SERES
ESPIRITUALES FRENTE
A SERES
NO ESPIRITUALES:
LOS
DOCE RASGOS
DE LA ESPIRITUALIDAD
Utilizo
los términos espiritual y no espiritual en el sentido de
que un ser espiritual tiene un conocimiento consciente tanto de
la dimensión física como de la invisible, mientras que el ser no
espiritual sólo es consciente del reino de lo físico. Ninguna
de estas dos categorías, en el sentido en que yo las
utilizo, supone en modo alguno ateísmo u orientación
religiosa. La persona no espiritual no es incorrecta ni mala
sólo porque viva el mundo sólo de manera física.
Vienen
a continuación los «doce rasgos de la espiritualidad» doce
creencias y prácticas para que
las cultives, al tiempo que desarrollas tu capacidad para
hacer aparecer milagros en tu
vida. Es totalmente imprescindible que te conviertas en un
ser espiritual de acuerdo con
estos rasgos si tu propósito en esta vida es la realidad
mágica.
1.
El
ser
no
espiritual
vive
exclusivamente
dentro
del
marco
de
los
cinco
sentidos,
en
la
creencia
de
que
si
no
puede
ver,
tocar,
oler,
oír
o
gustar
algo
es
que
ese
algo
no
existe.
El ser
espiritual sabe
que, más
allá de
sus cinco sentidos físicos,
hay otros sentidos con
los que se puede
experimentar el mundo de
la forma.
A
medida que trabajas para convertirte en un ser espiritual
al mismo tiempo que un ser físico, empiezas a vivir de
manera cada vez más consciente dentro del reino invisible
del que he hablado en este capítulo. Empiezas a darte
cuenta de que hay sentidos más allá de este mundo físico.
Aun cuando no seas capaz de percibirlo a través de uno de los
cinco sentidos, sabes que eres un alma con un cuerpo y que tu alma
carece de límites y desafía al nacimiento y a la muerte.
No se rige por ninguna de las reglas y normas que
gobiernan el universo físico. Ser espiritual significa
permitirse la posibilidad de ser multisensorial. Se abre,
pues, todo un universo nuevo. Como dice Gary Zukav en The
Seat of the Soul: «Las experiencias del hombre
multisensorial son menos limitadas que las del hombre pentasensorial.
Proporcionan más oportunidades para el crecimiento y el desarrollo y
también más oportunidades para eludir dificultades innecesarias».
2.
El
ser
no
espiritual
cree
que
estamos
solos
en
el
universo.
El
ser
espiritual
sabe
que
no
está
nunca
solo.
Un
ser
espiritual
se
siente
cómodo
ante
la
idea
de
tener
a
su
disposición
en
todo
momento
maestros,
observadores
y
guía
divina.
Si
creemos
que
somos
almas
con
cuerpo
y
no
cuerpos
con
alma,
siempre
podremos
recurrir
a
la
parte
eterna
e
invisible
de
nuestro
ser
en
busca
de
ayuda.
Una
vez
esta
creencia
está bien
asentada
y es
inconmovible,
jamás
se
puede
dudar
de
ella,
sean
cuales
fueren
los
argumentos
racionales que
esgrimen
aquellos
que
viven
exclusivamente
en
el
plano
físico.
Para
algunos,
esto
se
llama
rezar
con
intensidad,
para
otros
es
Dios,
es
inteligencia
o
fuerza
universal
y
omnipresente,
y,
para
otros,
es
guía
espiritual.
Lo
que
importa
no
es
el
nombre
que
demos
a este
yo
superior
ni
cómo
éste
se
pronuncie
ya
que
está más
allá de
toda
definición,
más allá
de las
etiquetas
y del
mismo
lenguaje.
Para
el
ser
no
espiritual,
todo
esto
es
bazofia.
Aparecemos
sobre
la
Tierra,
tenemos
una sola
vida
que
vivir
y
nadie
tiene
espíritus
ni
dentro
ni
fuera
a
los
que
recurrir.
Para
el
ser no
espiritual
es
éste
un
universo
puramente
físico,
y
el
propósito
consiste
en
manipular y
controlar
el
mundo
físico
de
todas
las
maneras
posibles.
El ser espiritual
ve en el
mundo físico
un campo
donde crecer
y aprender, con
el propósito
específico de
servir y evolucionar
hacia niveles más
elevados de amor.
Los
seres no espirituales aceptan la existencia de un ser
supremo o Dios no
como una fuerza universal que llevamos dentro, sino como un
poder aparte, que
un día tiene que pasarnos cuentas. Son seres más temerosos que
amorosos.
