De
este modo, enviar un buen / mal deseo, no es que venga de vuelta,
sino que vibra en tu conciencia personal. No lo envías, lo generas y
subsiste en la misma energía de la que estás conformado. No vuelve
a ti; es tú.
Los demás son aquella parte de tu traje que ves proyectado. Así es todo lo que consideras ajeno. Lo que consideras “tú” es eso mismo, con la diferencia de que te identificas con ello, lo asumes como “yo”.
Y,
para reflexionar, una propuesta:
Puesto
que estamos hablando de dualidad, podrías pasar tu “conciencia”
de ti a otro, y desde ahí (él), te verías a ti mismo, al que
consideras “yo”. ¿No cambiarías nada? ¿Lo estarías viendo
desde él o desde tú?
Hay
que entenderlo como si todas las personas y cosas fueran poliédricas
(visión de lo multidimensional en la 3D), de esta forma, una persona
existe en sí misma, pero nosotros, en tanto que hemos creado un
personaje, y por lo tanto “puesto un traje humano”, vemos un
aspecto de ella; percibimos exactamente lo que sobre él “apoyamos”,
y ese aspecto es “yo”.
Para
otros, esa persona o cosa será diferente, porque lo que proyecta
cada uno de esos otros será otra cosa.
Sin
embargo, esa persona sobre la que se realiza la proyección “Es”
en sí misma.
Si
no tuvieras puesto un traje (si no te hubieras revestido de
personaje), verías a esa persona en su esencia. A su
vez, si esa persona no tuviera un traje, si fuera sólo Esencia,
sería imposible encontrar en ella una pantalla donde proyectar,
desde nuestra conciencia; es decir, una identidad para proyectar una
unidad de “yo”, con el propósito de interactuar con ello, y así
completarnos.
Todo
esto se produce como consecuencia del deseo de conocernos. No podemos
reconocernos si tenemos integrados nuestros elementos. Es necesario
verse desde otra óptica coger distancia. Nuestra satisfacción, y lo
que produce éxtasis, está en tomar contacto con aquello que nos
completa.
Entretanto,
tomamos unidades de conciencia /identidad y las proyectamos, dentro
de nuestra conciencia de “yo”. Esta proyección puede ser
dirigida hacia el objetivo o, simplemente, lanzada hacia fuera de lo
que soy “yo”, libre.
Si
elegimos lanzarla hacia un objetivo concreto, el proceso consiste en
poner expectativas en otro, por ejemplo, de sentimiento
hacia nosotros (porque lo tenemos por él). Y lo tenemos porque hemos
depositado en él ese sentimiento nuestro; entonces esperamos,
simplemente, recuperarlo. Pero queremos recuperarlo interaccionando
con él, re-conocerlo. Para ello es preciso sentir la entrega por
parte del otro.
Si
se produce fracaso, lo más inocuo es “recogerlo” y proyectarlo
en otro sitio, en otro ser.
Generar
conflicto, quejarse, etc., es absurdo, no engendra más que bloqueos.
El otro tal vez no recogió esa proyección, tal vez… Entonces,
puesto que NUNCA DEJA DE PERTENECERTE, toma de nuevo el mando de esa
unidad de identidad y vuelve a jugar con ella. Hazlo feliz, sin
conflicto, con consciencia de juego.
También,
como dijimos, puede suceder que la expectativa se haya lanzado sin
objetivo, y haya sido “recogida” desde la proyección de alguien
que no te interesa (en ese caso hay que revisar la vibración que
llevaba lo que emitíamos,
puesto
que ésta define, por resonancia, la vibración de lo recogido),
y lo que te pretende devolver está “corrupto”. No hay fracaso,
no hay problema. De nuevo, recoge y haz lo que quieras. Todo es tuyo.
Recoge, lo que el otro usa, en ti, porque tú eres su hogar, y
mantenlo ahí mientras decides si seguir “jugando”.
Fragmento tomado de;
Concepto Ser.
El traje humano.
Graciela Bárbulo
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