MÁS
ALLÁ DE LA MENTE PENSANTE
La
condición humana: perdidos en el pensamiento.
La
mayoría de la gente se pasa la vida aprisionada en los confines de
sus propios
pensamientos. Nunca van más allá de un sentido de identidad
estrecho y personalizado, fabricado por la mente y condicionado por
el pasado.
En
ti, como en cada ser humano, hay una dimensión de conciencia mucho
más
profunda que el pensamiento. Es la esencia misma de tu ser. Podemos
llamarla
presencia, alerta, conciencia incondicionada. En las antiguas
enseñanzas,
es el Cristo interno, o tu naturaleza de Buda.
Hallar
esa dimensión te libera, y libera al mundo del sufrimiento que te
causas a ti mismo y a los demás cuando sólo conoces el «pequeño
yo» fabricado por la mente, que es quien dirige tu vida. El amor, la
alegría, la expansión creativa y una paz interna duradera sólo
pueden entrar en tu vida a través de esa dimensión de conciencia
incondicionada.
Si
puedes reconocer, aunque sea de vez en cuando, que los pensamientos
que
pasan por tu mente son simples pensamientos, sí puedes ser testigo
de tus hábitos mentales y emocionales reactivos cuando se producen,
entonces esa dimensión ya está emergiendo en ti como la conciencia
en la que ocurren los pensamientos y emociones: el espacio interno
intemporal donde se despliegan los contenidos de tu vida.
La
corriente de pensamientos tiene una enorme inercia que puede
arrastrarte
fácilmente.
Cada pensamiento pretende tener una gran importancia. Quiere captar
toda tu atención.
He
aquí un ejercicio espiritual que puedes practicar: no te tomes tus
pensamientos
demasiado en serio.
Qué
fácilmente se queda atrapada la gente en sus prisiones conceptuales.
La
mente humana, en su deseo de conocer, entender y controlar, confunde
sus
opiniones y puntos de vista con la verdad. Dice: así son las cosas.
Tienes que ser más amplio que el pensamiento para darte cuenta de
que tu manera de interpretar «tu vida», o la vida o conducta de
otra persona, cualquier manera que tengas de juzgar una situación,
no es más que un punto de vista, una de las muchas perspectivas
posibles. No es más que una cadena de pensamientos. Pero la realidad
es una totalidad unificada donde todas las cosas están entrelazadas,
donde nada existe en y por sí mismo. El pensamiento fragmenta la
realidad, la corta en pedazos y en fragmentos conceptuales.
La
mente pensante es una herramienta útil y poderosa, pero también muy limitante
cuando se adueña completamente de tu vida, cuando no te das cuenta
de que sólo es un pequeño aspecto de la condénela que eres.
La
sabiduría no es un producto del pensamiento. El conocer profundo,
que es
la
sabiduría, surge en el simple acto de prestar toda tu atención a
alguien o algo.
La
atención es la inteligencia primordial, la conciencia misma.
Disuelve las
barreras
creadas por el pensamiento conceptual, lo que nos permite reconocer
que nada existe en y por sí mismo. Une el perceptor con lo percibido
en un campo de conciencia unificado. La sabiduría cura la
separación.
Cuando estás inmerso en el pensamiento compulsivo, estás e vitando lo que es.
Cuando no quieres estar donde estás.
Aquí, Ahora.
Los
dogmas —religiosos, políticos, científicos— surgen de la
creencia errónea
de
que el pensamiento puede contener y encerrar la realidad o la verdad.
Los
dogmas
son prisiones conceptuales colectivas. Y lo extraño es que la gente
ama
la
celda de su prisión porque le da sensación de seguridad, una falsa
sensación de
«yo sé».
Nada
ha causado más sufrimiento a la humanidad que sus dogmas. Es cierto que
cada dogma se viene abajo antes o después, porque su falsedad acaba siendo
revelada por la realidad; sin embargo, a menos que el error básico
sea visto
tal como es, el dogma será reemplazado por otros.
¿Cuál
es el error básico? La identificación con el pensamiento.
El
despertar espiritual es el despertar del sueño del pensamiento.
El
reino de la conciencia es mucho más vasto de lo que el pensamiento
puede entender. Cuando dejas de creerte todo lo que piensas, sales
del pensamiento y ves con claridad que el pensador no es quien tú
eres.
La
mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que
siempre
ambiciona
más. Cuando te identificas con la mente, te aburres y te inquietas
fácilmente.
El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos
estímulos,
de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está
siendo
satisfecha.
Cuando
estás aburrido, puedes satisfacer «hambre mental» leyendo una revista,
haciendo una llamada telefónica, poniendo la tele, navegando en Internet,
yéndote de compras o —y esto es bastante común— transfiriendo
al cuerpo
la sensación mental de carencia y la necesidad de querer siempre
algo más, satisfaciéndolas brevemente ingiriendo más comida.