No
consideran que cuenten con ayuda o que posean un yo superior, a
menos que
conozcan
el tipo
de
experiencia
directa
de
una
presencia
divina
de
que
nos
hablan
san Pablo
o
san
Francisco
de
Asís.
Los
seres espirituales
saben, a
través de
la experiencia
personal de
haber estado en
contacto con su propia
guía divina, que
no están solos
y que pueden
recurrir a esa
guía para llegar
a hacer milagros
en sus vidas.
3.
El
ser
no
espiritual
se
consagra
al
poder
exterior.
El ser
espiritual se
consagra a la
adquisición de
poder interior.
El
poder exterior se halla en el dominio y en el control
sobre el mundo físico. Es el poder de la guerra y del
poderío militar, el poder de las leyes y de las organizaciones, el
poder de los negocios y de los juegos de Bolsa.
Es
el poder de controlar todo cuando es externo a uno mismo.
El ser no espiritual se consagra a este poder exterior.
El
ser espiritual, en cambio, se consagra a elevarse él y elevar a los
demás a niveles cada vez más altos de conciencia y realización. El
uso de la fuerza sobre otro no entra dentro de lo posible para este
ser espiritual. No está interesado en acumular poder, sino en
ayudar a otros a vivir en armonía y a experimentar la
realidad mágica. Se trata de un poder del amor, de un poder que no
juzga. No hay en este poder hostilidad ni ira. El fin está en
capacitarse realmente para saber que se puede vivir en el
mundo con otros que tengan diferentes puntos de vista y no
tener necesidad de controlarlos o vencerlos para hacer de
ellos sus víctimas. Un ser espiritual conoce el enorme poder
que representa la capacidad de manipular el mundo físico con la
mente. Una mente en paz, una mente centrada y no consagrada
a hacer daño a los demás es más fuerte que ninguna
fuerza física del universo. Toda la filosofía del aikido y de las
artes marciales de Oriente se basa no en el poder exterior sobre el
contrario, sino en convertirse en uno con esa energía
externa a fin de eliminar la amenaza. Adquirir poder es el gozo
interior de saber que la fuerza exterior no es necesaria para estar
en armonía con uno mismo.
El
ser no espiritual no conoce otro camino. Hay que estar
constantemente preparado para la guerra. Aun cuando los líderes
espirituales a los que a menudo rinden pleitesía se manifiesten en
contra de ese empleo del poder, el ser no espiritual es incapaz de
ver otra alternativa.
El
auténtico poder consiste en rendirse a aquello que hay de amoroso,
armonioso y bueno en nosotros y no permitir la presencia de
enemigos en nuestra conciencia. Se trata de una concordancia
con el alma, una concordancia que es nuestra razón misma para
estar aquí.
Una
vez no necesites ya dominar a los demás, adquirir más
posesiones o controlar el entorno que te rodea habrás
desplazado tu interés desde el poder exterior al poder
interior. Verás que el tener poder interior no te reduce en
modo alguno al servilismo ni a ser víctima de los demás.
Muy al contrario. Verás que ni siquiera percibes a los
demás como agresores potenciales. Rechazarás esas amenazas
y, de hecho, ni siquiera las percibirás como tales. Además, la
ausencia de la necesidad por tu parte de demostrar cuán grande es tu
poder te dará la oportunidad de dar poder a otros.
Cuando
llegues a la etapa de dar estarás en concordancia con tu propósito,
y te hallarás en el punto desde el que puedes hacer milagros. No
pedirás nada de los demás, no porque seas orgulloso u
omnipotente, sino porque serás una luz para ti mismo. Así se
comporta el ser espiritual, y sólo cuando renuncies a la necesidad
de poder exterior y te pongas del lado de tu propósito anímico
estarás preparado para la realidad mágica.
4.
El ser
no
espiritual
se siente
separado y
distinto e
todos los
demás, un
ser para
sí mismo.
El ser
espiritual sabe
que
está
en
relación
con
todos
los
demás
y
vive
la
vida
como
si
cada
persona
con
quien
se
encuentra
compartiera
con
él
la
condición
humana.
Cuando
una
persona
se
siente
separada
de
todos
los
demás
se
vuelve
egocéntrica
y
mucho
menos
preocupada
por
los
problemas
ajenos.
Quizá
se
compadezca
de
las
personas
que
mueren
de
hambre
en
otra
parte
del
mundo,
pero
en
su
vida
cotidiana
reaccionará
así:
«No
es
problema
mío».
