Inconsciencia
es la conceptualización de la realidad
La
mayoría de las personas no viven la realidad, sino la proyección
mental que han hecho de ella. Por lo general cuando dos personas se
encuentran, se encuentran, por lo menos, cuatro conceptos mentales.
Tenemos un concepto de nosotros mismos (incluso varios) e igualmente
tenemos un concepto de la persona con la que nos encontramos y esta
persona a su vez, responde igualmente a su vez según sus conceptos
mentales. Al producirse el encuentro, se intercambian información y
experiencias por ambas partes. Cuando los conceptos coinciden se
genera una sensación de entendimiento agradable, y cuando no es así,
no es necesaria mucha fantasía para imaginar lo que sucede. Muchas
veces entramos en conflicto con las personas que amamos, porque
creemos saber lo que está bien para ellos y lo que no, e incluso
entramos en conflicto con nosotros mismos, cuando nos enfrentamos con
diferentes tipos de conceptos internos.
Por lo
general, no nos amamos a nosotros mismos ni a los demás, lo que
amamos es la idea que hemos creado. A este nivel de conciencia o
mejor de nuestra inconsciencia, somos esclavos de nuestros deseos, es
decir, de “como debe o no ser la realidad”. Tapamos este
maravilloso mundo, con nuestros conceptos, y somos incapaces de ver
su belleza.
La
realidad es, que no tenemos ni idea de quienes somos y de que es la
realidad. Si lo supiésemos, no habría conflicto, y ni caeríamos en
la confusión de reducir nuestra existencia a un simple concepto
mental.
Nos
hemos convertido a nosotros mismos en prisioneros de nuestro mundo
mental, viviendo con la esperanza de que las cosas, de una u otra
forma, irán bien, y cuando esto no es así sufrimos. Nos perdemos en
el mar de las circunstancias y creamos el correspondiente concepto de víctima. Viviendo de este modo, los conflictos, las crisis y las guerras son inevitables.
Reconocer esta confusión, nos da la gran oportunidad de cambiar. De este modo podemos transformar el tremendo paquete de negatividad, en crecimiento espiritual.
Para esto es de esencial importancia que comprendamos cual es la función "pensar".
Mientras creamos que somos nosotros quienes piensan, se nos escapa por completo el hecho de que pensar es simplemente una de las muchas funciones corporales que tenemos.
Reconocer esta confusión, nos da la gran oportunidad de cambiar. De este modo podemos transformar el tremendo paquete de negatividad, en crecimiento espiritual.
Para esto es de esencial importancia que comprendamos cual es la función "pensar".
Mientras creamos que somos nosotros quienes piensan, se nos escapa por completo el hecho de que pensar es simplemente una de las muchas funciones corporales que tenemos.
Pensar
es una función corporal.
Pensar
es una función corporal como la respiración o la digestión. No
pensamos, del mismos modo que no respiramos, sino más bien se
piensa.
Los
pensamientos vienen y van, así de simple, no tenemos que hacer nada,
ellos vendrán de todos modos. Todos lo sabemos, nos levantamos por
la mañana y ya tenemos pensamientos dando vueltas en la cabeza. Esto
naturalmente, no significa que estemos a merced de ellos, del mismo
modo que no estamos a merced de la respiración.
Se
trata de desarrollar la forma correcta de pensar, aprender a pensar
conscientemente.
Cuando
nuestra forma de pensar independientemente de las circunstancias,
genera equilibrio y paz, estamos pensando correctamente, así de
simple.
Mientras
no nos cuestionemos nuestra manera de pensar y no la investiguemos
para averiguar que hay una verdad en ella, seremos utilizados por los
pensamientos en vez de utilizarlos.
Es
aconsejable no tomar los pensamientos como algo personal, algo “mío”,
porque no lo son, aunque “el pensador” nos quiera convencer de lo
contrario, declarándolo realidad.
Extracto del libro “El camino sabio”.
Karsten
Ramser
No hay comentarios:
Publicar un comentario