O
puedes sentirte aburrido e inquieto, y observar la sensación de
estar aburrido
e inquieto. A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones,
empezará a surgir algún espacio y quietud en torno a ellas. Al
principio sólo habrá un poco, pero, conforme crezca la sensación
de espacio interno, el aburrimiento empezará a disminuir en
intensidad y significado. De modo que incluso el aburrimiento te
puede enseñar quién eres y quién no eres.
Descubres
que ser «una persona aburrida» no es tu identidad esencial. El aburrimiento,
simplemente, es un movimiento interno de la energía condicionada.
Tampoco eres una persona enfadada, triste o temerosa. El
aburrimiento,
el enfado, la tristeza o el miedo no son «tuyos», no son personales.
Son estados de la mente humana. Vienen y van.
Nada
de lo que viene y va eres tú.
«Estoy
aburrido»; ¿quién sabe esto?
«Estoy
enfadado, triste, atemorizado»; ¿quién lo sabe?
Tú
eres el conocimiento, no el estado conocido.
Los
prejuicios de todo tipo implican que te sientes identificado con la
mente
pensante.
Significar que ya no ves al otro ser humano, sino únicamente tu
propio concepto de ese ser humano. Reducir la riqueza de vida de otro
ser humano a un concepto es en sí mismo, una forma de violencia.
El
pensamiento que no está enraizado en la autoconciencia se sirve a si mismo
y es disfuncional. El ingenio exento de sabiduría es extremadamente peligroso
y destructivo. Constituye el estado habitual de la mayor parte de la humanidad.
La expansión del pensamiento por vías científicas y tecnológica aunque
no es intrínsecamente bueno ni malo, tan bien se ha vuelto
destructivo, porque muy a menudo el proceso mental del que surge no
hunde sus raíces en la conciencia.
El
paso siguiente en la evolución humana es trascender el pensamiento.
Actualmente
es nuestra tarea más urgente. Esto no implica dejar de pensar, sino
dejar de identificarse completamente con el pensamiento, dejar de
estar poseídos
por el pensamiento.
Siente
la energía de tu cuerpo interno. El ruido mental se serena y cesa
inmediatamente.
Siéntela en tus manos, en tus pies, en tu abdomen, en tu pecho.
Siente la vida que eres, la vida que anima el cuerpo.
Entonces
el cuerpo se convierte en una puerta, por así decirlo, hacía una sensación
de vida más profunda que subyace a las fluctuantes emociones y al pensamiento.
Hay
una riqueza de vida en ti que puedes sentir con todo tú Ser, no sólo
con
la
cabeza. En esa presencia en la que no necesitas pensar, cada célula
está viva.
Sin
embargo, en ese estado, el pensamiento puede activarse si se le
necesita
para
alguna finalidad práctica. La mente puede seguir operando, y opera
perfectamente
cuando la inteligencia mayor que eres la usa y se expresa a
través
de ella.
Quizá
te haya pasado inadvertido que esos breves periodos en los que «eres
consciente
sin pensamiento» ya ocurren natural y espontáneamente en tu vida.
Puedes
estar realizando alguna actividad manual, o paseando por la
habitación, o esperando en el mostrador de la aerolínea, y estar
tan completamente presente que el ruido mental de fondo disipa y es
reemplazado por la presencia consciente. También puedes estar
mirando al cielo o escuchado a alguien sin que surja ningún
comentario interno. Tus percepciones se vuelven claras como el
cristal, no están empañadas por el pensamiento.
Para
la mente, todo esto no es significativo, porque tiene cosas «más
importantes»
en que pensar. Además, no es memorable, y por eso te ha pasado
inadvertido.
Lo
cierto es que es lo más significativo que puede ocurrirte. Es el
principio de un
cambio desde el pensamiento hacia la presencia consciente.
Siéntete
cómodo en el estado de «no saber». Este estado te lleva más allá
de la
mente, porque la mente siempre está intentando concluir e
interpretar. Tiene miedo de no saber. Por eso, cuando puedes sentirte
cómodo en el no saber, ya has ido más allá de la mente. De ese
estado surge un conocimiento más profundo que es no-conceptual.
Creación
artística, deporte, danza, enseñanza, terapia; la maestría en cualquier
disciplina implica que la mente pensante o bien ya no participa, o se
ha quedado en un discreto segundo plano. Un poder y una inteligencia
mayores que tú, aunque en esencia son uno contigo, toman el mando.
Ya no hay proceso de toma de decisiones; la acción justa surge
espontáneamente, y «tú» no la estás haciendo. La maestría de la
vida es lo opuesto del control. Te alineas con la conciencia mayor.
Ella actúa, habla y hace los trabajos.
Un
momento de peligro puede producir el cese temporal de la corriente de
pensamientos,
permitiéndote degustar lo que significa estar presente, alerta,
consciente.
La
Verdad es mucho más omniabarcante de que la mente podrá comprender jamás.
Ningún pensamiento puede encerrar y contener la Verdad. En el mejor de
los casos, puede indicarla. Por ejemplo puede decir: «Todas las
cosas son intrínsecamente
una.» Eso es una indicación, no una explicación. Comprender estas
palabras significa sentir profundamente dentro de ti la verdad hacia
la que apuntan.
El silencio habla.
Eckhart Tolle