La
personalidad
separada,
el
ser
no
espiritual,
está
consagrada
básicamente
a
sus
propios
problemas
y
a
menudo
siente
que
los
demás
se
interponen
en
su
camino
o
intentan
conseguir
lo
que
él
desea,
por
lo
que
debe
«reducir»
al
otro
antes
de
que
lo
reduzcan
a
él.
El
ser
espiritual
sabe
que
estamos
todos
relacionados
y
es
capaz
de
ver
la
plenitud
de
Dios
en
cada
persona
con
la
que
establece
contacto.
Este
sentimiento
de
conexión
elimina
gran
parte
del
conflicto
interior
que
experimenta
el
ser
no
espiritual,
que
juzga
constantemente
a
los
demás,
los
clasifica
según
su
aspecto
físico
y
su
conducta
y
luego
busca
cómo
hallar
el
modo
de
ignorarlos
o
aprovecharse
de
ellos
para
su
propio
beneficio.
El
hecho
de
estar
relacionados
elimina
la
necesidad
de
conflicto
y
confrontación.
El
saber
que
la
misma
fuerza
invisible
que
fluye
por
su
interior
fluye
a
través
de
todos
los
demás
permite
al
ser
espiritual
atenerse
realmente
a
una
conducta
recta.
El
ser
espiritual
piensa:
«El
modo
en
que
trato
a
los
demás
es
esencialmente
el
modo
en
que
me
trato
a
mi
mismo,
y
viceversa».
El
significado
de
«Ama
a
tu
prójimo
como
a
tí
mismo»
está
claro
para
el
ser
espiritual,
mientras
que
es
considerado
como
una
tontería
por
el
ser
no
espiritual.
No
es
posible
el
juicio
negativo
cuando
nos
sentimos
relacionados
con
todos
los
demás.
El
ser
espiritual
sabe
que
con
sus
juicios
no
puede
definir
a
los
demás,
sino
sólo
definirse
a
sí
mismo
en
tanto
que
persona
que
juzga.
La
investigación en
el campo de
la cuántica
subatómica revela
la existencia
de una
conexión invisible
entre todas las
partículas y todos
los miembros de
una especie
determinada. Esta unidad
se está
demostrando en notables
descubrimientos científicos.
Los hallazgos muestran
que la distancia
física, lo que
consideramos espacio vacío,
no impide
una conexión
por parte
de fuerzas
invisibles. Evidentemente,
existen conexiones
invisibles entre
nuestros pensamientos y
nuestras acciones.
No negamos este
hecho, aun
cuando esa conexión
sea impermeable
a nuestros
sentidos. El
ser
no
espiritual
no
puede
realizar
este
salto,
pero el ser
espiritual sabe que
esa fuerza invisible
lo pone en
relación con todos
los demás y,
por lo tanto,
trata a todos
los demás como
si fueran
parte de sí
mismo. Es
una cuestión de
conocimiento. El
ser no
espiritual
sabe y
actúa como
si fuera
una isla,
separado y
distinto de
los demás,
sin
relación
con ellos.
El ser espiritual conoce
la ver- dad que
hay en estas
famosas líneas de
John Donne:
Ningún
ser humano es una isla, cerrada en sí misma, sino que todo
hombre es una parte del continente, un pedazo de la tierra firme;
si un terrón de tierra es arrastrado por el mar, Europa
se ve disminuida, igual que si se tratara de un promontorio,
igual que si se tratara de la mansión de tus amigos o de
tu propia mansión; la muerte de todo hombre me disminuye,
porque yo tengo que ver con la humanidad; no preguntes, pues, nunca
por quién doblan las campanas: doblan por ti.
No
es posible una mejor descripción del ser espiritual, que se
ocupa desde luego de la humanidad y vive su vida cada día de acuerdo
con ello. Dicho llanamente, los milagros y la realidad mágica no
están al alcance de aquellos que se creen islas en el mar de la
humanidad.
5.
El
ser
no
espiritual
cree
exclusiva
mente
en
una
interpretación
de
la
vida
basada
en
causas
y
efectos.
El ser espiritual
sabe que
hay un
poder superior
que actúa
en el
universo, más
allá de
una simple
relación de causa
y efecto.
El
ser no espiritual vive exclusivamente en el mundo físico, donde
rigen causa y efecto. Si planta una semilla (causa), verá el
resultado (efecto). Si tiene hambre, buscará alimento. Si
está airado, se desfogará. Se trata realmente de un modo
de pensar y comportarse racional y lógico, ya que la
tercera ley del movimiento (por cada acción hay una reacción
igual y opuesta) está siempre en funcionamiento en el universo
físico.
