sábado, 27 de agosto de 2016

ANTHONY DE MELLO UN MINUTO PARA EL ABSURDO



El filósofo obsequió al Maestro con una interminable disquisición sobre la «realidad objetiva». 
Cuando concluyó, dijo el Maestro: 
«Lo que tú conoces no es la realidad, sino la percepción que tienes de ella. Y lo que experimentas no es el mundo, sino tu propio estado de ánimo». 
«Entonces, ¿es que la realidad no puede ser captada ?» 
«Sí… Pero sólo por los que van más allá de sus pensamientos». 
« ¿Y qué clase de personas son ésas?» 
«Las que se han liberado de ese gran protector que llamamos el 'yo'; porque, cuando el yo desaparece, cesa también la protección… y se ve el mundo en su desnuda belleza».
ANTHONY DE MELLO
UN MINUTO PARA EL ABSURDO

domingo, 21 de agosto de 2016

ANTHONY DE MELLO UN MINUTO PARA EL ABSURDO


« ¿Qué os enseña vuestro Maestro?» 
«Nada». 
«Entonces, ¿qué demonios ofrece?» 
«Todo cuanto quieras tomar de su silencio, y de su amor, y de los rayos de las miríadas de soles que brillan en su cielo interior y en toda hoja y toda brizna de hierba». 
ANTHONY DE MELLO
UN MINUTO PARA EL ABSURDO

sábado, 13 de agosto de 2016

ANTHONY DE MELLO UN MINUTO PARA EL ABSURDO


El Maestro deploraba los males que acarreaba la competitividad. 
« ¿Acaso el competir no hace aflorar lo mejor que hay en nosotros?», le preguntaron. 
«Todo lo contrario: hace aflorar lo peor, porque te enseña a odiar». « ¿Odiar. . . qué?» 
«Odiarte a ti mismo, por permitir que tu actividad venga determinada por tu competidor, no por tus propias necesidades y limitaciones; y odiar a los demás, porque lo que buscas es triunfar a su costa». 
« ¡Pero eso suena a una especie de réquiem por el cambio y el progreso!», protestó alguien. 
«El único progreso que hay», dijo el Maestro, «es el progreso del amor, y el único cambio digno de producirse es el cambio del corazón».
ANTHONY DE MELLO
UN MINUTO PARA EL ABSURDO

domingo, 7 de agosto de 2016

ANTHONY DE MELLO UN MINUTO PARA EL ABSURDO


«¿Puede la acción conducir a la Iluminación?», le preguntaron al Maestro. 
«Sólo la acción conduce a la Iluminación», fue su respuesta, «pero ha de ser una acción desinteresada, hecha por sí misma como tal». 
Y explicó cómo un día, presenciando un partido de entrenamiento de un equipo de fútbol junto al hijo pequeño de uno de los jugadores, cada vez que éste conseguía un gol, todo el mundo aplaudía, mientras el pequeño permanecía impávido y se limitaba a mirar, aparentemente aburrido. 
«¿Qué te ocurre?», le dijo el Maestro; «¿no ves cómo marca goles tu padre?». 
«Sí; hoy sí los marca. Pero hoy es martes, y el partido de competición será el viernes. . . Ya veremos si entonces los sigue marcando. . . » 
Y el Maestro concluyó: «Desgraciadamente, valoramos las acciones si nos ayudan a 'marcar goles', pero no en sí mismas». 
ANTHONY DE MELLO
UN MINUTO PARA EL ABSURDO