar en algunos aspectos a
las experiencias místicas. Lo que posiblemente no lograríamos ni
con años de paciente y riguroso entrenamiento en algún olvidado
monasterio tibetano, la naturaleza nos lo regala al instante, gratis
y con
todo incluido.
La
enfermedad biológica de la alegría, es decir, cuando existe alguna
alteración bioquímica de la misma, se la denomina manía y debe ser
tratada.
Pero
su principal función está relacionada con la salud. La alegría es
la sanación natural que el universo ofrece a manos llenas. Ella pone
a funcionar nuestra farmacia interior y facilita la recuperación de
los períodos de estrés y enfermedad. El efecto curativo de las
emociones positivas, no solamente de la alegría sino también del
amor, el interés, la sorpresa y la curiosidad, ha quedado
documentado en infinidad de casos. Uno de los más resonados es el de
Norman Cousins, quien logró salir adelante de una grave enfermedad
viendo todos los días películas cómicas en el hospital. Como decía
Watley, "la alegría es cosa seria".
Una
mujer de 35 años que asistía a nuestro centro psicológico debido a
una depresión ocasionada por la imposibilidad de tener hijos, llegó
un día a la consulta con la terrible noticia de que se le había
diagnosticado un melanoma avanzado. Como era obvio, la terapia dio un
giro y se orientó a brindarle ayuda para enfrentar el cáncer
terminal. Lo sorprendente ocurrió cuando al mes de haberse
presentado estos hechos, la paciente descubrió que llevaba dos meses
de embarazo. La inesperada noticia produjo un impacto abrumador,
tanto en el cuerpo de terapistas como en su familia.
Estaba
tan feliz de haber quedado embarazada... Creo que no libré ninguna
batalla... Yo no luché...
Solamente
me sentía la mujer más dichosa del mundo... Dios me mandó el bebé
y no podía defraudarlo". Este relato, más allá de la
espectacularidad que suele acompañar los casos de recuperación
espontánea, enseña algo muy bello y sencillo: la alegría y el amor
van de la mano. La alegría, es la risa de Dios.
Cuando
dejamos que las emociones positivas sigan su curso normal sin poner
barreras mentales, empezamos a descubrir que todo el universo es
alegre y divertido. Aprendemos que las turbulencias energéticas y el
aparente caos imperante, no son otra cosa que los jirones de un
cosmos danzante y muerto de la risa que cada día se descubre a sí
mismo y se asombra de estar vivo. Las doctrinas tántricas sostienen
que la realidad, tal cual la percibimos, oculta un gran chiste
cósmico. El maestro budista Chogyam Trungpa en relación a las
ilusiones que crea el yo, afirma:
“No existimos a causa de
nuestra existencia. Y el mundo existe a causa de nuestra
inexistencia. Nosotros no existimos, por consiguiente el mundo
existe. Tras todo ello se oculta un gran chiste, un chiste enorme.
Cabe que nos preguntemos: ¿Quién nos está tomando el pelo?"
Según él, la única manera de salir de la confusión de estar vivos
es el humor. La alegría es la manera simpática en que la vida
manifiesta su fuerza afirmativa.
DE REGRESO A CASA.
WALTER RISO