El
ser espiritual va más allá de la física de Newton y
vive en un reino totalmente distinto. Sabe que los
pensamientos salen de la nada y que, en nuestro estado
onírico (una tercera parte del total de nuestra vida
física), donde nos hallamos en un estado de pensamiento
puro, causa y efecto no desempeñan ningún papel.
En
el estado onírico podemos tener cuarenta años en un
momento determinado y doce al momento siguiente, podemos subir
a un coche y volar por encima de nuestro hogar de la
infancia. Thoreau resumió muy bien esa experiencia con esta
provocativa observación: «Yo no sé distinguir entre la
vigilia y el sueño. ¿Acaso no vivimos siempre la vida que
imaginamos vivir?».
Así,
el
ser
espiritual
sabe
que
los
pensamientos
no
están
sujetos
a
las
leyes
de
la
física
clásica
y
que
con
nuestros
pensamientos
creamos
la
realidad.
Cuando
se
vive
puramente
de
acuerdo
con
las
leyes
de
causa
y
efecto,
no
se
puede
esperar
crear
milagros,
porque
los
milagros
y
la
realidad
mágica
están
más
allá
de
la
lógica de
la física. Los milagros tienen su origen en el poder de
nuestra mente y, de este modo, causa y efecto son
sustituidos por una creencia en los efectos resultantes de lo que
llamamos nada o vacío.
Nuestros
pensamientos y creencias
son milagros en sí
mismos, y las únicas
herramientas que tenemos
para procesar este mundo
físico. Desafían
la lógica de
causa y efecto,
ya que nuestros
pensamientos no
parecen proceder de
ninguna parte;
así pues,
nuestra capacidad
para hacer
milagros tiene
también su
origen en
ese lugar divino
de la nada.
Cuando
se
necesita
una
explicación
de
causa
y
efecto,
se
es
incapaz
de
entrar
en
el
mundo
de
la
realidad
mágica.
Nuestros pensamientos
, al igual
que todos los
sonidos que proferimos,
proceden del vacío
silencioso, y
nuestra capacidad
para hacer
milagros es
un poder
que tiene
su origen
en el
espacio vacío y silencioso
de nuestro auténtico ser.
6.
El
ser
no
espiritual
está
motivado
por
el
logro,
el
rendimiento
y
las
adquisiciones.
El
ser espiritual está motivado por la ética, la serenidad y la
calidad de vida.
Para
el
ser
no
espiritual,
lo
importante
es
aprender
con
el
fin
de
subir
en
el
escalafón,
avanzar
y
adquirir
posesiones.
El
propósito
del
deporte
es
la
competición.
El
éxito
se
mide
por
etiquetas
externas
como
la
posición,
el
rango,
las
cuentas
corrientes
y
las
recompensas.
Estas
cosas,
que
forman
parte
importante
de
nuestra cultura
y
no
son
desde
luego
de
despreciar,
no
constituyen
sin
embargo
el
eje
en
torno
al
cual
se
mueve
la
vida
del
ser
espiritual.
Para
el
ser
espiritual,
el
éxito
se
alcanza
poniéndose
del
lado
del
propio
propósito,
que
no
se
mide
por
el
rendimiento
ni
por
las
adquisiciones.
El
ser
espiritual
sabe
que
estas
cosas
externas
entran
en
su
vida
en
cantidades
suficientes
y
que
llegan
como
consecuencia
de
una
vida
con
propósito.
El
ser
espiritual
sabe
que vivir
con
un
propósito
supone
servir
con
amor.
La
madre
Teresa,
que
ha
pasado
muchos
años
de
su
vida
cuidando de
los más
desposeídos
de
entre
nosotros
en
los
arrabales
de
Calcuta,
definía
así
el
propósito
en
For the
Love
of
God:
El
fruto del amor es el servicio, que es compasión activa. La religión
no tiene nada que ver con la compasión, lo que importa es nuestro
amor a Dios, ya que hemos sido todos creados con el único propósito
de amar y ser amados.
La
realidad interior
y exterior
del ser
espiritual se
experimenta de
este o parecido
modo. No
es necesario convertirse
en un
santo que
cuida de
los desheredados
para ser
espiritual. Lo
único que hay
que saber es
que en la
vida hay
mucho más
que el
logro, el
rendimiento y las
adquisiciones y
que la
auténtica medida
de una vida
no estará
en lo que
se haya
acumulado, sino
en lo que
se haya
dado a los
demás. El
ser espiritual
sabe que apareció
aquí sin
nada material
y que se
irá del
mismo modo.
Lo único
que puede
hacer por
tanto es
dar de lo que
tiene en este
instante metafísico que
llamamos su vida,
su paréntesis en
la eternidad. Si
bien el ser
espiritual puede
alcanzar y
rendir a altos
niveles e incluso
adquirir muchas posesiones,
el principio organizador
que guía su
vida no es
el de esta
motivación. En el
centro de su
ser está el
vivir de una
manera ética, moral
y serena, en
concordancia con
un propósito
espiritual. No
se puede
conocer la
realidad mágica
cuando el objetivo
es conseguir más para
sí mismo, especialmente si
ello es a costa
de los demás. Cuando
experimentes una sensación
de serenidad y
calidad en tu
vida y sepas
que es tu
mente la que
ha creado ese
estado, sabrás también
que de ese
estado mental surge
la magia capaz
de hacer milagros.
7.
El ser
no
espiritual
no tiene
un lugar
en su
conciencia
para la
práctica
de la
meditación.
El
ser espiritual no puede imaginar la vida sin ella.
Para
el
ser
no
espiritual,
la
idea
de
mirarse
tranquilamente
hacia
dentro
y
estar
sentado
solo
durante
un
periodo
de
tiempo
-repitiendo
un
mantra,
vaciando
la
mente
y
buscando
respuestas
en
concordancia
con
el
yo superior-
bordea
la
locura.
Para
esta
persona,
las
respuestas
se
buscan
trabajando
duro,
luchando,
perseverando,
fijándose
metas,
alcanzando
esas
metas
para
luego
fijarse
otras
y
compitiendo
en
un
mundo
salvaje.
El
ser espiritual conoce el enorme poder de la práctica de
la meditación. Sabe que la meditación le vuelve más alerta
y le capacita para pensar con mayor claridad. Conoce el efecto muy
especial que tiene la meditación en el alivio del estrés y de
la tensión. Las personas espirituales saben, porque han
estado allí y lo han experimentado de primera mano, que se
puede obtener guía divina alcanzando la paz y la
tranquilidad y pidiendo respuestas. Saben que son
multidimensionales y que es posible utilizar la mente
invisible a niveles cada vez más elevados a través de la
meditación, o como sea que llamemos a la práctica de
quedarse solo y vaciar la mente de los frenéticos
pensamientos que ocupan gran parte de la vida cotidiana.
Saben que, meditando profundamente, se puede abandonar el
cuerpo y entrar en una esfera de magia que constituye un
estado tan beatífico como el que pueda proporcionar temporalmente
cualquier droga.
El
gran científico francés Pascal nos proporciona esta visión:
«Todas las desdichas del hombre derivan del hecho de que no
es capaz de estar sentado tranquilamente, solo, en una habitación».
Uno
de los
grandes gozos
que proporciona el
convertirse en un
ser espiritual es
el aprender la
existencia de este nuevo
mundo de los
fenómenos. Te sentirás,
en efecto, más
ligero, mas dichoso
y también, irónicamente,
más productivo
que nunca.
El
ser
no
espiritual
percibe
como
una
huida
de
la
realidad
lo
que,
para
el
ser
espiritual,
es
una
introducción
a
toda
una
nueva
realidad,
una
realidad
que
incluye
una
apertura
en
la
vida
que
llevará
a
los
milagros.
(En
el
capítulo
3
se
ofrece
más
información
acerca
de
la
meditación,
así
como
algunas
técnicas
útiles.)
8.
Para
el
ser
no
espiritual
el
concepto
de
intuición
puede
reducirse
a
una
corazonada
o
a
un
pensamiento
azaroso
que,
ocasional
y
accidentalmente,
le
viene
a
la
cabeza.
Para el ser
espiritual, la
intuición es mucho
más que una
corazonada. La
ve como una
guía o como
la palabra de
Dios, y nunca
se toma a la
ligera o pasa por
alto esta percepción
interior.
Sabes
por propia experiencia que
cuando haces caso omiso
de tus acicates intuitivos
acabas lamentándolo o teniendo
que aprender
a las
duras. Para
la
persona
no
espiritual,
la
intuición
es
totalmente
impredecible
y
se produce
al
azar,
con
ocurrencias
puramente
fortuitas.
A
menudo
la
rehúye
o
desdeña
en
favor
de
un
comportamiento
habitual.
El ser espiritual
se esfuerza por
ser cada día
más consciente
de su intuición.
Presta atención a los
mensajes invisibles y
sabe en el
fondo de su
ser que hay
en ellos algo
que es mucho
más que una simple
coincidencia.
Los
seres espirituales tienen conciencia del mundo no físico y
no se reducen exclusiva mente a un universo limitado al
funcionamiento de sus cinco sentidos. De ahí que todos los
pensamientos, por invisibles que sean, constituyan algo a lo que
hay que prestar atención. Pero la intuición es mucho más que un
pensamiento acerca de algo, la intuición es casi como si
recibiera un suave empujoncito que nos lleva a comportarnos
de determinada manera o a eludir algo que puede ser
peligroso o insano. Aunque inexplicable, la intuición es
realmente un factor en nuestras vidas.
Para
la
persona
no
espiritual,
la
intuición
es
simplemente
una
corazonada,
no
algo
a estudiar
o a
lo
que
hay que
prestar
más
atención.
La
persona
no
espiritual
piensa:
«Esto
pasará.
Lo
que
ocurre
es
que
mi
cabeza
funciona a
veces a
tontas y
a locas».
Para la persona espiritual,
estas expresiones
intuitivas interiores son
casi como sostener un
diálogo con Dios.
Yo
veo
en
mis
intuiciones,
tengan
éstas
relación
con
lo
que
sea,
a
Dios
que
me
habla.
Presto
atención
cuando
«siento
algo»
con
intensidad,
y
siempre
sigo
esa
inclinación
interior.
Hubo
un
tiempo
en
mi
vida
en
que
no
le
hacía
caso,
pero
ahora
he
cambiado
de
actitud,
y
estos
sentimientos
intuitivos
siempre,
siempre,
me
guían
en
la
dirección
del
crecimiento
y
el
propósito.
A
veces
mi
intuición
me
dice
adónde
debo
ir
a
escribir,
voy
allí
y
la
escritura
surge
siempre
de
manera
espontánea
y
fluida.
Cuando
no
he
hecho
caso
de
mi
intuición,
he
tenido
que
luchar
como
un
condenado
y
he
echado
la
culpa
al
«bloqueo
del
escritor».
He
llegado
al
punto
en
que
no
sólo
confío
en
esa
guía
cuando
quiero
escribir,
sino
que
me
apoyo
en
ella
en
prácticamente
todas
las
áreas
de
mi
vida.
He
llegado
a
tener
una
relación
privada
con
mi
intuición:
desde
lo
que
debo
comer
hasta
el
tema
sobre
el
que
debo
escribir,
pasando
por
la
relación
con
mi
esposa
y
con
los
otros
miembros
de
mi
familia.
Medito
sobre
ella,
confío
en
ella,
la
estudio
y
procuro
ser
más
consciente
de
ella.
Cuando
no
le
hago
caso
lo
pago,
y
luego
me
repito
a
mí
mismo
la
lección
para
que
la
próxima
vez
no
se
me
olvide
confiar
en
esa
voz
interior.
Imagino
que si puedo hablar con Dios y llamar a esto rezar, en
la creencia de una presencia divina tan universal, no es
ninguna locura que Dios hable conmigo. Todas las personas
espirituales de las que tengo noticia comparten un sentimiento
similar. La intuición es una guía llena de amor, y esas
personas son lo bastante prudentes como para no despreciarla.
9.
El
ser
no
espiritual
odia
el
mal
y está
decidido
a erradicar
lo
que
cree
malo.
El ser espiritual
sabe que todo
aquello que odia
y combate le
debilita y que
todo lo que
defiende, todo lo
que apoya, le
da fuerza.
El
ser no espiritual está siempre luchando; se pone del lado
de los instrumentos de poder en una guerra contra aquello
que cree maligno. Esta persona sabe lo que odia, y lo que
percibe como males provoca en ella un gran torbellino interior.
Gran parte de su energía, tanto mental como física, está
consagrada a lo que percibe como malo o malsano.
Los
seres espirituales no organizan sus vidas para el combate. No están
contra el hambre, están en favor de dar de comer a la gente y
ocuparse de que todo el mundo tenga satisfechas sus
necesidades alimentarlas. Trabajan en aquello de lo que están
en favor en lugar de combatir aquello de lo que están en
contra. Luchar contra el hambre sólo debilita al que
combate y le provoca ira y frustración, mientras que
trabajar para que la población esté bien alimentada da poder a
la persona. Los seres espirituales no están contra la guerra, sino
por la paz, y
dedican sus energías a trabajar para la paz. No hacen la
guerra a las drogas o a la pobreza, porque las guerras
requieren guerreros y combatientes y no es así como se
solucionan los problemas. Los seres espirituales están en
favor de una juventud bien educada, que sepa cómo estar
eufórica, vital y alegre sin necesidad de recurrir a sustancias
externas. Trabajan en esta dirección, la de ayudar a los jóvenes a
conocer el poder de sus propias mente y cuerpo. No luchan contra
nada.
Cuando
combates el mal utilizando los métodos del odio y la
violencia pasas a formar parte del odio y la violencia del
mal, por muy justa que creas tu posición. Si toda la gente del mundo
que está contra el terrorismo y la guerra cambiara de
perspectiva y pasara a apoyar la paz y trabajar para ella,
el terrorismo y la guerra se verían eliminados. Por cada
dólar que gastamos en la paz gastamos dos mil en la
guerra. En el conjunto del planeta, gastamos aproximadamente
veinticinco millones de dólares cada minuto en la industria
bélica y en aumentar nuestra capacidad para matar, mientras
que, en ese mismo minuto (y cada minuto de cada día),
cuarenta niños aproximadamente mueren de hambre. Es como si
cada diez minutos se estrellara un Boeing 747 cargado de niños
y matara a todos los pasajeros. ¿Cuánto cuesta dar de comer a
cuarenta niños? ¿Quién va a dar marcha atrás a estas
significativas estadísticas? ¿Los habitantes espirituales de
nuestro planeta? ¿O los no espirituales? Por muy convencidos
que estemos de que estas cosas son irreversibles,
contribuimos al problema en tanto optamos por ser combatientes
en lugar de personas que saben lo que defienden y cuál
es su propósito aquí en la Tierra, en este breve periodo
de tiempo, y trabajan para dar oportunidades aun viendo que
son muchos los que hacen otra cosa.
De
algún modo, las prioridades están claras. Los seres
espirituales no se ponen del lado del odio. Se consagran con
fe a lo que defienden y trasladan esto a la acción. Los
seres espirituales mantienen sus ideas de amor y armonía
frente a cosas que les gustaría ver cambiar. Todo aquello
que combatimos nos debilita. Todo aquello que defendemos nos
da fuerza. A fin de poder hacer aparecer milagros, debes
concentrarte totalmente en aquello que defiendes. La realidad
mágica se producirá en tu vida cuando hayas eliminado el
odio que pueda haber en ella, incluso el odio que sientas contra el
odio.
10.
La
persona
no
espiritual
no
tienen
ningún
sentido
de
responsabilidad
en
relación
con
el
universo,
y no
ha desarrollado
por
lo
tanto
una
veneración
por
la
vida.
El ser
espiritual siente
por la vida
una veneración
que alcanza a la
esencia de todos los
seres.
Como
dice Zukav, el ser no espiritual cree «que nosotros somos
conscientes y el universo no». Cree que su existencia terminará
con esta vida y que no es responsable ante el universo. El
ser no espiritual se ha vuelto arrogante.
El
ser
espiritual
se
comporta
sin
perder
de
vista
el
Dios
que
existe
en
toda
forma
de
vida,
y
tiene
un
sentimiento
de
responsabilidad
frente
al
universo.
Respeta
con
fervor
esta
vida
y
el
hecho
de
poseer
una
mente
con
la
cual
puede
procesar
el
universo
físico.
Ese
temor
reverencial
le
lleva
a
mirar
hacia
fuera,
a
la
vida
y
al
entorno,
con
un
sentido
de
apreciación
y
veneración,
a
comprometerse
con
la
vida
misma
a
un
nivel
más
profundo
que
el
del
simple
mundo
material.
Para
el
ser
espiritual,
debemos
acercarnos
a
los
ciclos
de
la
vida
como
representantes
del
infinito,
con
una
deferencia
que
honre
realmente
la
vida.
Es
el
suyo
un
enfoque
delicado
y
amable
hacia
todo
cuanto
existe
en
nuestro
mundo,
un
reconocimiento
de
que
la
Tierra
misma
y
el
universo
más
allá
de
ella
poseen
una
conciencia,
de
que
nuestra
vida,
de
alguna
manera
invisible,
está
relacionada
con
toda
la
vida
actual
y
pasada.
La
inteligencia
invisible
que
impregna
toda
forma
es
parte
de
nosotros
y,
así,
sentir
veneración
por
toda
forma
de
vida
es
saber
que
hay
un
alma
en
todo.
Esa
alma
merece
ser
honrada.
La
persona espiritual es consciente de la necesidad de no
tomar de la Tierra más de lo necesario y de restituirlo de
algún modo al universo para aquellos que habitarán el
planeta después de ella. La capacidad de hacer milagros
surge de una fuerte veneración por toda forma de vida,
incluida la nuestra, y por ello, para conocer la realidad
mágica, hay que aprender a pensar y actuar de un modo
congruente con nuestro ser espiritual y reverente.
11. El
ser
no
espiritual
se
encuentra
lleno
de
resabios,
hostilidad
y
necesidad
de
venganza.
En
el corazón del ser espiritual no hay espacio Para estos
impedimentos a los milagros y a la realidad mágica.
El
ser espiritual sabe que todos los maestros espirituales han
hablado de la importancia del perdón. He aquí algunos ejemplos
sacados de nuestras principales enseñanzas religiosas:
Judaísmo:
lo más hermoso que puede hacer un hombre es olvidar el mal.
Cristianismo:
Pedro
se
acercó
entonces
a
él
y
dijo:
«Señor,
¿cuántas
veces
tendrá
que
pecar
mi
hermano
contra
mí,
y
yo
perdonarlo?
¿Acaso
siete
veces?».
Y
Jesús
le
dijo:
«Te
digo
que
no
siete
veces,
sino
setenta
veces
siete».
Islam:
perdona al criado setenta veces al día.
Sijismo:
allí donde hay perdón está presente Dios.
Taoismo:
recompensa el agravio con bondad.
Budísmo:
el odio Jamás disminuye por el odio, sólo disminuye por el amor: he
aquí una ley eterna.
Para
el
ser
espiritual,
es
esencial
ser
capaz
de
«actuar
de
acuerdo
con
las
palabras».
No
podemos
profesar una
fe
determinada
y
luego
comportarnos
de
manera
incongruente
con
sus
enseñanzas.
El
perdón
es
un
acto
del
corazón.
(Todo
un
capítulo
de
La
fuerza
de
creer
está
dedicado
a
esta
cuestión.)
Si
llenas tu yo interior e invisible de amargura y deseo de
venganza hacia los demás, no quedará en él espacio para la
armonía y el amor necesarios para experimentar la realidad mágica
en tu vida. De una postura de odio hacia los demás saldrá más odio
y falta de armonía. Es evidente que no se pueden manifestar milagros
en ningún área de la vida cuando se está inmerso en una
negatividad tan grande como son el odio y el deseo de
venganza hacia una persona o una cosa. Perdonar a los demás
es el componente esencial de una de las oraciones más
citadas de la religión cristiana: «Perdónanos nuestras deudas
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». El ser
espiritual sabe que esto no son simplemente palabras vacías
para recitar en un ritual antes de acostarse. Constituyen, en
efecto, un ingrediente necesario para convertirse en un ser
espiritual.
12.
El ser no espiritual cree que hay limitaciones reales y,
aunque pueda haber pruebas de la existencia de los milagros,
las ven como acontecimientos fortuitos que viven algunos afortunados.
El
ser
espiritual
cree
en
los milagros
y
en
su
propia
capacidad
única
para
ser
guiado
con
amor
y
conocer
un
mundo
de
realidad
mágica.
El
ser espiritual
sabe que
los milagros
son muy
reales, Cree
que las
fuerzas que
han creado
milagros para otros
siguen presentes
en el
universo y se
pueden utilizar.
El
ser
no
espiritual
tiene
una
visión
totalmente
distinta
de
los
milagros.
Los
considera
como
accidentes
y,
por
lo
tanto,
no
tiene
ninguna
fe
en
su
propia capacidad
para
participar
en
el
proceso
de
hacer
milagros.
Estos
doce rasgos de la espiritualidad requieren muy poco por tu
parte. No son difíciles de entender ni requieren una
preparación o adoctrinamiento largos por tu parte. Pueden alcanzarse
en este mismo instante en que estás leyendo.
El
proceso que lleva a la conversión en un ser espiritual
tiene lugar en ese yo invisible del que he hablado.
Independientemente
de cómo hubieras elegido ser hasta el momento, trabajar
para convertirte en un ser espiritual puede ser ahora tu
elección concreta. No necesitas adoptar unos principios
religiosos específicos ni sufrir una transformación religiosa; sólo
tienes que decidir: «Así es como me gustaría vivir el resto de mi
vida». Con esta forma de compromiso interior estarás en el camino.
Sin
embargo, es muy importante que sepas que la realidad mágica
es totalmente inalcanzable para aquellos que eligen la vida no
espiritual. La capacidad de hacer que sucedan milagros es
básicamente resultado del lado en el que te alinees, del modo en
que decidas utilizar tu mente y de la fe que tengas en tu capacidad
para utilizarla de modo que ello incida en el mundo físico.
Tu zonas Mágicas.
Wayne Dyer